Solo hasta final de este año, o incluso inicios del siguiente, debería darse un ajuste en la tasa. ¿Por qué?
Para nadie es un secreto que se vive un ambiente de gran incertidumbre en torno a la política monetaria y las futuras decisiones de la Junta del Banco de la República. Hace unas semanas, diversas personalidades del ámbito económico expresaron sus opiniones y sostenían que el Emisor debería considerar la posibilidad de iniciar el proceso de disminución de tasas de interés, como una medida para salvaguardar la salud de la economía productiva, potenciar la situación económica proyectada para 2024 y optimizar las condiciones de financiamiento para los proyectos de inversión.
No hay duda de que la economía colombiana está inmersa en un proceso de desaceleración. Los últimos datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) sobre el Indicador del Seguimiento a la Economía (ISE) revelan que agosto de 2023 ha tenido la menor tasa de crecimiento registrada endicho periodo, a excepción del año de la pandemia. El comercio y la industria lideran la contracción, pues ya acumulan más de siete meses en terreno rojo. Los mayores costos de financiamiento, que han obstaculizado la expansión de la demanda agregada al disminuir la colocación de crédito, ha sido una de las principales razones de esta caída.
No se debe desconocer que las decisiones del Banco de la República han sido históricamente oportunas y con el efecto esperado en el comportamiento de la inflación. De hecho, el más reciente dato de inflación interanual en Colombia, que fue el de septiembre, estuvo en 10,99%, lo que representa una caída de 235 puntos básicos desde marzo de este año, cuando se alcanzó el pico más alto de la inflación (13,34%). Mientras tanto, la inflación básica, que elimina los componentes volátiles de la energía y los alimentos, disminuyó en 30 puntos básicos, llegando al 9,79% interanual.
Aunque la inflación y las expectativas de inflación se han moderado, es importante recalcar que aún se ubiquen por encima del techo del rango esperado del Banco de la República, que es 4%. De hecho, según la encuesta mensual de estimaciones económicas realizada por el Emisor, la inflación cerraría el año en un rango de 9% – 10%. Desde el área de Investigaciones Económicas, esperamos que el año finalice con una tasa de 9.48%.
Ha sido usual ver comparativas frente a la región latinoamericana, como un argumento para que el Banco de la República considere el inicio pronto de reducción de las tasas. Sobre esto, se debe decir que la narrativa de la política monetaria de Colombia difiere entre países desarrollados y emergentes, debido a las particularidades del ciclo económico. Prueba de ello es que la tasa de interés real de Colombia es comparativamente más baja que otros países pares, como Brasil, México y Chile, pues mientras la inflación de la región continúa disminuyendo, la de Colombia lo hace a un menor ritmo.
El Banco de la República debe seguir actuando con cautela, para preservar la confianza de la política monetaria del país y la estabilidad macroeconómica. Esto es crucial para mantener una percepción favorable en el ámbito internacional, algo que, hasta el momento, ha sido uno de los activos más importantes del país. Sobre todo, cuando estamos inmersos en un contexto de riesgo inflacionario al alza, de la mano de varios factores. Primero, el incremento del precio de la gasolina y el ACPM. Aunque destacamos la labor del Gobierno en este frente para ayudar a garantizar la sostenibilidad fiscal, no debemos ignorar el hecho de que el componente que más ha contribuido al incremento del IPC es el combustible para vehículos. Desde septiembre de 2022 y hasta octubre de 2023, el precio de la gasolina corriente subió $4,784 pesos, alcanzando un nuevo nivel promedio de $13,964 pesos. Todavía hay una ventana amplia para actuar en lo que resta del 2023 y todo el 2024, de mano de nuevos incrementos en la gasolina corriente y el inicio de las subidas en el precio del ACPM. En ese sentido, el Banco de la República deberá monitorear los precios del transporte antes de cualquier reducción de tasas.
Segundo, la intensidad del Fenómeno del Niño, que afecta los cultivos y, por ende, los precios en los alimentos. La temperatura de la superficie del agua en el océano pacífico ya supera los umbrales del Fenómeno del Niño, al mismo tiempo que las anomalías en el clima del trópico se aleja del promedio histórico. La alta probabilidad de que este fenómeno ocurra con una alta intensidad le da al Banco de la República argumentos adicionales para actuar con prudencia, en la medida en que un evento climático de este tipo influye en las decisiones de inversión de los productores agrícolas, lo que podría disminuir la oferta de productos y resultar en un aumento de los precios. El impacto del Fenómeno del Niño ya va más allá de los alimentos, pues este también podría presionar los precios de la energía eléctrica. Conforme el nivel de los embalses nacionales disminuye con la sequía, la oferta de generación de energía de corto plazo estaría limitada, elevando los precios del mercado.
Tercero, un alza en los precios internacionales del petróleo condicionada al escalamiento en el conflicto de Israel-Palestina. Si bien hasta ahora los mercados han mantenido una respuesta relativamente contenida debido al impacto económico limitado de los países involucrados en el conflicto actual, persiste la preocupación por la posibilidad de que el conflicto se extienda por la región, particularmente a Irán, lo que podría tener consecuencias más amplias y significativas en la economía global, incluida la colombiana. La consecuencia directa estaría sobre los precios del petróleo, que alimentaría las preocupaciones de que la inflación vuelva a subir.
Cuarto, un mercado laboral colombiano que luce verdaderamente fortalecido, con lo cual surgen inquietudes respecto de la debilidad de la economía en especial de la demanda agregada. El más reciente dato de desempleo de Colombia, correspondiente a agosto de 2023, mostró que el desempleo nacional pasó a 9.3%. Al considerar datos desestacionalizados y comparar con otros meses, este es el menor desempleo desde 2001, según el registro del Dane. Este informe pone de manifiesto la robustez que ha adquirido el mercado laboral y la solidez de los consumidores en la economía. En efecto, una demanda saludable contribuye a mitigar el deterioro económico.
Quinto, y finalmente, hay otros factores a considerar, como la volatilidad del peso colombiano, el efecto de la indexación del próximo año y los precios de los arrendamientos que siguen elevados.
En conclusión, se resalta la necesidad de seguir monitoreando y evaluando cuidadosamente el comportamiento de la inflación antes de considerar cualquier reducción de tasas de interés por parte del banco central. Creemos que, solo hasta final de este año, o incluso inicios del siguiente, deba darse un ajuste en los tipos de interés. Por supuesto, todo dependerá de los datos entrantes y la evolución de las perspectivas económicas, aunque, por el momento, los indicios parecen sugerir que no es apropiado reducirla por el momento, sin olvidar que se debe preservar el valor moneda. De reducir la tasa de interés de manera anticipada, habría una asincronía con las decisiones de la Reserva Federal de los Estados Unidos, así como de la mayoría de los bancos centrales de países desarrollados, motivando a los inversionistas a retirar capital del país para buscar mejores rentabilidades.
Por: María Alejandra Martínez*
*La autora es directora de Investigaciones Económicas de Acciones & Valores.
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.
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