La industria cinematográfica de Colombia apenas está consolidando su posición en la economía nacional. Si bien ha dejado buenas sensaciones con avances destacados en los últimos años, aún hay detalles que ajustar para que el buen momento perdure por largo tiempo.

El director Gustavo Nieto Roa tiene un dicho muy peculiar: no hay mejor negocio que el cine porque permite utilidades del 100% y hasta del 200%. “Eso no lo consigues con ningún otro”, dice en diálogo con Forbes. En más de 50 años de historia del cine en Colombia, Nieto Roa fue el primero en lograr que una cinta colombiana ganara US$2 millones en Estados Unidos.

Esta hazaña se dio en 1980 con ‘Amor Ciego’, la sexta película de una filmografía que había arrancado con ‘Aura o las violetas’, su ópera prima. No obstante, Nieto Roa considera que las cintas que pavimentaron el camino hacia un cine colombiano que “ya no era experimental” fueron ‘Esposos en vacaciones’, la primera que logró captar atención masiva de la audiencia nacional, y ‘El taxista millonario’, que convocó a 3,2 millones de personas en 1979. Una cifra récord para entonces.

“Todos querían hacer cine en Colombia a comienzos de los 70, pero nadie tenía un centavo”, añade. Las pocas oportunidades que tenían los realizadores colombianos estaban en los ‘cortos de sobreprecio’, una medida que estipulaba que cada película que se exhibiera en el país tenía que ir acompañada de un cortometraje hecho por un colombiano. Con esta decisión, 10% del sobreprecio iba para el dueño de la sala, 10% para el dueño del producto y 10% para el dueño de la película. 

Aparte de esto, no existía nada que permitiera desarrollar una actividad cinematográfica en Colombia, pero sí se soñaba con crear un escenario. Esa motivación llevó a que, entre 1972 y 1973, se agruparan hasta 20 directores de cine que regresaban de sus estudios en Europa, con solo una cámara en las manos, a ver cómo empezaban. Pocos años después, la Compañía de Fomento Cinematográfico (Focine) les dio un crédito para hacer el primer estudio cinematográfico del país, pues antes no había herramientas para hacer posproducción ni sonorizar una película. 

Tres décadas después, la industria dio pasos de gigante. Entre 2009 y 2019, los ingresos tuvieron un aumento de 15% en Colombia y llegaron a US$2.300 millones en el 2021, según los datos más recientes del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). 

¿Cómo se logró?

Para entender este impulso, es importante destacar que Colombia tiene un marco legal sólido y único en Latinoamérica, lo que le ha permitido respaldar la industria audiovisual con la Ley 814 de 2003, también conocida como ‘Ley del Cine’, que traza las políticas para el desarrollo cultural, artístico e industrial de la cinematografía nacional. También se destaca la Ley 1556 del 2012, que promueve al territorio nacional como patrimonio cultural para la filmación de producciones audiovisuales, así como la actividad turística y promoción de la imagen del país.

Siguió una serie de decretos y regulaciones posteriores que solidificaron estos marcos legales y les permitieron crear el entorno propicio para el crecimiento al introducir incentivos fiscales y financieros. Entre ellos está el certificado de descuento tributario en cine o el tax credit que rebaja hasta 35% los gastos en servicios audiovisuales y logísticos, lo que ha atraído a productores de muchos países.

Otros fomentos a la producción local llegaron con la creación del Fondos de Desarrollo Cinematográfico (FDC) y el Fondo Fílmico Colombiano (FFC) con una devolución de hasta 40% en los gastos de servicios audiovisuales y un 20% de los gastos de servicios logísticos. Estos recursos han sido cruciales para la evolución de la industria local.

En el terreno internacional, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) destacó a Colombia como uno de sus estados miembros que más invierte en cultura, más aún cuando dicha cartera recibió la asignación más alta de su historia, con $1,4 billones en el Presupuesto General de la Nación (PGN). 

La líder en innovación y creatividad en el Grupo BID, Alejandra Luzardo, explicó a Forbes que de ahí salen dos cosas complementarias: la primera es que acceder a un préstamo en un banco implica “crear nuevos productos financieros que entiendan la industria”.

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Lo segundo tiene que ver con las subvenciones de Colombia para promover la herencia audiovisual del país. Entre 2006 y 2020, esta herramienta benefició a 181 proyectos y atrajo una inversión total de unos $3.115 millones, impulsando la representación de grupos minoritarios y la diversidad. 

Dicha intención se profundizó con proyectos como el ‘Sandbox Audiovisual’, desarrollado entre el BID, el Ministerio de Cultura y Netflix. Para marzo de 2022, cuando arrancó el proyecto, se esperaba una participación de 1.500 jóvenes, pero los registros alcanzaron 7.565 postulaciones, cifra que superó las expectativas en 500%. Con esta iniciativa se priorizaron departamentos como La Guajira, Chocó, Putumayo, Sucre, Cauca y Cundinamarca.

“Dentro de ese universo se identificaron 22% de personas provenientes de comunidades afrocolombianas, 17% de pueblos indígenas, 15% identificadas como víctimas del conflicto armado, 8,6% pertenecientes a las poblaciones desplazadas y 8,4% del colectivo LGBTIQ+”, detalló Luzardo.

No obstante, este tipo de herramientas aún no son suficientes. Para Nieto Roa, lo que le puede estar faltando a la industria colombiana para lograr más empuje en América Latina es dejar de andar pensando solo en los premios de los festivales, y concentrarse en la asistencia del público. “Necesitamos conocer cuáles son las necesidades del público de entretenimiento y de diversión para satisfacer una necesidad primaria que todo el mundo tiene”, sostuvo.

En esto coincide Luzardo, pues si bien estas subvenciones permiten que los productores desarrollen sus largometrajes, no aseguran una gran acogida por parte de la audiencia. “Eso no pasa solo en Colombia, sino en toda la región. Podríamos decir que, si le pudiéramos dar un twist a estas subvenciones para que no solo se enfocarán en la producción de las películas, sino también en la promoción, podrían tener mucha mayor visibilidad”, agregó. 

La solución

El estreno de ‘Pálpito’ en abril de 2022 representó un hito para Colombia, pues además de viajar a otras latitudes, la serie logró cifras históricas al mantenerse por 19 semanas en el Top 10 global de Netflix de series de habla no inglesa. Por su parte, la película ‘Los iniciados’, basada en el universo literario de Mario Mendoza, se mantuvo en el top 10 de contenido más visto dentro del catálogo de Prime Video en Colombia, Estados Unidos y España en junio de este año. Además, ya tendría confirmada una secuela. La visibilidad de proyectos nacionales ha crecido gracias a las plataformas de streaming.

La directora senior de contenidos de Netflix para Colombia, Carolina Leconte, comentó a Forbes que esto se ha logrado mediante asociaciones con talentos de talla mundial, incluidas nuevas voces que nunca habían tenido la oportunidad de hacerse oír, y dándoles la libertad y el apoyo necesarios para contar sus mejores historias.

“Nos emociona saber que hemos sido un vehículo para que las mentes brillantes de Colombia encuentren sus audiencias. Las grandes historias son universales y pueden venir de cualquier lugar del mundo, en su propio idioma y con talento local”, declaró.

Todo esto les ha permitido tener “condiciones inmejorables” para emprender la que, a su juicio, será la producción más ambiciosa e innovadora que se ha hecho en Colombia: la primera adaptación de ‘Cien años de soledad’, de Gabriel García Márquez, que tiene proyectado su estreno en 2024.

Por otra parte, el fundador y presidente ejecutivo del grupo español Secuoya Content, Raúl Berdonés, destacó que lo primero que llama la atención es el talento y el nivel del personal que tiene el país. “En Colombia entendieron la importancia de hacer producción de contenido con excelencia. El país se ha vuelto un referente en todo. Tenemos a CMO, Caracol, RCN, AG Studios, entre otras empresas audiovisuales con mucha trayectoria”, detalló.

De acuerdo con el ejecutivo, Colombia captó el valor de producir contenido, más allá de las cifras económicas. En esto coincidió Leconte, quien añadió que Netflix “ha recorrido un largo camino en Colombia desde 2015” aportando al crecimiento de la industria en el país, así como toda la cadena de suministro que incluye artesanos, técnicos, talleres de confección, transportadores y hoteles.

No se puede encasillar el sector audiovisual en la cultura como tal, sino que se le debe ver de una manera intersectorial y trabajarlo desde áreas como el turismo, la educación y los temas sociales. Por ejemplo, la industria audiovisual colombiana empleó unos 47.724 trabajadores en 2021, que significaron el 0,18% de la fuerza laboral nacional. 

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Basta con ver las iniciativas que han liderado empresas como Walt Disney Animation Studios en el país. Gracias al boom de ‘Encanto’, cinta que aborda la cultura colombiana como parte importante de su trama, la empresa anunció tres nuevos itinerarios de viaje para 2024, incluido uno destinado al país para explorar los paisajes y locaciones incluidos en la película. Esto incluye el desarrollo de un crucero dirigido a Cartagena que traería alrededor de 2.400 pasajeros y un impacto económico que rondaría los $1.200 millones, según explicó Luzardo.

Sin embargo, hay cuatro cosas relevantes para que Colombia siga creciendo: mayor inversión en infraestructura, formación de talento, promoción internacional e instrumentos financieros.

El primero no se trata solo de tener la infraestructura y seguridad vial para llegar fácilmente a los pueblos que quedan en zonas alejadas de las urbes, sino de que haya cadenas hoteleras con la oferta suficiente para hospedar a todas las personas que hacen parte de una gran producción. Todos estos son factores que otorgan confiabilidad a una nación a la hora de considerarla como un punto de un rodaje.

Esto también implica que Colombia cuente con un catálogo de locaciones que pueda promocionar en todas las ferias internacionales para promover al país como destino de filmación.

En cuanto al último punto, Luzardo sostuvo que son necesarios nuevos instrumentos financieros para creadores y productores, pues así exista un contrato o acuerdo con una plataforma, “si tú no tienes los fondos para negociar tu película, tus derechos de autor se van a hacer más pequeños”.

“Para que un país pueda crecer, necesita conservar la mayor cantidad de estos derechos de autor (…) Hoy en día, ese flujo de dinero no se puede obtener en los bancos porque hay muy poca comprensión de cómo se desarrolla una producción”, detalló. 

Para que todo lo anterior se materialice, los expertos consultados por Forbes coincidieron en que el sector audiovisual debe abordarse con una mirada holística desde el Gobierno. Cuando se capturan todos estos datos, la idea es que pueda darse un intercambio de información fluido entre los diferentes segmentos de la economía previamente mencionados para realmente tener una narrativa mucho más potente y real del impacto audiovisual. Esto no solo aplica para Colombia.

Panorama regional

Anualmente se invierten unos US$170.000 millones en producción audiovisual en todo el mundo. De ese total, hasta US$20.000 millones se producen en Argentina, Brasil y México. En nuestro país, son US$273,6 millones. Por eso no sorprende que Berdonés confesara a Forbes que “el cuartel de Secuoya para Latinoamérica está en Colombia”. 

Unido a ello, cifras del BID incluidas en el estudio ‘El impacto económico de la industria audiovisual en América Latina’, revelaron que de cada US$10 invertidos en estos cuatro países, se generan entre US$6 y US$9 en el resto de la cadena de valor. A su vez, de cada 100 personas empleadas en la industria, entre 50 y 70 consiguen trabajo en otros sectores económicos. De hecho, se invirtieron más de US$5.600 millones y se crearon más de 1,6 millones de empleo directos e indirectos en América Latina en el Caribe en 2019.

Con respecto a las ganancias, alrededor de 33% van a la producción directa del sector audiovisual, mientras que 67% impactan otros sectores de manera indirecta, destacando los servicios de alimentos, construcción, textiles, publicidad, viajes, transporte, hoteles, vigilancia y salud.

Esto empezó a entenderlo a profundidad el gobierno mexicano a mediados de octubre, momento en que ubicó al sector audiovisual como una de las prioridades de su estrategia de nearshoring. Eso permitió la llegada de capitales y talento, labrando un terreno fértil para el progreso de la industria.

No obstante, al igual que en Colombia, aún les hace falta una estructura formal de procedimientos, pues una plataforma de streaming “no sabe qué es lo que debe hacer”. Al mismo tiempo, los expertos consultados por Forbes coinciden que los incentivos no necesariamente deben ser fiscales, sino de generación de proyectos.

No cabe duda de que Colombia y la región han avanzado mucho en este medio siglo, pero la industria audiovisual todavía tiene un potencial importante que no se ha explorado del todo, al menos en el terreno económico. Seguir por el buen camino dependerá de que los Gobiernos fortalezcan las herramientas existentes y las complementen con alternativas que permitan establecer récords como el que logró Gustavo Nieto Roa en los 80s. Si entonces lo consiguió con pocas herramientas a la mano, ¿por qué no ahora?

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