La discapacidad y la insostenibilidad financiera por el incremento de enfermedades crónicas obliga a pensar por fuera de la caja para que los pacientes tomen las riendas de su salud.

Una propuesta muy acertada sobre el cuidado de la salud dice que debemos abandonar la idea de que el amor se expresa dando la vida por alguien. En remplazo, dice la propuesta, es mejor acoger la filosofía de que el amor se expresa viviendo por alguien. Como dicen en el avión, póngase la máscara usted primero, y luego auxilie a su hijo.

El cuidado de la salud está exigiendo a gritos que cambiemos las formas de abordar los desafíos. Si seguimos viendo a la población como una masa homogénea a la que se le dan recetas estandarizadas, si no pensamos por fuera de la caja, lo más probable es que sigamos fracasando.

Dos estudios recientes, uno sobre la disparada de la diabetes en el mundo y otro sobre el aumento de los gastos ocasionados por las enfermedades crónicas en Colombia, nos confirman la urgencia de pensar en nuevos abordajes.

El estudio sobre la carga de diabetes en el mundo publicado por la revista The Lancet –y ampliamente abordado por Forbes–, no solo acaba de informarnos que, entre 1991 y 2021, la prevalencia de esta enfermedad se duplicó; también nos anuncia que, si seguimos así, el número de diabéticos en este planeta aumentará de 529 millones a 1.310 millones.  

Dicho de otra manera, actualmente una de cada 15 personas en el mundo es diabética; en la mitad del siglo será una de cada 10. El alto índice de masa corporal, el hecho de que engordamos, es uno de los factores de riesgo que más pesan para el desarrollo de la diabetes tipo 2.

El estudio nacional fue realizado por cuatro investigadoras colombianas y publicado en Borradores de Economía, del Banco de la República. Concluyó que los costos atribuidos a las enfermedades crónicas no trasmisibles se incrementarán en cerca del 40% entre 2022 y 2030 en el país.

El mayor número de atenciones en esta categoría es por enfermedades cardiovasculares, que tienen entre sus principales factores de riesgo la diabetes. Ahora bien, la enfermedad renal crónica es la que presenta una mayor tasa de crecimiento anual: 27% entre 2010 y 2019. Dicen las autoras que este aumento podría estar asociado al envejecimiento de la población y, nuevamente, a la prevalencia de diabetes.

Al igual que lo plantea The Lancet, las investigadoras del Banco de la República concluyen que las personas con menores ingresos desarrollan hábitos poco saludables, como la deficiente nutrición.

El hecho es que los números están desbocados y no sabemos cómo apretar las riendas. Una de las afirmaciones anotadas en The Lancet es lapidaria: “Ningún programa hasta la fecha ha demostrado reducciones a largo plazo, sostenidas, de la obesidad en la población”.

Vea también: Nuevo estudio: habrá 1.300 millones de diabéticos en 2050

Tres propuestas

Es probable que los sistemáticos fracasos de las iniciativas para reducir el riesgo de enfermedades crónicas se deban a que las estrategias no abordan integralmente los múltiples factores que las desencadenan. A veces no tienen en consideración las causas que las gatillan, a veces no empoderan a los pacientes, a veces no indagan cuáles son esos proyectos de vida que pueden motivar a las personas a adoptar mejores hábitos. En pocas palabras, el error pude originarse en cierta apatía para ver al ser humano de manera integral.

Es claro que los programas y servicios de salud contribuyen a reducir el riesgo, pero su impacto será muy débil si no están acompañados de estrategias e intervenciones desde distintos sectores.

Pensar fuera de la caja puede significar, por lo menos, tres cosas. La primera, que los proveedores de servicios de salud pasen de la lógica de atender pacientes a la de gestionar poblaciones. Eso no significa abandonar la consulta con calidad; significa también identificar tempranamente a aquellos que no acuden a servicios de salud.

Los aseguradores y los prestadores deben comprometerse con la población asignada; no solo con la que llega al puerta del centro hospitalario. Las nuevas tecnologías –y fundamentalmente el teléfono celular– permite hacer seguimiento a nueve de cada diez personas. Que un paciente no vaya a consulta debe ser entendido como una responsabilidad del proveedor de salud, no del paciente.

Pensar por fuera de la caja también significa aprovechar activos sociales para la salud. Alrededor de los individuos con frecuencia pueden encontrarse organizaciones, actividades institucionales o una infraestructura que, según las características específicas, tienen el potencial de impactar en su bienestar: el parque más cercano, las ciclovías y ciclorrutas, las actividades recreativas organizadas por los municipios, el grupo de oración, talleres educativos, caminatas… Todos esos activos deben ser inventariados por aseguradores y prestadores en cada región. El sector salud no debe ser ajeno a esa institucionalidad que contribuye a evitar la enfermedad.

El tercer componente clave es transformar a los pacientes en cuidadores de sí mismos. Nunca estará de más repetir “haga ejercicio”, “coma más verduras”, “tome su medicamento”, pero nunca lograremos un mínimo avance si no encontramos la respuesta a por qué el paciente no hace ejercicio, no come verduras o no toma su medicamento.

Rara vez será el médico quien tenga la respuesta. La falta de motivación probablemente necesite un abordaje desde la psicología, el trabajo social o la antropología. Un problema alimentario probablemente necesite primero la valoración de un nutricionista. La inconstancia en la toma de un medicamento quizás demande la consulta previa con un químico farmacéutico.

El logro de convertir al paciente en cuidador de sí mismo pasa por incorporar el proyecto de vida de la persona a los programas de pacientes. ¿Cómo el deseo de conocer a un nieto próximo a nacer puede estimular la adherencia a un medicamento? ¿Cómo su perro puede ser el aliciente para salir a caminar y tener mayor actividad física? ¿Qué alimentos que se venden en el barrio pueden suplir una “dieta mediterránea”? ¿Cómo sacarle provecho a la caminata diaria para tomar el transporte público?

Somos únicos e irrepetibles, y eso entra en juego a la hora de abordar los desafíos. Si no pensamos en la individualidad, en los entornos y en los deseos de cada persona seguiremos repitiendo consejos como un mantra y viendo los números en su interminable escalada.

Por Álvaro Puerto*

*Analista del sector salud y presidente de la Sociedad Integral de Especialistas de Salud, SIES Salud.

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