El fenómeno libertario manifiesta la ubicuidad de nuestro sistema económico, al confundir la libertad con el libre mercado.

Escribo estas palabras enterándome que Javier Milei, el libertario, es el siguiente presidente de Argentina. Me asombra cómo un pueblo culto haya escogido a un hombre que niega el cambio climático y quiere suprimir el ministerio de Ambiente en momentos de la sexta extinción masiva de la vida en la tierra. Uno de los argumentos de Milei era el rechazo a la agenda 2030, un ataque frontal al sistema multilateral, por considerar que no está en los intereses de Argentina el apoyar agendas internacionales; la verdad es que los retos humanos son cada vez más globales.

Lo que Milei representa también es el más postulado neoliberal: que la libertad del mercado permitirá al humano lograr su mejor potencial, que la competencia genera progreso y que la métrica última del progreso es la acumulación del capital. Es una lógica atractiva porque es reduccionista y fácil de conceptualizar, al reducir la complejidad de nuestro orden social a una meta precisa y a un modelo de desarrollo lineal, es más fácil parecer coherente y defender una ideología. La libertad de mercado como estándar de sociedad y el ánimo de lucro es lo que tiene a la humanidad al borde del colapso ecológico y con una desigualdad gigantesca.

La ideología neoliberal se enfoca principalmente en las libertades “negativas”, que son las de no tener limitaciones impuestas por alguien o la sociedad; pero las que no hacen parte de su marco conceptual son las “positivas”, las de realmente tener las capacidades mentales, físicas y sociales para ejercer su libertad. Como dice la icónica frase “en el capitalismo eres libre de trabajar donde quieras, pero también eres libre de morir de hambre”. El fenómeno libertario manifiesta la ubicuidad de nuestro sistema económico, al confundir la libertad con el libre mercado; su estrategia es apoderarse de un concepto fundamentalmente filosófico y nebuloso y definirlo de una manera estrecha.

Entiendo el atractivo de la ideología libertaria, finalmente en el mercado son las organizaciones y las personas que ofrecen servicios de mayor valor para la sociedad los que terminan imponiéndose, pero la verdad es que las civilizaciones humanas no tienen un criterio suficientemente apropiado como para afirmar que todo lo que tiene un mercado realmente genera valor. Jets privados para los ultraricos, fentanilo, prostitución infantil; todos estos existen porque hay mercados para ellos pero solo contribuyen a degradar más y más a nuestras sociedades. Además, que el lucro económico sea el mecanismo de recompensa por ofrecer servicios en nuestro sistema nos hace pensar que esa debe ser la meta de la vida y del sistema económico, cuando en tiempos de crisis ecológica es imperativo que transformemos nuestros sistemas de valores (y sistema económico) hacia el cuidado, el altruismo y el amor; ninguno de esos tres conceptos hacen parte del discurso libertario, a menos de que sea para ofrecer alguno de éstos a un precio de mercado.

Por: Daniel Gutiérrez Patino*

*El autor es fundador de Saving The Amazon

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.