Los defensores de las soluciones fragmentadas argumentan que una transformación estructural de nuestros sistemas de producción es imposible, pues hay demasiada tracción, intereses y paradigmas que deberían ser derribados para lograrlo.
El enfoque que tenemos sobre nuestro rol y las posibilidades de soluciones a la crisis climática están marcadas por las alternativas que están al alcance de nuestros paradigmas y las que en nuestro día a día constituyen las categorías que crean nuestra realidad.
Quienes se encuentran en espectros ideológicos distintos también suelen dar menos o más protagonismo a las soluciones fragmentadas o globales. Soluciones fragmentadas son los esfuerzos de sostenibilidad de un individuo o de una empresa por hacer acciones concretas para mitigar la huella de carbono como descarbonizar la operación de una empresa, sembrar árboles, desconectar los dispositivos en la noche e intentar utilizar el transporte público al máximo posible.
Ahora bien, estamos enseñados a mirar los números y avances en materia climática desde un “nacionalismo metodológico”, que nos hacen pensar que la manera de hacer acción climática son políticas públicas nacionales que aborden los sectores de la economía que más emiten emisiones y estructurando planes para descarbonizar esos sectores específicos. Este “nacionalismo metodológico” es ciego a transformaciones sistémicas multilaterales como: reformar la Organización Mundial de Comercio para que tenga como prioridad la crisis climática y no los intereses de las multinacionales, hacer que lleguemos a un acuerdo climático mundial que sea obligatorio a los países y no únicamente voluntario y reformar al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional para que respondan a las necesidades de los países más vulnerables, no del capital.
Por otro lado, también hay quienes piensan que cualquier cosa que no sea una transformación estructural del sistema es solo un gigantesco greenwashing a un modelo productivo y económico que es inviable a la supervivencia de la sociedad humana. Históricamente la extrema izquierda ha manejado este discurso, como célebremente Rosa Luxemburgo planteó: “Socialismo o Barbarie”. Esta postura, escéptica sobre los éxitos que hemos conseguido, puede ser intransigente y demasiado simplista. Si la única respuesta a todos los problemas es tumbar el capitalismo, se nublan los grandes avances tecnológicos, los cambios en las dietas de millones de personas y los esfuerzos que hacemos demasiados.
Este aparente “choque” entre nuestras narrativas sobre las soluciones, nos enfrentan, especialmente en nuestras sociedades democráticas, a una paradoja. Los defensores de las soluciones fragmentadas argumentan que una transformación estructural de nuestros sistemas de producción es imposible, pues hay demasiada tracción, intereses y paradigmas que deberían ser derribados para lograrlo. Es un fuerte argumento. Los que abogan por una transformación estructural de la sociedad abordan el problema desde otra perspectiva; se hacen la pregunta: ¿Tenemos alguna otra alternativa? Contundente también. La solución, tal vez, está en el famoso meme de Zoidberg: Why not both?
Por: Daniel Gutiérrez Patino*
*El autor es fundador de Saving The Amazon
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