La sostenibilidad nunca había tenido tanta relevancia dentro del tejido empresarial como ahora. Transitar hacia ser más sostenibles es una urgencia ante el panorama desafiante de la próxima década en materia ambiental y social. ¿Qué aprender de quienes lo han logrado?

No todo está dicho -ni hecho- respecto a la sostenibilidad. A pesar de que es una conversación de vieja data, apenas empieza a apreciarse como un asunto estratégico para los negocios, si lo que pretenden es mantenerse en el tiempo. 

En su Global Risk Report 2023, el Foro Económico Mundial advierte que por lo menos cinco de los diez riesgos globales que se enfrentarán en los próximos dos años están en la categoría ambiental; en una década este número asciende a seis. 

Llama la atención que este ranking no lo encabezan los riesgos económicos, que ni siquiera figuran entre los más severos, sino que se han desplazado las prioridades y cuestiones como los desastres naturales, la adaptación al cambio climático y los daños al medioambiente, que ahora son primeros en la agenda. 

Frente a esta urgencia, da la impresión de que cualquier esfuerzo se queda corto. Sin embargo, las empresas vienen siendo más conscientes de este asunto y han emprendido su camino hacia ser más sostenibles, entendiendo que se trata más de una inversión rentable que de un costo en su balance financiero.

El profesor de logística sostenible de la OBS Business School, Javier San Martín, enfatiza en que esta decisión se traduce en un mejor aprovechamiento de los recursos, en eficiencias en el negocio, incentivos tributarios y alineación con las expectativas de los clientes. Así lo plantea en el informe ‘¿Cómo va el cumplimiento de la Agenda 2030?’, en el que subraya que, pese a estas ventajas, aún hay un largo trecho hacia las metas propuestas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Una mayor participación de las empresas en estos compromisos podría cambiar o inclusive acelerar este ritmo, y es que apenas un 11% de las compañías más valiosas del mundo figuran además entre las más sostenibles, de acuerdo con el reporte. Entre ese porcentaje se encuentran Apple, Alphabet, ASM Internacional, AstraZeneca, Cisco, Danaher, Merck, Pfizer, SAP, Tesla y Unilever.

El porcentaje podría ser mayor si se comprendiera a la sostenibilidad como un buen negocio para las organizaciones. No obstante, el escenario en Latinoamérica no es más favorable: como advierte el informe ‘Direccionando la Sostenibilidad desde el Directorio’, en el que se consultó a 400 miembros de juntas directivas en Colombia, Perú, Argentina, México y Chile, la sostenibilidad sigue asociándose a un tema de filantropía y no de marca de la compañía.

Lo que es más: apenas un 36% de los entrevistados se involucra de forma activa en crear lineamientos estratégicos en relación a la sostenibilidad.

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“Estamos invirtiendo en sostenibilidad porque estamos convencidos de que los negocios que tendrán mayor éxito no solo serán aquellos que capitalicen el poder de los datos o logren adaptarse a las cambiantes necesidades de los consumidores, sino aquellos que también contribuyan a abordar el doble desafío del cambio climático y la inequidad social”, afirmó la gerente senior de Asuntos Corporativos y Comunicaciones de Unilever Colombia, Camila Escallón.

Por su parte, el director de Operaciones de SAP para la Región Norte de Latinoamérica y el Caribe, Santiago Duque, concuerda en que es una decisión estratégica en la que las acciones que han emprendido están orientadas a su permanencia en el tiempo. “Nuestro enfoque de sostenibilidad corporativa radica en crear un impacto económico, social y medioambiental positivo dentro de los límites del planeta”, dice.

Si en algo coinciden las empresas que se han embarcado en este viaje es en que la sostenibilidad ha llegado a convertirse en una exigencia del mercado: los consumidores son más críticos e informados y, por ende, sus preferencias se han inclinado hacia los productos o servicios que tienen ese sello verde.

Retorno de inversión ‘en verde’

La brecha entre las organizaciones que no han logrado apalancar la sostenibilidad y las que sí no está estrictamente dada por el tamaño ni por los recursos disponibles, sino que es una cuestión de conocimiento: más de la mitad de las compañías encuestadas no saben qué son los ODS, reseñó San Martín en su informe. Esto sugiere que tienen dificultades para establecer metas con relación a los ODS que sean transversales a su operación.

“A nivel de cada organización, y como pasa en otros aspectos de la gestión empresarial, el mayor riesgo es no escoger los proyectos adecuados para cada empresa en cada momento”, sostiene el experto. 

Es por eso por lo que la materialidad es un concepto determinante al hablar de sostenibilidad, porque supone hacer un análisis de los asuntos sociales, ambientales y de gobernanza que tienen un impacto -positivo o no- sobre el negocio; puesto que a partir de estos elementos se definen las posibilidades reales.

Casos como el de Oracle dan luces al respecto: “la sostenibilidad está en el centro del negocio y esto incluye trabajar por un objetivo 100% de energía renovable, gestionar el uso de los recursos naturales, garantizar prácticas de la cadena de suministro y construir una economía más circular”, afirma el presidente de Oracle para Colombia y Ecuador, Germán Borromei. De ahí que sea un aspecto integral en su empresa y su tecnología en la nube.

Parte de su estrategia es dirigir sus esfuerzos hacia la eficiencia energética, el manejo de residuos tecnológicos, la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, la economía circular y la formación de sus colaboradores; todos estos con un impacto directo para su operación. 

Escallón, de Unilever, asegura que cuando no existe esa afinidad se corre el riesgo de incurrir en malas prácticas como el greenwashing, faltando a las expectativas que se fijaron. “Por eso la coherencia y la transparencia son fundamentales, así como la reflexión constante que toda compañía debe hacerse acerca del impacto que está tratando de generar a través de las iniciativas que impulsa y preguntarse: ¿es esto transformacional y estratégico para el negocio o es algo periférico?”, agrega.

Para el exdirector de crédito público, César Arias, la receta para combatir el greenwashing se define en tres palabras que, en realidad, solamente son una: transparencia, transparencia y transparencia. Y es que esa fue su premisa principal durante el gobierno de Iván Duque a la hora de blindar tanto a los proyectos de bonos verdes como la taxonomía verde, creada en dicha administración y descrita por Arias como “un diccionario que define qué es verde y qué no lo es”.

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El riesgo de caer en el greenwashing implicaba la posibilidad de engañar a los inversionistas en temas verdes al ponerle un sello verde algo que no lo es. Por ello, la decisión fue restringir el ejercicio de financiación sostenible a proyectos y actividades donde realmente se pudiera certificar que fueran verdes y, a través de eso, generar un círculo virtuoso para que esa proporción creciera alrededor del tiempo.

“Cuando nosotros miramos por primera vez el presupuesto público, había sumas de inversiones que parecían verdes, pero que cuando fuimos y las verificamos internamente con especialistas, con científicos, y luego externamente con auditores independientes internacionales, nos dimos cuenta que simplemente había cerca de $2 billones”, señaló Arias.

Otro aspecto a tener en cuenta es que muchos de los proyectos de transición energética e infraestructuras sostenible pueden tardar en desarrollarse hasta 10, 15, 20, o incluso 30 años. Por eso se requiere un compromiso de largo plazo, no solo del gobierno de turno, sino del Congreso, de las Cortes, de la ciudadanía y del sector privado para que se pueda realizar esta transición y para que haya el financiamiento adecuado de acuerdo a las necesidades.

En ese sentido, no es un proceso que se da de la noche a la mañana; al contrario, requiere de un compromiso latente en toda la estructura empresarial (desde los líderes y los empleados, hasta los clientes), así como de inversiones en tiempo y recursos. 

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Paola Shue-Vásquez, gerente de Asuntos Corporativos y Comunicaciones de Upfield LATAM, la empresa más grande de alimentos a base de plantas, detalló que hay otros dos conceptos que son primordiales: innovación e investigación. “Upfield tiene recursos destinados a estos dos componentes, que son los que nos permiten seguir trabajando para que nuestros productos sean cada vez más saludables y menos dañinos para el medio ambiente. Y a revisar en detalle toda la cadena de producción pues en ella se encuentran diferentes alternativas para hacer aportes significativos que nos permitan ser cada vez más sostenibles”, apunta.

Todas y cada una de estas acciones deben ser medibles con el fin de evaluar qué hace falta para la consecución de los objetivos propuestos, cuáles resultados son favorables y cuáles pueden mejorar, qué elementos demandan más atención. A su vez, esta información debe ser transparente para los distintos grupos de interés.

Las lecciones de empresas que llevan la delantera en esta materia demuestran cómo es posible transformar esa noción de sostenibilidad como una obligación regulatoria y un gasto para la organización y volverla una ventaja competitiva más allá de lo meramente reputacional, que tenga un retorno de inversión positivo, que se extienda a los demás actores de la cadena productiva. 

Desafíos pendientes

Sin duda, el rápido y constante cambio del mundo también impone ciertas condiciones retadoras en el camino a ser más sostenibles, porque implica una lectura oportuna y acertada de esas nuevas agendas que se definen alrededor de los criterios ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ASG).

“Los desafíos cada vez son más grandes, pues así el planeta lo demanda. Las personas y reguladores son cada vez más conscientes de la importancia del cumplimiento de políticas ambientales y este es un reto que obligará a las organizaciones a ser cada vez más verdes”, detalla Borromei, presidente de Oracle en Colombia. Entre esos temas que van escalando en la conversación se lista, por ejemplo, la economía circular, que plantea una serie de desafíos para que las empresas aprovechen al máximo sus recursos y materiales mientras reducen sus desperdicios, añade el ejecutivo. 

Para Arias, otro reto que no se puede ignorar apunta a la necesidad de acelerar el proceso de atracción de recursos que no necesariamente impliquen deuda, tanto en las empresas del sector público como en el privado. Por esto es tan importante el desarrollo de la taxonomía verde en áreas estratégicas, pues a su juicio, los países de todo el mundo enfrentan naturalmente este tipo de restricciones presupuestales fiscales.

Igual de imprescindible para afianzar la sostenibilidad -y que está en los pendientes de las empresas- es valerse de la tecnología como un propulsor de ese proceso, ya sea en la optimización de la operación o en la recolección de datos. 

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Para Duque, de SAP, la tecnología es una gran aliada. “Las empresas pueden obtener información de todas sus operaciones y de las de su cadena de suministro para tomar mejores decisiones, gracias a la tecnología que permite disponer de una visión holística de los datos financieros y no financieros, ayudando a crear cadenas de valor inclusivas, sostenibles y resistentes”. 

Con seguridad, el mayor de los retos es seguir aprendiendo cómo afrontar esta transición, pero es una pedagogía que debe vincular a cada uno de los grupos de interés, en especial a quienes están al interior de la organización, para que también tengan ese chip ‘más sostenible’ y dimensionen cómo sus acciones influyen en el logro de esos objetivos. 

Así lo ratifica San Martín, quien concluyó que “el desafío fundamental es la educación de la plantilla en todo lo relacionado con sostenibilidad y circularidad; de esa formación saldrán miles de oportunidades de mejora y desarrollo para las organizaciones”. De lo que no cabe duda es que se seguirá hablando de sostenibilidad en las empresas, cada vez más comprometidas desde las acciones y no solo en su discurso. Lo que sí se debe analizar con mayor profundidad es cuál será el razonamiento que se manejará a la hora de definir las buenas prácticas ambientales. La cuestión es si todo aquello que es tendencia a nivel global puede ser realmente útil.

#NuestraRevista Este es un artículo publicado en nuestra edición de la revista Forbes Colombia de septiembre.  Si desea recibir esta información de primera mano en nuestra revista física, ingrese aquí para suscribirse.