Bienvenidas todas las ideas, aportes y visiones para construir, de manera conjunta, “una educación superior de calidad para todos los colombianos”.

Para superar marcas olímpicas y romper récords mundiales, un atleta de alto rendimiento necesita sus dos piernas en un nivel óptimo de forma y en perfecta sincronía. En el modelo mixto de educación superior, las dos piernas del atleta son el sector oficial y el privado. En el esfuerzo conjunto entre ambos sectores por aumentar la cobertura en educación superior, es vital seguir fortaleciendo un sistema perfectamente balanceado entre los dos pilares que lo sustentan.

No pareciera lógico pedirle al atleta que ejercite sólo una de sus piernas y que pierda la masa muscular desarrollada en la otra, cuando la meta del gobierno es generar 500 mil nuevos cupos en los próximos tres años; y esta es solo la carrera de 100 metros planos, el reto inmediato. Menos lógico resulta atender la apuesta de largo plazo, conquistar la maratón que implica el Proyecto de Ley Estatutaria de la Progresividad para garantizar el derecho fundamental a la educación superior en un plazo de 15 años. Para esta maratón se requiere un atleta con sus dos piernas en máxima capacidad.

El sistema mixto funciona y ha dado resultados. Las cifras del Sistema Nacional de Información de la Educación Superior -SNIES- muestran que entre 2012 y 2022 el país pasó de una cobertura, en pregrado, del 44% al 55%. En cuanto a la matrícula por sector, la oficial aumentó, en ese mismo periodo, de 1.017.138 a 1.341.339 estudiantes, mientras que la privada pasó de 912.449 a 1.124.889 estudiantes, es decir, un crecimiento del 23%.

Bienvenidas las reformas, por supuesto, pero no en detrimento de un sistema mixto que ha sido valioso para el país. A la luz de lo que se ha observado en el articulado de reforma a la Ley 30 que propone el gobierno, el marchitamiento programado del ICETEX no parece ser un buen mensaje, al menos sin dar cabida otro tipo de ayudas financieras, como los créditos contingentes al ingreso, ajustados a las capacidades de pago de las familias y con tasas razonables; los fondos de garantías y el apoyo de la empresa privada. Todo esto fomentado desde el Estado, como es mandato constitucional.

Dicho fomento estatal de la educación no oficial, además de ser crucial para el balance del sistema mixto, es perfectamente lógico cuando en Colombia la educación superior privada, jurídicamente, no tiene ánimo de lucro. Por esto, el rol del Estado es fundamental para estimular y garantizar diversas opciones de financiamiento que permitan a más jóvenes acceder libremente a la educación superior no oficial.

La reforma a la Ley 30 nos presenta a una oportunidad de oro para cimentar las bases de un sistema de educación superior que no solo responda a reclamos históricos en términos de calidad, inclusión, acceso equitativo y permanencia, sino que se sintonice con los desafíos del futuro. En ese propósito, la primera versión del proyecto de ley gubernamental, que está en circulación para observaciones, deja un sinsabor por su limitado alcance, poca visión futurista y, particularmente, ausencia de construcción colectiva.

No solo se queda corta en su intención de transformar el sector, sino que las apuestas allí consignadas parecieran condenarnos al pasado y borran de un plumazo los esfuerzos realizados años atrás por trazar, de manera consensuada entre el sector oficial y el privado, la ruta de la educación superior que el país sueña y necesita.

Siguiendo con la analogía del atleta, en la carrera por pasar de “un modelo de crecimiento económico basado en rentas a uno en donde el capital humano y el conocimiento sean la base del crecimiento”, como bien lo señaló la misión internacional de sabios que se conformó en 2019, las iniciativas por reformar el sistema educativo deben estar enfocadas en impulsar un ‘ecosistema’ dinámico, flexible, integral, articulado, globalizado y con una fuerte apuesta por la investigación y el desarrollo científico. Esa es la medalla de oro.

Formar los talentos y perfiles que demanda el sistema productivo requiere, sin duda, la convergencia de una oferta académica pública y privada, que no solo permita avanzar en cobertura, calidad, inclusión y equidad, sino que brinde la posibilidad de contar con una oferta diversa de programas en distintas áreas del conocimiento, enfocadas en responder a las demandas del mercado laboral de los próximos años, que estará mediado por un mercado laboral y productivo que exige competencias y habilidades muy puntuales, sobre todo en lo digital.

Bienvenidas todas las ideas, aportes y visiones para construir, de manera conjunta, “una educación superior de calidad para todos los colombianos”, cuyo abrebocas quedó trazado en el ‘Acuerdo por lo Superior 2034’, un esfuerzo colectivo por conciliar miradas y posiciones en torno a una propuesta de política pública que defina el rumbo del sector. No desconozcamos el camino recorrido en la articulación de esta visión a largo plazo; no debilitemos las piernas de un atleta que ha venido preparándose de manera juiciosa para competir al más alto nivel.

Por: Rolando Roncancio Rachid*

*El autor es rector de la Universidad de La Sabana.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.

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