Las organizaciones con el reto latente de contar con un propósito que conecte con el corazón de los colaboradores; y las personas en su búsqueda constante de una misión de vida y de encontrar un lugar seguro, retador y ‘bacano’ que se conecte con su propósito personal.

Seguramente, alguna vez hemos conocido a una persona y sentimos química al instante: esa sensación de creer ya conocerla y tener afinidad en pensamientos y sentimientos o simplemente una conexión entre los propósitos de vida de ambos.

Algo parecido pasa entre las personas y las empresas. Las organizaciones con el reto latente de contar con un propósito que conecte con el corazón de los colaboradores; y las personas en su búsqueda constante de una misión de vida y de encontrar un lugar seguro, retador y ‘bacano’ que se conecte con su propósito personal.

¿Y ese proceso químico cómo sucede? No tengo la última palabra ni una receta mágica, pero sí les puedo entregar las claves de cómo hemos ido construyendo esta relación con nuestra gente. 

Lo primero ha sido respondernos: cuál es nuestra personalidad como organización, para qué existimos, qué función cumplimos en el ecosistema y qué nos hace diferentes. Resolver estas inquietudes, conversar sobre ellas, nos dará luces para construir nuestro propósito y un sello de cultura que defina esos valores que me caracterizan y que pueda declararlos.

Definir una cultura organizacional es tan importante como definir la estrategia de negocio, la primera se encarga de tener y mantener un equipo de colaboradores y talentos conectados con el propósito de la compañía, mientras la segunda marca la pauta para alcanzar objetivos de negocio.

De hecho, el sello de cultura es tan determinante en la conexión de los colaboradores con las empresas, que un estudio de Gallup, firma global de análisis y asesoramiento, sostiene que los empleados que se sienten muy conectados con la cultura de su organización tienen 3,7 veces más de probabilidades de comprometerse en el trabajo, 68% menos de probabilidades de sentirse agotado en sus labores y un 68% menos de probabilidades de estar pendiente de oportunidades de empleo o de buscar activamente otro trabajo.

Ahora hablemos de otro elemento importante en este proceso químico: los procesos de selección de talentos; en ocasiones, escogemos a una persona solamente por sus capacidades intelectuales; pero ¿nos detenemos a pensar si aquel colaborador potencial se conecta con la esencia de la compañía?, ¿si su propósito hace química con el de la empresa, así como cuando nos sucede con una persona? ¿hacemos clic con los valores? Resolver estas preguntas nos permitirá descubrir si habrá o no una conexión desde el corazón, no solo desde el qué hacer. 

Y esto aplica de la misma forma para las personas que están buscando nuevas oportunidades laborales. Como este proceso es en doble vía, los candidatos deberían hacerse las mismas preguntas, identificar en dónde les haría ilusión trabajar y a medida que avanza el proceso de selección demostrar el interés y las ganas de pertenecer al equipo.  

Ahora bien, una vez contamos con personas que están conectadas con nosotros, llega el reto de mantener la química con el paso del tiempo. Para ello, tanto la compañía como los colaboradores deben trabajar día a día para que esta se cultive y se nutra de ambos. De nuestro lado, aportamos a nuestros colaboradores desde los planes de desarrollo y programas de formación, que están alineados con la esencia de la compañía y, por ende, con el potencial de los talentos. A este proceso químico, sumamos incentivos, reconocimientos y rituales, alineados con el sello de cultura de la compañía, para fidelizar al equipo, porque, en la medida en que trabajamos por nuestros colaboradores, trabajarán por la sociedad y materializamos así, el propósito de ambos.  

Teniendo estos elementos claros, se logra contar con equipos que actúan genuinamente conforme a sus valores y los de la organización, y se comprometen de corazón en el día a día. Como consecuencia, empezaremos a ver el alto impacto que esto genera en la empresa, en los resultados, en la ejecución y éxito de la estrategia, la transformación personal y profesional de la persona, y el logro del propósito de ambos.

Por: Samuel López*

*El autor es gerente de Talento Humano en Nequi. Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.