Integrando diferentes métodos de pagos para sus clientes, Kushki es una de las pocas compañías latinoamericanas que logró hacerse unicornio durante 2022. Su cofundador Sebastián Castro considera que hace falta una estandarización tanto en producto como en servicio para que se acaben las fricciones que existen con los pagos digitales.
Sebastián Castro pudo haber accedido a puestos de miles de dólares en la multinacional que quisiera en 2010, cuando terminó una maestría en ingeniería mecánica en MIT, donde también cursó un pregrado; pero tomó un camino más difícil.
Primero, junto a Aron Schwarzkopf cofundó Leaf, considerada una caja registradora móvil para puntos de venta, que fue más adelante fue vendida a la tecnológica Heartland Payment Systems. Acto seguido, con el mismo socio, cofundó Kushki, que es uno de los pocos unicornios latinoamericanos que surgieron durante 2022 y el primero de Ecuador.
“Nos proponemos ser la tubería de pagos para Latinoamérica”, dice Sebastián Castro, cofundador de Kushki en una entrevista con Forbes. “Pagos es uno de esos negocios curiosos en los que cuando todo funciona bien queda desapercibido por el cliente. Nuestro foco siempre ha sido la infraestructura; ir a la profundidad, meter las manos en el lodo desde el punto de vista de las operaciones, de cómo interactúas con sistemas bancarios, con emisores y adquirentes que estén en el ecosistema, y la parte tecnológica; tener disponibilidad”.
Se han concentrado en que la empresa tenga la capacidad de ser regional y en invertir en producto para buscar ganar el mercado industrializando su propuesta de integración de varios métodos de pago. Con uno de sus productos, los comercios pueden generar un código QR que los usuarios pueden llevar a pagar en efectivo en más de 100.000 puntos con corresponsalías bancarias y supermercados
“Uno puede imaginar un producto, pero lo que uno se imagina tiene poca importancia al lado de lo que dice el cliente”, sostiene Castro. “El poder diseñar productos sin tener una conversación constante con esos clientes es un error. Creer que un producto es fruto de la imaginación de un fundador es algo muy poco importante al lado de poder hablar continuamente”.
Figuran entre sus inversionistas fondos de inversión del tamaño de Kaszek Ventures, SoftBank Latin America, Magma Partners y Dila Capital, obteniendo desde sus orígenes US$194 millones en capital de riesgo, de los cuales US$100 millones llegaron en medio del ‘invierno’ que ha ralentizado inversiones en startups en el último año, cerrando una Serie B en la que la empresa superó una valoración privada de US$1.000 millones.
Castro, que es en sí mismo inversionista ángel en otras compañías como Clara, tiene interés en inyectar su propio capital en sectores como energías renovables e inteligencia artificial, algo que hace además a través de la firma de inversión Alpha4 Ventures, que cofundó.
Kushki por su parte, que opera en Ecuador, México, Colombia, Perú y Chile, se ha apalancado en adquisiciones para escalar. En 2019 compró la pasarela de pagos chilena Qvo y en 2022 adquirió Billpocket, una plataforma mexicana de servicios financieros.
Sebastián explica que cripto es un área que están observando, pero que “no es un foco explícito” para la compañía hasta que se desarrolle más en el ámbito regulatorio.
Hace poco, lanzaron un servicio mundial que permitirá a multinacionales acceder a soluciones de pago latinoamericanas, con el objetivo de que mejoren las tasas de autorización y que usen métodos de pago alternativos locales, aliviando las dificultades que existen en los pagos transfronterizos.
“Tenemos segmentos distintos, en el detalle está la complejidad, porque pagos a simple vista es aceptación, pero en la práctica es muy difícil de tener”, responde Castro sobre su diferencial frente a competidores.
Kushki, que significa dinero en kichwa -el principal idioma indígena de Ecuador-, vende su solución a empresas y su nueva apuesta quiere atraer a compañías de cualquier lugar del mundo que quieran procesar pagos en Latinoamérica. Tiene más de 500 clientes corporativos y gestiona un promedio de 75.000 operaciones por segundo, procesando más de US$30.000 millones.
“Vamos a seguir muy enfocados en simplificar la aceptación de pagos, sea online u offline”, concluye Castro, un creyente de que la demanda de pagos seguirá creciendo en los próximos años, aún si los entornos macroeconómicos de los países se tornan complicados. “El día que se pueda procesar pagos en cualquier país latinoamericano en cualquier medio de pago, habremos cumplido nuestra misión. Seguiremos enfocados en eso”.
Siga las historias de emprendedores en nuestra sección especializada