Hoy el consumo es un símbolo de estatus. Esas son las guías que moldean nuestra percepción del mundo.
¿Cómo crees que lo que consumes manifiesta tu identidad? ¿Qué es nuestra identidad más allá de las historias que nos decimos sobre los grupos de los que hacemos parte? Muchos pensadores han teorizado al capitalismo como una superestructura, que más allá de ser un sistema productivo, se ha convertido también en un sistema cultural, moldeando nuestros deseos, nuestros valores y nuestra visión del mundo.
Un elemento relevante de nuestras sociedades humanas, que no es exclusivo del capitalismo (vale la pena aclararlo) es buscar el orden social mediante las jerarquías. Viviendo en un sistema que pone en la cima de la escala social a los que tienen más dinero, hemos creado estructuras y sistemas que buscan también manifestar ese poder mediante los productos y servicios que adquirimos. Por eso es que todos preferimos comprar una camioneta BMW a una Chevrolet y tendemos a valorar más la vida de aquellos que vienen de orígenes abundantes. Hoy el consumo es un símbolo de estatus. Esas son las guías que moldean nuestra percepción del mundo y, a fin de cuentas, nuestras metas hacia lo que consideramos “una buena vida”.
Erich Fromm, un psicoanalista que ha influenciado enormemente en mi camino ontológico y espiritual, plantea que el consumismo tiene dos funciones: la dominación y la sumisión. Permite que haya relaciones de dominación, manifestando nuestro instinto sadista, donde evitamos la vulnerabilidad y la sensibilidad identificándonos mediante dominar al otro, en la escalera interminable del progreso. El otro mecanismo es el de la sumisión, donde intentamos normalizarnos con todo el mundo al consumir lo mismo; por el miedo de manifestar una identidad propia, vulnerable y sincera. Creo que Fromm tiene insights interesantes, me hace sentido la idea de entender nuestro consumo como un mecanismo para separarnos de nuestra vulnerabilidad.
Hablando con mi mamá, una soñadora inalcanzable, hemos llegado a la conclusión de que se viene una gigantesca transformación de nuestros paradigmas, donde el consumo dejará de ser visto como un factor para sentirse orgulloso y para demostrar que uno es más que el otro, será más bien el altruismo y el amor. Que una alta huella de carbono dejará de ser a lo que aspiraremos, sino a intentar reducir nuestro impacto como individuos. La gran pregunta, que ninguno de los dos hemos sabido responder, es qué tendrá que suceder para que eso pase. Tendremos una transición ordenada o nos enfrentaremos con los límites planetarios que nos obligarán a las malas a transformar nuestros sistemas de valores. Hoy estamos viendo esos cambios en distintas comunidades a través de todo el mundo, ese grito existencial de tantos que nos hemos dado cuenta que como dice el viejo refrán “el dinero no compra la felicidad”.
Porque al mundo vinimos a ser felices, y los factores más relevantes para nuestra búsqueda de la felicidad son el amor, tener una comunidad que nos apoye y sentirnos cómodos con nuestro propósito en este mundo.
*El autor es fundador de Saving The Amazon
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