Nuestro sistema económico actual es eficiente pero no muy resiliente. Debemos entonces buscar que nuestros sistemas humanos sean resilientes.
Pensar en sistemas significa visualizar puntos de intervención y probabilidades de colapso. Dos conceptos que suelen ser antagonistas en esta manera de entender el mundo son la eficiencia y la resiliencia. Usualmente los sistemas que son muy eficientes tienen una sola entrada y una salida, no son resilientes en el escenario de que algo le pase a las partes que lo componen. Pensar en resiliencia significa lograr sistemas que respondan de manera apropiada en caso de que una parte del sistema no funcione.
Debemos buscar las dos. Hemos creado un sistema económico global; bajo las narrativas de las ventajas competitivas hemos conectado distintos mercados y creado dependencias globales de suministros críticos. Un ejemplo evidente fue la inflación que vivió el mundo entero en 2022 por la guerra de Ucrania y Rusia. ¿Cuál es el futuro de la transición energética si Argentina y Chile deciden nacionalizar sus reservas de minerales y restringir su venta? Las proyecciones económicas que enseñan en la economía neoclásica se hacen mediante modelos con variables predefinidas; los puntos críticos, dependencias unilaterales y cambios en el sistema no hacen parte de su campo de acción. La economía neoclásica no sabe cómo manejar estas preguntas.
Visto desde esta óptica podríamos decir que nuestro sistema económico actual es eficiente pero no muy resiliente. Debemos entonces buscar que nuestros sistemas humanos sean resilientes, pero también suficientemente eficientes para proveer a todos lo suficiente para que tengan una vida plácida. Tremendo rompecabezas. Un buen paso para mapear cómo podemos crear sociedades en bienestar puede ser preguntarnos, ¿Resiliencia para qué? ¿Cuáles son los elementos que debemos cuidar para asegurar una buena vida para todos? Comida, salud, hogar. Finalmente las posibilidades de resolver los problemas de nuestras sociedades se basan en cuáles son las actividades en las que se enfocan sus ciudadanos, que dictan la estructura y la función de nuestro sistema productivo. Al mapear nuestros sistemas seguro nos daremos cuenta que una cantidad sobredimensionada de energía, esfuerzo y tiempo lo estamos gastando en mantener los estilos de vida consumistas de clases privilegiadas que muy poco contribuyen al bienestar de la sociedad en su conjunto.
Esta columna se inspira en una conversación que tuve con una profesora de mi maestría donde yo le pregunté cuál es su opinión del movimiento de ecoaldeas que está naciendo en América Latina. Ella, brillante siempre, me comentó que en el espectro entre eficiencia y resiliencia, este sistema permite que la humanidad en conjunto tenga una alta resiliencia, ya que cada ecoaldea busca ser autosuficiente y el colapso de alguna de éstas no afectaría enormemente al resto de la humanidad, pero que eran muy poco eficientes en su uso de la tierra y estructuras de gobernanza, por lo que se hacían inviables como modelo dominante de humanidad.
Por: Daniel Gutiérrez Patino*
*El autor es fundador de Saving The Amazon
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