América Latina viró nuevamente hacia la izquierda en lo que a política se refiere. pero más que a un nuevo orden regional, el comportamiento electoral parece obedecer a etapas puntuales más que a tendencias duraderas.

Leven anclas y suban las velas; ahora llévenme al horizonte: giren 30 grados a babor”. Esta sería una frase digna del capitán Jack Sparrow tras abordar el Perla Negra y navegar aguas misteriosas. Ahora, hagamos de cuenta que el barco de Sparrow es América Latina y su dirección representa el rumbo que tomará la región durante los próximos años. En terminología náutica, babor queda a mano izquierda. Y allá es hacia donde vamos.

Si miramos el mapa político de Latinoamérica de cara a 2023, 12 de los 19 países de la región cuentan con gobiernos cuya ideología apunta a políticas de izquierda y/o centroizquierda. Por su parte, solo seis abarcan un pensamiento de derecha y/o centroderecha, dejando a República Dominicana con la única administración de centro.

Con este mapa han surgido muchas hipótesis donde no solo se apunta hacia una proliferación de las ideas de izquierda, sino también al éxito de los candidatos outsider o anti establishment. Pero no hay nada más alejado de la realidad. Lo cierto es que el factor primordial para este viraje regional tuvo que ver con una promesa de progresismo moderado.

“No todos son anti establishment. Ni Petro, ni AMLO ni Lula van por ahí, ni siquiera Xiomara Castro. En la mayoría hay una constante de que están gobernando con el centro. Todos, a diferencia de hace 20 años, no son partidos que han ganado elecciones por sí solos, sino que en segunda vuelta han pactado con el centro”, explicó a Forbes el internacionalista de la Universidad del Rosario, Mauricio Jaramillo Jassir.

Por su parte, la profesora de Derecho y Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de Chile, Paulina Astroza, sostuvo que es necesario “hacer matices” cuando se habla de Latinoamérica y cambios a la izquierda, pues el mapa político muestra tonos de rosa en medio de zonas que siguen siendo conservadoras. “Boric no es Fernández, Fernández no es Lula y Lula no es el mismo de años atrás. No es un mismo progresismo ni tienen las mismas ideas y el contexto internacional de hoy no es el mismo de cuando había mayor afinidad de izquierda en Latinoamérica”, añadió.

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La ventaja de la izquierda en esta oportunidad, de acuerdo con Jaramillo, llegó con la pandemia del Covid-19, coyuntura que a su juicio dejó al descubierto la poca protección social de los sistemas de salud en América Latina. Bajo esta perspectiva, aquellos que han reivindicado la idea del estado de bienestar y, por ende, ganado terreno importante en el ámbito político, han sido los partidos de izquierda. Fueron ellos quienes vendieron mejor la idea de cambio por las vulnerabilidades sociales, lo que explica su llegada masiva.

No obstante, Astroza no describe este escenario como una oleada a la izquierda, sino como el triunfo de las oposiciones, sean de derecha o izquierda. “La gente está cada vez más desconforme con sus gobiernos en términos concretos más que ideológicos, más aún en un contexto de pandemia, pues Latinoamérica fue el más afectado en temas socioeconómicos, con inflación fuerte y niveles de crecimiento dispares en la región”, comentó.

Esa disparidad sigue siendo evidente en las últimas proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) para 2022, reveladas en octubre. Mientras que países como Colombia y Panamá lograrían incrementos de 7,6% y 7,5% del PIB respectivamente, naciones como Paraguay apenas alcanzarían 0,2%.

Factores como estos pueden provocar que no solo sea más difícil gobernar, sino también mantenerse en el poder, sobre todo si se tiene en cuenta que algunos sectores de ultraderecha ya están más organizados en América Latina, según comentó a Forbes el sociólogo y profesor de la Universidad de Sao Paulo, Wagner Iglecias.

El impacto de la polarización

Las proyecciones de una victoria apabullante de Luiz Inácio Lula da Silva el pasado 30 de octubre enfrentaron una realidad muy diferente, pues el presidente electo tuvo un pulso muy parejo con Jair Bolsonaro para ganar las elecciones. Los resultados, con 50,9% y 49,1% de los votos respectivamente, revelaron un país extremadamente dividido. 

Chile no fue la excepción, pues José Antonio Kast logró 44% de los votos frente al 56% de Gabriel Boric, revelando un movimiento que, si bien fracasó en estos comicios, puede ganar fuerza en las elecciones de los próximos cuatro años. De acuerdo con Iglecias, cada cual representa a su modo esa ultraderecha que está muy viva en nuestras sociedades.

Para el experto, un desafío clave en este escenario será profundizar la democracia y los mecanismos de participación popular en procesos decisorios. En el caso de Brasil, cuando gobernó el Partido de los Trabajadores (PT) con Lula y Dilma Rousseff, muchos movimientos sociales se trasladaron a Brasilia para desempeñar funciones burocráticas, provocando que el partido se alejara mucho de las calles, de los pobres y los trabajadores informales. Este es un desafío que no solo tendrá Lula, sino que puede extenderse a gobernantes como Boric y Petro.

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En medio de esta incertidumbre, países como Argentina, que enfrentarán procesos electorales en 2023, ya tienen figuras controversiales al acecho, con el diputado Javier Milei como una de las opciones más llamativas. Si bien es prematuro decir que va a ganar, su ventaja radica en el desgaste de los 12 años de gobierno repartidos entre Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, así como los cuatro de Alberto Fernández, que no han sido populares. 

“No estoy seguro de que llegue con enorme desventaja, pero no creo que Milei represente a toda la derecha, pues es un libertario radical. Unos lo ven como un salto al vacío y otros como polarizante. Él sí es un candidato anti establishment, con una extrema derecha empresarial y un discurso divisible. Son candidaturas que se forman rápido, pero que dependen de controversias, voto mediático e impacto en redes sociales, como pasó en Colombia con Rodolfo Hernández”, señaló Jaramillo. 

El experto también recalcó que la población no debe dejarse llevar por la idea de que la izquierda domina la región porque hay mayoría de gobiernos de izquierda. Al respecto, detalló que “es muy probable que sean ciclos”, como pasa en EE.UU. con republicanos y demócratas. Si se tiene en cuenta que hacia allá van los estados, pero es un camino más fortuito de lo que se cree, la pregunta que debemos hacernos es de cuánto va a ser el ciclo. 

“No sabemos si en 2026 llega un sucesor de Petro, o si habrá un ciclo de ocho años, o si llegará alguien más radical de la otra orilla. Vamos hacia una política pendular, como debe ser en el pluralismo”, complementó. 

Economía e integración

También hay que tener en cuenta que, durante la primera oleada de gobiernos de izquierda en América Latina, que tuvo lugar entre 2000 y 2010, a ningún presidente le fue mal porque había buenos precios de commodities, según analizó el managing director de investigaciones a nivel regional y Chief Economist de Credicorp Capital, Daniel Velandia.

“La mayor parte de países de Latinoamérica son importadores de combustibles, por lo que precios de commodities están jugando en contra. Hoy el mercado tiene una recesión leve global”, comentó.

De ahí que Iglecias tenga claro que, a partir de 2023 habrá un cambio muy importante en la política exterior brasileña, rumbo a la integración regional, que no debe ser solo económica sino logística, enfocada en carreteras, rutas aéreas y un plan común para la cuenca amazónica. Esto último implicaría hacer un llamado a todos los países para gestionar la Amazonía como patrimonio común de América. 

Sin embargo, Astroza se mostró cautelosa al dar una proyección hacia lo que puede ser. Mientras que algunos afirman que habrá mayor afinidad ideológica y avanzar en temas de integración, los intereses nacionales están jugando de manera más agresiva que los colores políticos, y “no necesariamente estos gobiernos tienen las mismas ideas en el contexto internacional, así como la toma de decisiones en temas específicos”.

Basta con observar el intercambio comercial de la región. Mientras los países de Europa compran y venden entre ellos mismos, Latinoamérica tiene sus socios fuera del continente. De ahí que, según la académica, las motivaciones para integración real no existan en la región más allá de la retórica del saludo entre dos mandatarios. “A lo más que podemos llegar es a una cooperación más intensa o profunda, así como coordinación de nuestras políticas”, sentenció.

Lo cierto es que esa es una gran desventaja para enfrentar problemas globales como la pandemia, migración, narcotráfico y trata de personas. A pesar de que países como Colombia, Perú, Brasil, Venezuela, Ecuador y Panamá ya adelantan ofensivas contra grupos multicrimen en zonas de frontera desde el pasado 28 de noviembre, son problemas que cada cual aborda por separado y eso no cambia mucho por la llegada de gobiernos progresistas en toda la región.

Si a eso se le suman los factores geográficos y comerciales, así como la densidad poblacional, Latinoamérica tiene sus grandes concentraciones en ciudades como Río de Janeiro, Sao Paulo, Buenos Aires, Santiago de Chile, Lima y Ciudad de México. Además de que todas están lejos de las otras, hay una selva amazónica de por medio que dificulta una integración similar a la de los europeos, que la necesitan “porque casi se tocan unos con otros”, según Astroza.

Así las cosas, los expertos parecen coincidir en el hecho de que América Latina cuente con una mayoría de gobiernos de izquierda no garantiza una unidad ideológica ni traza una misma dirección para todos. Tal vez se pueda aspirar a un escenario mucho más cordial y de acuerdos fructíferos en algunos puntos, si las ideas progresistas proliferan, pero ese mismo factor también plantea un reto enorme por si solo, ya que puede pavimentar un camino prometedor hacia el futuro, o enterrarlo del todo.

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