¿No debería la inteligencia artificial estar al uso de resolver los profundos problemas de la humanidad y no solo de los problemas que tienen un modelo de negocio? Esa duda podría extrapolarse a los límites de la economía de mercado para resolver la crisis ecológica.

No me preocupa demasiado que sea la inteligencia artificial quien dicte los mejores patrones de consumo y que proyecte los mejores escenarios de transición energética o de transformación de nuestros sistemas alimentarios. Me preocupa más que la inteligencia artificial sea, otra vez, un mecanismo utilizado para quitarle poder a las comunidades más vulnerables y para incrementar el capital de las clases privilegiadas.

¿Hoy a conveniencia de quién se está usando la inteligencia artificial? De manera tajante lo puedo decir: De acuerdo a los intereses del capital. Lo que ha sucedido en el mundo ambiental ha sido interesante, lo que más se ha desarrollado han sido tecnologías y mecanismos para cuantificar gases de efecto invernadero (los que se emiten y generan el cambio climático). Esto ha sucedido porque las empresas buscan medir sus huellas de carbono, reducirlas y luego el remanente mitigarlas mediante bonos de carbono; lo cual ha desarrollado un mercado gigantesco.

En ese sentido, quiero darle un parte de tranquilidad a los que piensan que la inteligencia artificial puede servir como el potencial mecanismo de una eco-dictadura y que más bien nos cuestionemos ¿No debería la inteligencia artificial estar al uso de resolver los profundos problemas de la humanidad y no solo de los problemas que tienen un modelo de negocio? Esa duda podría extrapolarse a los límites de la economía de mercado para resolver la crisis ecológica.

Otra gran pregunta de las innovaciones que permite la inteligencia artificial se refieren al poder y a la gobernanza de las comunidades locales sobre sus territorios. Las comunidades indígenas se han ganado un enorme espacio en la narrativa ambiental porque no tienen una visión del sistema social desarrollista y por su cultura ecocéntrica. Hoy muchas empresas están llegando a ofrecerle mecanismos de medición de carbono y biodiversidad a las comunidades indígenas, prometiéndoles dinero por conservar sus territorios a cambio de créditos de biodiversidad y de carbono, pero a cambio quitándoles el poder de que se relacionen con sus bosques desde sus propias ontologías y epistemologías. Qué triste pensar que una comunidad que veía a su selva como el lugar donde viven los espíritus de sus antepasados lo empiecen a ver como un reservorio de carbono. Ninguna tecnología es desprovista de luchas de poder y éste lo suele tener quien tiene el conocimiento.

Pero, ¿Cómo evitar que esto pase? Vuelvo al mismo argumento, es importante que quien tiene el poder no sea una institución o grupo social que tenga pretensiones egoístas y/o coloniales. Por ejemplo, usualmente los desarrolladores de proyectos de carbono tienen como meta final el lucro económico, por lo que empoderar a la visión ecocéntrica del mundo indígena no es su prioridad. Necesitamos más control de lo público y narrativas de diálogos de saberes.