Nuestro sistema productivo no debería estar basado en intercambios basados en la competencia, sino en una lógica relacional y holística.
La problemática ambiental es un tema eminentemente político, y en ese sentido, también ideológico. Los paradigmas que la mayoría tenemos sobre los mecanismos para buscar una buena vida son que el crecimiento económico es la meta mediante la cuál se puede conseguir el bienestar de la población; de ahí que éste sea la finalidad última de nuestro sistema productivo, el capitalismo.
Ahora bien, el movimiento ambientalista ha planteado distintas ideologías sobre cuál debe ser el camino conjunto que transitemos como humanidad, intentando desligarse de la adicción al crecimiento que necesita nuestro sistema productivo actualmente.
Movimientos como el del decrecimiento, ecofeminismo e indigenismo plantean que nuestro sistema productivo no debería estar basado en intercambios basados en la competencia, sino en una lógica relacional y holística, donde sobresalga la regeneración, la comunidad y el altruismo, con nosotros mismos y nuestra madre tierra.
Tal vez el paradigma alternativo al crecimientismo que más ha logrado permear en las sociedades, e inclusive en la política pública, fue desarrollado por la economista inglesa Kate Raworth, quien lo nombró la economía del donut. El modelo es el siguiente: la humanidad debe buscar brindarle una buena vida a toda nuestra población, en referencia a nuestras necesidades básicas, pero también a nuestras necesidades democráticas y tejido social; y todo esto debe hacerlo sin sobrepasar los límites planetarios, que se entienden como los sistemas que permiten que la tierra esté en equilibrio, como no exceder nuestras emisiones de gases de efecto invernadero, disponibilidad de agua dulce, biodiversidad y la protección de nuestra capa de ozono.
Al ser un marco inmensamente amplio en su posible conceptualización, éste ha sido utilizado por ideólogos, políticos y charlatanes tanto pro-capitalistas como anti-capitalistas, pero es muy importante que entendamos que la “economía del donut” hace algo muy importante: cambiar la meta de nuestra civilización humana. Dentro del “Donut” de Kate, no se busca la plenitud infinita, ni se considera que la economía debe crecer infinitamente, se identifican los límites planetarios de cada población, se asegura que estos no puedan ser sobrepasados bajo ninguna circunstancia y se ejecutan las actividades necesitadas para darle a toda la población suficiente para suplir sus necesidades, pero no para suplir su codicia, como diría Mahatma Gandhi.
Ámsterdam, Bruselas y Berlín ya han empezado un proceso para que mediante su ordenamiento puedan vivir dentro del donut, y este marco conceptual se está tomando el mundo. Si queremos, como colombianos, acoplarnos a la ideología del donut, será necesario desligarnos de narrativas desarrollistas que definen el éxito de una sociedad por medio del crecimiento de su PIB, y volvernos agnósticos al crecimiento, verlo más como un método para lograr una mejor sociedad, pero no una meta en sí misma.
Por: Daniel Gutiérrez Patino*
*El autor es fundador de Saving The Amazon
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