¿Puede el turismo convertirse en el primer generador de ingresos del país? Para responder a esta pregunta hay que formular una superior: ¿cuenta Colombia con lo necesario para apostarle al turismo como sostén de su economía?

Quiero comenzar con una pregunta: ¿Puede convertirse el turismo en el primer generador de ingresos de un país que ha tenido en la agricultura, la ganadería y la minería sus mayores fuentes de ingresos económicos?

Este interrogante no es menor, porque esa posibilidad conlleva una transformación de mentalidad que permita pasar de depender de los modelos productivos tradicionales de dicho país a poner toda las esperanzas económicas en un sector que, aunque no es la base de las finanzas locales, sí tiene un gran potencial, pero que requiere de un gran esfuerzo entre diversos sectores públicos y privados para alcanzar ese propósito.

Me refiero a Colombia, cuyo carácter exportador está conformado, en la actualidad, por combustibles, aceites crudos de petróleo o de minerales bituminosos, café, carbón, banano, flores (en especial en fechas como San Valentín), ferroníquel y aceite de palma, principalmente.

Convertir el turismo en una fuente frecuente de ingresos y de flujo constante de inversiones, al punto de convertirlo en el principal rubro económico, es uno de los objeticos que persigue con decisión el actual Gobierno nacional.

La principal evidencia de eso es la Política Pública de Turismo 2022 – 2026, denominada ‘Turismo en armonía con la vida’, presentada en febrero de este año y que tiene como objetivos principales fortalecer las capacidades de las comunidades, el desarrollo de los territorios, cuidar el medio ambiente, potenciar la economía sostenible y promover la inclusión de zonas históricamente excluidas con el fin de hacer posible la justicia social y ambiental.

Lo que el primer mandatario colombiano busca con todo esto es hacer del turismo una industria que esté en armonía con la vida, que sea sostenible, protectora del medio ambiente y aporte a la construcción de paz en los territorios mediante nuevos ingresos económicos, y que sea uno de los habilitadores de la transición económica.

Esta política pública motivó mi pregunta inicial.

Existen casos de países cuyos PIB cuentan con una gran participación del turismo. Por ejemplo, Croacia (25%), Islandia (19%) o Malta (14,2%). En Colombia, al cierre de 2022, el sector aportaba el 2,1% al Producto Interno Bruto nacional.

En este punto, quiero formular otra pregunta: ¿Cuenta Colombia con lo necesario para apostarle de esa manera a la industria turística como principal sostén de la economía local?

Creo que sí. Y permítanme enumerar las razones para el optimismo: una gran megadiversidad, playas sobre dos océanos, variedad de climas en apenas cien kilómetros de recorrido, centros históricos, terminales aéreos modernos o en proceso de serlo, crecimiento del bilingüismo, importantes cadenas hoteleras, selvas, desiertos, montañas, nevados, lagos, lagunas, variada y muy rica gastronomía, enormes ciudades, pueblo pequeños y encantadores, proveedores de servicios turísticos, agencias de viajes, parques naturales, destinos religiosos, catedrales subterráneas, rancherías.

En fin, el ecosistema de la industria del turismo en Colombia es muy completo e involucra a cerca de un millón de personas. Convertir este sector en el motor económico número uno implicaría, sin duda alguna, un crecimiento de esa base laboral, con mayores beneficios monetarios para las regiones.

El Ministerio de Comercio, Industria y Turismo ha formulado unas expectativas muy interesantes. Así, se espera que el número de turistas extranjeros que lleguen al país sea, a diciembre de 2023, de 5,44 millones. Para 2026, esa cifra deberá crecer hasta los 7,5 millones de visitantes (12 millones de visitantes en un panorama mucho más optimista).

Además, el ministerio estima que las exportaciones del sector crecerán hasta los 9.906 millones de dólares a 2026, cerca de 2.000 millones de dólares más que en 2022.

Por otra parte, el Gobierno calcula que se generarán, a 2026, 300.000 nuevos puestos de trabajo en el sector.

Quiero terminar señalando que, cualquier esfuerzo que se haga en pro del fortalecimiento de la industria turística en Colombia, debería ser bien aprovechado para que, quienes formamos parte de ella, generemos el volumen de economía que necesitan el país y sus habitantes.

Desde esos rústicos y acogedores hospedajes familiares en el desierto de la Tatacoa, pasando por metabuscadores como el nuestro, hasta el hotel en cabeza de playa en Cartagena, Santa Marta o San Andrés, las aerolíneas, los restauranteros, el guía de los lugares históricos o los museos, y los operadores locales de turismo, todos, constituimos una fuerza capaz de hacer que Colombia se convierta en uno de los destinos que cualquier persona en el mundo contemple como opción real para vacacionar o viajar en plan de negocios.

¿Lo lograremos? Queremos. Y podemos. Como se dice en el país, ‘tenemos con qué’.

Por: Carolina Montenegro*
*La autora es VP & General Manager, KAYAK Latam.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.

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