Jericó, Medellín y Cartagena se convierten por estos días en epicentro de la celebración de la literatura, el pensamiento y el encontrarse con los otros. La pregunta es ¿si hay público para estos espacios?

A Jericó, un pueblo antioqueño escondido entre montañas, a tres horas de Medellín, famoso por ser cuna de la Madre Laura, la primera santa de Colombia, del médico Héctor Abad, de escritores como Manuel Mejía Vallejo y el periodista Javier Darío Restrepo, no le cabía un tinto en el Hay Festival Jericó 2024, un encuentro literario que reunió a 48 escritores nacionales y extranjeros en los diferentes recintos de esta joya llena de calles empinadas.

A pesar de ser un país con pocos lectores, los hoteles estaban a reventar y con tarifas por los cielos. Según datos de la Secretaría de Desarrollo Económico de Jericó, el municipio cuenta con 2.000 camas en hostelería, que resultaron insuficientes ante la gran cantidad de personas que llegaron: no había cama  pa’tanta gente. Al punto de que algunos lugareños ofrecieron sus propias casas para albergar a tantos visitantes.

Las cifras en medio de un año de desaceleración económica hablan de la acogida de los festivales de cultura: 13.000 personas asistieron al evento de Jericó, lo que representa un 30% más que hace un año, hubo conversatorios con autores como Selva Almada (Argentina), Nona Fernández (Chile), Javier Moro (España), Irene Solà (España) y nacionales como Juan Manuel Roca, Jorge Franco, Roberto Palacio y artistas como la pianista Teresita Gómez, la Orquesta filarmónica de Medellín, la Toma y Los hermanos Aicardi.

Además de Jericó, la edición XIX de Hay Festival que viene desde el 20 hasta el 29 de enero, se desarrolla en ciudades como Medellín, Cartagena y Barranquilla. Y las boletas se venden como pan caliente porque abundan las temáticas para todos los gustos. Por ejemplo conversatorios  sobre la ansiedad y el narcisismo en el que vivimos bajo el lente del filósofo Roberto Palacio;  la historia de Leopoldo López, quien encarnó la lucha por la libertad del gobierno Maduro, bajo el lente del español Javier Moro o una noche de poesía con autores como el poeta y exdirector del extinto Magazín Dominical de El Espectador, Juan Manuel Roca.

“Un festival es una excusa para compartir, como ir al estadio, salir de rumba o estar en una librería”, comenta Dany Hoyos, reconocido por su personaje Suso el paspi y quien se lanzó a la aventura de publicar con la editorial Penguin Random House su primera novela “El árbol de guayacán”. Dany, a la pregunta de si se puede o no vivir de la literatura, responde sin prevenciones: “Si claro, aunque mi caso es atípico porque empecé a escribir siendo ya reconocido. No solamente se escriben libros sino columnas, se dictan clases, talleres…se puede vivir de lo que uno sabe de esos libros”.

Si bien entidades como el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) reportan que el promedio de lectura por persona cada año es de 2,7 libros, de acuerdo con la más reciente encuesta, la Cámara Colombiana del Libro dice que podrían ser cinco, en promedio. ¿Eso que significa? Que aún estaríamos cortos frente a otros países, que leen en promedio diez libros per cápita al año.

Aunque podríamos leer más que en el pasado y hay teorías que apuntan a que la pandemia nos llevó a consumir más libros, especialistas dicen que la verdadera pregunta debería ser: ¿qué leemos? Según el análisis de la Cámara Colombiana del Libro, los libros de autoayuda y superación mandan la parada pero no mucha literatura.

Según la escritora Sara Jaramillo Klinkert, autora de la novela “Cómo maté a mi padre, “los festivales de literatura se han vuelto muy importantes porque son puntos de encuentro entre los autores y los lectores. Es una forma de conocernos cara a cara, de oírnos la voz, de ver que se esconde mucho más allá de los libros. Es clave que la economía de pueblos y regiones empiece a girar también en torno a la literatura porque siempre hay espacios para conciertos y eventos con trago de por medio pero que bueno que algo cultural también convoque gente”, afirma.

¿Pero que otras razones están llevando a que más personas asistan a estos festivales?  puede haber diferentes argumentos, desde gente que busca respuestas y soluciones en los libros, hasta gusto o curiosidad o la necesidad de tener espacios de relacionamiento.

 “También porque estos eventos no solo son venta de libros; existen otra serie de actividades paralelas que atraen público. Igualmente, porque la oferta editorial es amplia y reúne diferentes nichos: puede encontrar desde género hasta jóvenes- adolescentes, un segmento que llena las ferias por la presencia de influenciadores que firman libros u ofrecen charlas”, comenta el editor cultural y director de www.laruedasuelta.com, José Angel Báez.

Aunque existen opiniones divididas sobre si en Colombia se lee más o si consumimos más redes sociales que libros, la realidad es que la imagen de los auditorios llenos, con personas de distintas profesiones y oficios, así como largas filas para obtener firmas de los autores, constituye una pequeña muestra de que la literatura y la cultura tienen la magia de inquietar y convocar.

Así que el incremento sostenido de visitantes a este tipo de festivales en Colombia refleja un creciente interés en la diversidad cultural, propiciando plataformas clave para la conexión entre autores, lectores y el enriquecimiento del panorama literario nacional.

*La autora es periodista y creadora del espacio Echando Rulo con Alina

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