Un error es aproximar el problema desde una lógica binaria: la salvación de la humanidad o el apocalipsis climático.

Estuve reflexionando sobre la posición de aquellos que no están dispuestos a contribuir a la transformación ecológica de nuestra sociedad considerando que “la batalla ya está perdida”.

Es cierto que el esfuerzo que debemos hacer son extremadamente complejos, pues no solo necesitarían una transformación muy rápida de nuestro sistema productivo, también significaría que los sistemas de valores de nuestras sociedades tendrían que cambiar radicalmente y actualmente es muy baja la población que está dispuesta a hacerlo; a pensar en comunidad y prescindir de sus imaginarios de progreso. No hay suficiente interés en la población general para lograr los cambios ideológicos y políticos que necesitamos.

Aún así, un error epistemológico de aquellos que se alinean con la narrativa del “catastrofismo climático” es aproximar el problema desde una lógica binaria, como si existieran solo dos posibilidades: 1) La salvación de la humanidad; 2) El apocalipsis climático. Esa narrativa no obedece a lo que hemos aprendido sobre los procesos de nuestra tierra. La verdad es que un aumento en la temperatura global de 2 grados es radicalmente distinto a un aumento de 3 o de 4 grados centígrados; la degradación o salvación de un río como el Bogotá puede hacer un impacto enorme en nuestra calidad de vida aunque sobrepasemos los límites del Acuerdo de París de aumento de temperatura y de manera cuantificable el impacto que cada uno de nosotros hacemos al escoger dietas vegetarianas o reducir nuestro consumo de combustibles fósiles tiene un efecto significativo en la degradación de nuestro planeta. Esto funciona más como una lógica progresiva, donde todas las pequeñas acciones que podamos implementar tienen un efecto relevante. Si con mis acciones puedo contribuir a hacer de este mundo un lugar mejor, ¿Por qué no hacerlo?

La lógica del catastrofismo tiene otra premisa desacertada, que nuestro bienestar individual depende del consumismo. La sociedad consumista en la que vivimos, donde todos intentamos jerarquizarnos y consideramos que el propósito de nuestra vida debe ser hacer dinero y tener un buen puesto no es una receta para la felicidad. Las sabidurías espirituales de todo el mundo han pregonado que la buena vida se relaciona con tener relaciones saludables, la sensación de estar haciendo un impacto positivo en el mundo y un propósito de vida que nos conecte con la trascendencia. Ninguna de estas se conecta con una cultura consumista y jerarquizada. Nuestro camino hacia la felicidad interior también significa, en la medida de lo posible, alinearnos a tener una vida sostenible y en cuidar a los otros seres vivos con los que compartimos el planeta.

Los cambios que requieren nuestras sociedades occidentales para cuidar de nuestro planeta significan que debemos pensar más en comunidad, tener más relaciones, apoyar al necesitado y no consumir en exceso para obviar nuestra falta de intimidad y de vulnerabilidad, y esa es una decisión individual.

Por: Daniel Gutiérrez Patino*

*El autor es fundador de Saving The Amazon

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