El expresidente de Colombia ha asegurado que la integración de América Latina es fundamental para garantizar el éxito de la región. Su fórmula económica implica no enfocarse solo en combatir la inflación, sino en un mayor gasto público para superar la desigualdad y una mayor carga tributaria para que los que más tienen aporten en proporción a su capacidad.
La oficina de Ernesto Samper califica como un pequeño museo dedicado a la política latinoamericana. Ubicada en el piso 27 de un elegante edificio en el centro de Bogotá, tiene al que fuera presidente de Colombia entre 1994 y 1998 retratado en diferentes conversaciones con otros exmandatarios de la región, donde destacan la brasileña Dilma Rousseff, el ecuatoriano Rafael Correa, el boliviano Evo Morales o el uruguayo Pepe Mujica.
Tal vez fueron esas interacciones con otros jefes de Estado, que se dieron principalmente mientras fue secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) entre 2014 y 2017, unidas al hecho de que Samper es un fiel creyente de que “los colegas y predecesores tienen mucho que enseñar”, los factores que le hicieron pensar en un modelo solidario de desarrollo que tiene a la integración latinoamericana como uno de sus pilares clave, según reveló en diálogo con Forbes.
No en vano celebró el regreso de Argentina a Unasur, decisión que se hizo oficial el pasado 22 de marzo durante el III Foro Mundial de Derechos Humanos celebrado en Buenos Aires. Dicho encuentro sirvió como escenario para que el también fundador del Grupo de Puebla, organismo comprometido con la integración y desarrollo de la región, recalcara la importancia de construir un bloque regional.
Al respecto, sostuvo que lo primero a considerar es el concepto que se va a trabajar, pues hay dos perspectivas distintas en este caso: la integración como tratados de libre comercio o como construcción de región. Para Samper, en ese concepto de construir región no caben los tratados de libre comercio, pues hicieron mucho daño y acabaron con cualquier proceso de unión.
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Para el expresidente, la verdadera integración consiste en la transferencia de tecnología, la homologación de los profesionales, construcción de infraestructura, conectividad y facilidades logísticas. Incluso, recordó que los primeros esfuerzos en esta materia, que se hicieron 30 o 40 años atrás, partieron de un ideal de conectar el Pacífico con el Atlántico.
“Yo hago de cuenta que ese ideal sigue ahí como una exigencia, y ahí es donde modelos de integración como el de Unasur o la misma Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), transformada y empoderada, cumplen un papel”, agregó Samper, añadiendo que América Latina aún tiene que superar un virus mucho más contagioso que el de la pandemia de Covid-19: la polarización ideológica.
Cuando Samper terminó su mandato en Unasur en enero de 2017, el organismo quedó inactivo durante dos años debido a la creencia de que estaba dominado por países cercanos al gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela. Esto provocó que, una a una, las 12 naciones que allí se agrupaban fueran saliendo hasta quedar únicamente Bolivia, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela.
Para 2019, los presidentes de Chile y Colombia, Sebastián Piñera e Iván Duque, anunciaron la creación del Foro para el Progreso de América del Sur (ProSur), descrito como un espacio de coordinación suramericana de políticas públicas y desarrollo de la democracia que “fue un fallido experimento de integración ideológica” de acuerdo con Samper, quien lo describió como un club con una apuesta hegemónica hacia Estados Unidos mediante tratados de libre comercio, más que un verdadero proceso de integración que le permitiera a América Latina destacar en el panorama internacional.
Generación de valor
Además de la integración regional, el modelo de desarrollo social propuesto por Samper en el Grupo de Puebla le apunta a aspectos como la búsqueda de valor e igualdad a partir de puntos como la diversificación económica, transición ecológica y una nueva institucionalidad democrática.
Uno de los temas que más resalta es esa propuesta de generación de valor enfocada en la diversificación económica. A su juicio, la región tiene dos modelos de desarrollo productivo: el primero es el modelo de la maquila que surgió desde Panamá hacia el norte, involucrando a Centroamérica y México, que se basa en el procesamiento y venta de materias primas a Estados Unidos y Canadá; el segundo es el esquema extractivista proveniente de Panamá hacia el sur, donde vivimos de lo que le sacamos a la tierra por debajo o por encima, lo que involucra a productos básicos como el petróleo, gas, carbón, minerales, carne, café y frutas, entre otros.
A eso se le podría sumar un tercer proyecto que está en construcción, y es uno que Samper denominó ‘el modelo del Caribe’ o el modelo de servicios, que está centrado especialmente en la parte de las islas caribeñas que viven de sectores como las comunicaciones, las finanzas y el turismo.
¿Cómo se genera ese valor? Esencialmente a través de encadenamientos productivos e incluyentes que otorguen mayores ventajas tributarias y arancelarias en un modelo de productividad global. Para Samper, esto depende de tres ejes: la reindustrialización, las cadenas de valor y una política macroeconómica distinta.

“Venimos de un modelo que nos permitió, con muchas dificultades, asomarnos a la industrialización y crear unas bases de exportaciones desde afuera a través de los incentivos a las exportaciones y de la sustitución de importaciones para reemplazarlas por otros elementos del mercado interno. Lamentablemente, las políticas de libre comercio dejaron al mercado el señalamiento de qué sectores eran los que podían sobrevivir o no, y entonces abandonamos todos los esfuerzos que habíamos hecho en industrialización de puertos, de carreteras, de infraestructura, que son motores endógenos de generación de valor y de crecimiento económico”, subrayó.
En esta búsqueda de generar valor, la agenda regional también se renovó con la llegada de la transición energética y las economías verdes, teniendo en cuenta que América Latina está en el ojo del huracán debido a las dificultades que puede generar el calentamiento global, pero también se ha vuelto el centro de atención por las oportunidades que puede brindar. Si bien somos una región propensa a los huracanes, a las tormentas en el Caribe o a los sismos en la parte Andina, también nos destacamos al poseer la mitad de las reservas del planeta en biodiversidad y la tercera parte de las de agua.
“No solamente somos parte del problema sino de la solución, pero para que eso sea efectivo tenemos que iniciar una transición ecológica que proteja la biodiversidad que tenemos, para introducir energías alternativas que no sean contaminantes, como la solar e hidráulica, que son fuentes energética importante en muchos países montañosos”, comentó Samper.
La sombra de la desigualdad
Aquí es momento de ponerle cuidado a las reformas que está planteando el presidente Gustavo Petro, a los esquemas pensionales, laborales y de salud y que implican un aumento del gasto público.
Esta es una estrategia que el expresidente Samper conoce muy bien, pues entre 1995 y 1996 apeló a esta medida para lograr metas más ambiciosas en materia de crecimiento económico, redistribución del ingreso, bienestar social y seguridad ciudadana.
Al analizar el escenario actual, Samper destacó que lo primero que ha dicho el gobierno es que no se va a salir de la regla fiscal, y eso es como poner un techo al gasto. No obstante, el exmandatario reconoció que no le gusta la regla fiscal y mucho menos en los niveles en los que está. “Colombia es el segundo país más desigual de América Latina, y nuestro problema no es que tengamos muchos pobres, sino que las asimetrías entre las regiones, clases, géneros y niveles de estudios son muy grandes, entonces lo que tenemos que hacer es corregirlas y cerrarlas. Eso tiene un costo”, afirmó.
“No me gusta la regla fiscal, y mucho menos en los niveles en los que está”
Ernesto Samper, expresidente de Colombia
Con esto en mente, la idea de establecer una renta básica no le suena descabellada, aunque reconoce que se necesita la integración regional para conseguir más recursos. De dicha unión, podría surgir una moratoria de la deuda externa a dos años que la región tiene comprometida con el Fondo Monetario Internacional (FMI), lo que “permitiría pagar una renta básica en toda América Latina” que compense los dos dólares diarios que requiere una persona para satisfacer sus necesidades mínimas, según la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Esto también viene ligado a otra de las propuestas del modelo de desarrollo social de Samper, que también incluye la construcción de una nueva arquitectura financiera bajo el argumento de que la actual no permite hacer una integración regional grande ni seria que posibilite el fortalecimiento de bancos regionales como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) o el Banco Mundial.
“El BID es importante y el Banco Mundial es importante, pero son bancos cuyas políticas de crédito están estructuradas sobre unos modelos distintos a los que necesitamos acá, sin meterle ideología al tema (…) Hablando pragmáticamente, la CAF puede llegar a ser uno de esos grandes bancos regionales”, detalló.
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A pesar de tener estas instituciones en la región, Samper fue enfático al afirmar que no solamente necesitamos mecanismos financieros presentes en América Latina, sino que también se debe buscar por fuera: por ejemplo, el Banco de Inversiones de China o el banco de las economías Brics.
En cuanto a los problemas de corto plazo, como la balanza de pagos, un aspecto a fortalecer sería el Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR), que jugó un papel clave en el rescate que efectuó durante la crisis de pagos en Ecuador sin caer en las condicionalidades del FMI.
“Yo creo que la necesidad obliga a buscar recursos y a ser creativos. No se trata de hacer locuras, pero la política macroeconomía que tenemos en Latinoamérica no puede consistir exclusivamente en que no suban la inflación de determinado nivel, y Colombia no es la excepción”, resaltó el expresidente.
Impacto en el país
Samper no negó la consciencia general de que iba a haber un costo inflacionario después de la pandemia de Covid-19, lo que hacía inevitable que la reactivación económica generara un aumento en los precios. “Así las cosas, ¿cuál es el nivel que estamos dispuestos a aceptar en cuanto a inflación sin afectar seriamente el desempleo, la distribución del ingreso o el gasto social?”, añadió.
Para el exmandatario, no podemos entrar a la pospandemia si no somos capaces de incrementar las posibilidades de gasto público. Pese a reconocer que no cree que nos debamos aventurar en estrategias como emitir dinero para financiar el gasto público, sostuvo que todavía hay mucho margen para reacomodar las cargas fiscales y lograr que aquellos que tienen más hagan una contribución adicional.
“Hay países en los cuales se ha establecido un impuesto al patrimonio por una sola vez para superar esta etapa de la pospandemia. Sin llevar esto a un terreno de polarización ideológica, creo que si no hacemos estos esfuerzos vamos a deteriorar seriamente las posibilidades de la democracia, que no solo está amenazada por razones electorales, sino de legitimidad social. Un sistema político en el que no crea la gente, porque no le da condiciones de vida, está tan deteriorado como uno en el que no se puede votar”, explicó.
En este escenario, elogió la labor que ha realizado José Antonio Ocampo como ministro de Hacienda. Ocampo también ocupó esta posición durante el gobierno de Ernesto Samper entre 1996 y 1997. Para él, se trata del “hombre preciso para el momento preciso” porque su formación académica no lo lleva a tomar posiciones neoliberales ni ninguna emoción infinita por el mercado de dejar que las cosas se regulen solas, pero tampoco cae en los dogmas marxistas de la estatización.

“Yo creo que Ocampo representa una figura de conciliación entre corrientes que en este momento se están expresando en la región. Como secretario general de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) construyó toda una escuela de pensamiento que combina articuladamente el crecimiento económico con la superación de las condiciones de desigualdad”, aseveró.
Para Samper, el rol de Ocampo es una “simbiosis afortunada” de los elementos que hoy día están jugando en el mundo para no plantear la economía en extremos ideológicos, sino en términos de conseguir unos efectos pragmáticos de crecimiento e igualdad. Esto fue vital en su labor como gran conciliador en la reforma tributaria.
Sobre ese tema, el exmandatario destacó que los grandes espacios políticos e históricos se han abierto por cuenta de la tributación.
Aquí hay que partir de una base sencilla, y es que Colombia tiene un peso muy débil de las finanzas gubernamentales en el producto interno bruto, pues no pasa del 18 o 20% cuando en países desarrollados llega a ser del 50% o 55%, como es el caso de los nórdicos. Esto es porque la gente no solamente tiene más cargas impositivas, sino que las paga. De ahí que Samper considere la conversación sobre fiscalidad global como el gran desafío que tienen Colombia y la región.
“Ocampo representa una figura de conciliación entre corrientes que en este momento se están expresando en la región”
Ernesto Samper, expresidente de Colombia
Otros cuellos de botella
Mientras que la tributaria fue considerada el primer gran triunfo del gobierno Petro, las cosas no parecen salirle bien actualmente, y es que además de las dificultades que enfrentan las reformas, su proyecto de paz total parece no arrancar. Desde el punto de vista de Samper, el propósito de una política de tal magnitud consiste en apagar todos los incendios al mismo tiempo, y no se puede olvidar que Colombia lleva haciendo esa labor durante 40 años en varios escenarios con distintas posibilidades de éxito.
Para Samper, hay unos factores de combustión que impiden que se pueda llegar a controlar totalmente el incendio, y el mayor de todos es el narcotráfico, que se puede catalogar como el hilo de la financiación de todas las formas de violencia. Por ello, consideró que el país debe comenzar a apagar los incendios a partir de ese factor general de combustión, sin que la lucha contra el narcotráfico sea la única posibilidad.
Precisamente, el narcotráfico fue fuente de controversia entre Samper y el también expresidente Andrés Pastrana, quien aseguró en un tweet dirigido a Petro que su gobierno, entre 1998 y 2002, tuvo que “reconstruir el país destruido, en pacto con los carteles del narcotráfico similar al suyo, por sus socios Ernesto Samper y José Antonio Ocampo”. Se refería a la polémica que se desató durante la administración Samper por el ingreso de dineros de los narcos del cartel del Valle a la campaña presidencial.
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Al ser consultado por Forbes sobre estas afirmaciones, Samper confesó que “yo perdí todo reconocimiento al presidente Pastrana y no le reconozco ninguna autoridad moral para hacer juicios de valor ético, pues me parece que le debe al país explicaciones muy importantes en temas como el Caguán y en su participación en fiestas con niñas que tienen la edad de mis nietas”.
Otro tema que se le ha dificultado recientemente a la administración Petro ha sido el juicio que adelantan Colombia y Nicaragua en la Corte Internacional de La Haya, tema que Samper analiza ampliamente en su último libro ‘El calvario de La Haya’. Al ahondar en la estrategia que implementó el equipo del canciller Álvaro Leyva durante la última audiencia, el expresidente no dudó en afirmar que “nos defendimos mal” ante el tribunal.
“No tuvimos una estrategia de defensa consistente frente a la confrontación de Nicaragua, que fue coherente y permanente, y eso mismo nos costó la sentencia de 2012 que nos quitó 76.000 kilómetros cuadrados de mar. De ese total que nos arrebataron hay unos 46.000 que formaban parte de la zona de biósfera Seaflower, que es parte de una gran reserva coralina en el Caribe Occidental”, comentó Samper.
El problema es que dicha porción de mar representa el tercer banco coralino del mundo y donde está más del 90% de especies de peces, corales y aves que tiene el Caribe. Por ello, Samper concluyó que, si no hacemos un esfuerzo por crear un mecanismo de administración conjunta, donde concurren no solamente la jurisdicción de Nicaragua y Colombia, sino también de Costa Rica, Honduras, Panamá y Jamaica, vamos a sacrificar una de las grandes reservas de biodiversidad que tiene el planeta.
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