Juan Ricardo Ortega, presidente de la multilatina, afirma que la discusión sobre la transición energética debe girar alrededor de la oferta de gas y dice que el país debe reabrir la discusión sobre la construcción de proyectos hidroeléctricos.

En un reciente evento, el presidente del Grupo Energía Bogotá, Juan Ricardo Ortega, dijo que más que el riesgo de un apagón en el corto plazo, le preocupa el aumento en los precios de la energía y que, como resultado de ello, si hay un cambio en las reglas de juego para enfrentar el alza de las tarifas, los inversionistas decidan que no vale la pena ejecutar nuevos proyectos en el sector.

“Colombia necesita US$7.000 millones para garantizar el suministro de energía en los próximos años, pero si no hay un retorno de la inversión competitivo los proyectos no se van a ejecutar”, dijo Ortega en diálogo con Forbes. “Acá toca entender algo importante de este sector, los proyectos se hacen con deuda y la deuda soberana ha subido de forma importante”.

Sobre el aumento reciente en las tarifas de energía, explicó que las hidroelécticas de Colombia -con excepción de Guatapé- duran muy poco tiempo, lo que ha obligado a los generadores a almacenar agua para enfrentar una eventual escasez del líquido a raíz del fenómeno de El Niño.

“Ituango que es gigante ahora no está teniendo suficiente agua. Guavio no aguanta dos meses de generación continua. Betania aguanta una semana a tope. O sea, si deja de llover en el país, Betania queda muy disminuida y el Guavio en dos meses. Estamos hablando de un proceso que puede llegar hasta junio o julio del año entrante, estamos hablando de ocho meses”, explica. 

Al contexto retador, hay que añadir la dificultad para la ejecución de proyectos de infraestructura lineal e incluso de energías renovables no convencionales, como lo advirtió la multinacional francesa EDF que  decidió retirarse de un proyecto de energía solar en Girardot, Cundinamarca, por retrasos significativos en los permisos y licencias ambientales por parte de entidades locales.

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Para Ortega, la retórica sobre la transición energética “que se inventaron desde el gobierno anterior y continúa”- es totalmente equivocada. “En Colombia la transición no tiene nada qué ver con el sector eléctrico. El sector impacta máximo 8% en las emisiones de carbono. Acá el problema son la deforestación, la ganadería, el uso del suelo que explica el 60%. Después de eso, transporte es otro 20%. Allí tiene el 80%”. 

A juicio suyo, si el país resuelve ese 80% habrá dado pasos gigantescos. “Transporte es un tema muy grueso y allí estamos convencidos de que el gas es el instrumento clave de la transición energética, y por eso la importancia de la exploración y de que se generen todos los mecanismos de darle certidumbre al país de que va a haber oferta de gas a mediano y largo plazos a precios razonables”.

Para el presidente del GEB, el país perdió la visión de que en este momento de la historia lo grave es que no se ejecuten los proyectos que garanticen la transición energética y disipen la posibilidad de un racionamiento en el mediano plazo.  

“Noruega genera con hidroeléctricas y está supercomprometido con la transición energética. Colombia debería volver a abrir la discusiòn de las hidros en este momento, y sin duda eólica y solar que van a depender mucho de cómo logremos ejecutar la Línea Colectora”, que integrará al país las energías renovables no convencionales que se producirán en La Guajira.

En diálogo con Forbes, Ortega explicó que, aunque el proyecto va bien, 2024 será un año clave para su éxito. “Todo el mundo está viendo cómo ejecutamos. Si ejecutamos bien en tiempo la inversión se va a dar, pero si la gente ve demoras y trabas, paros y bloqueos, y que hay que hacer más de 200 consultas es muy probable que la inversión se demore o no se haga nunca”.

En la entrevista, el presidente del GEB enfatizó en la dificultad de ejecutar todo tipo de proyectos en el país. “Nosotros presentamos estudios ambientales en Colombia de 9.000 páginas y para construir una torre de transmisión toca hacer estudios de aguas profundas cuando una torre no las toca en ningún escenario”.

Por eso, en palabras suyas, si el país no entiende que el impacto más grande para una sociedad es que no se hagan los proyectos “más que lo que se haga, va a ser difícil eliminar las principales trabas para ejecutar lo que puede permitir que el crecimiento de la economía se reactive, y para garantizar el abastecimiento energético del país en los próximos años”.