Dos antiguos compañeros de colegio se reencontraron y pusieron sus conocimientos al servicio de un proyecto gastronómico que ya factura $300 millones mensuales. Esta es su historia.

“Crunchy casi no existe”, dice su fundador, que hoy presume de un negocio de más de cinco años, con ventas por $300 millones al mes y cinco sedes en Bogotá. Rafael Cárdenas tenía 24 años cuando se unió a su excompañero del colegio, Jaime Guzmán, de 23 años, para montar su restaurante.

En conversación con Forbes, Cárdenas cuenta que desde el colegio quería incursionar en el sector gastronómico, con su propia empresa, pero se imaginaba un restaurante lujoso y elegante; unos años más tarde cambiaría ese concepto por una cadena de comida rápida cuyo ingrediente estrella sería el pollo crocante.

“Cuando tuve la idea, le escribí por Facebook a Jaime y le dije: “estoy buscando chef”, y se unió al proyecto enseguida”, agrega. Combinaron sus conocimientos, los de Cárdenas como administrador de empresas y los de Jaime como chef, para darle forma a un menú basado en dos condiciones: el pollo como principal ingrediente y una manera innovadora de comerlo -o servirlo-.

Su primer local estaba en la calle 90 con carrera 14, en Bogotá; era un espacio pequeño, con lugar para cuatro mesas y un servicio enfocado en comida para llevar. Allí vendían el producto inicial de su menú, el cual consistía en un cono relleno de pollo frito, bañado en salsa de la casa. Pero los consumidores estaban lejos de percibir el producto como querían.

CRISTIAN ALEXANDER ALONSO

“Nos dimos cuenta de que si volvíamos la forma del cono en una canasta se podía tener más tamaños. Así que hicimos el cambio”, afirma Cárdenas. Ahora ofrecen un menú variado de canastas de waffles comestibles, llena de trozos de pollo apanados (mejor conocidos como ‘chunks’), con salsas de la casa y acompañamientos.

No fue el único cambio, pues también optaron por mudarse de local y crear una experiencia en la mesa en lugar del servicio para llevar, así tenían la oportunidad de estar cerca de los clientes, conversar con ellos e identificar cómo evolucionar.

Después de cinco años, Cárdenas (30 años) y Guzmán (29 años) están al frente de una cadena de restaurantes de comida rápida, con cuatro sedes en Bogotá: Colina Campestre, Chapinero, Usaquén y Salitre. En febrero de este año sumaron un nuevo punto de venta, con la apertura de una plaza en el Jardín Gastronómico del centro comercial Santafé, donde están con otras marcas relevantes del mercado.

LENTO, PERO SEGURO

El sueño inició con una inversión de $60 millones y al principio las ventas apenas cubrían lo necesario para los arriendos y los empleados. La facturación alcanzaba aproximadamente $10 millones al mes. “Uno tiende a compararse y ver cómo los otros crecen, y se pregunta por qué no va a ese ritmo”, recuerda Cárdenas.

En los momentos más complejos consideró pasar hojas de vida para tener ingresos y les puso un plazo máximo a esas anheladas ganancias. “La clave fue persistir. Era lento al comienzo, teníamos una idea chévere, pero no nos conocían”, cuenta a Forbes. Cuando por fin empezaban a tomar fuerza, llegó la pandemia.

Para la fecha, se habían mudado de su primera sede a un local en la 85, y pese a que había sido una inversión sustancial, optaron por cerrarlo y volcarse al servicio de domicilio para sostener el restaurante.

“No lo teníamos estructurado, pero descubrimos a tiempo las posibilidades de este canal”, dice Cárdenas. Lo que parecía ser un problema, les dio el impulso que les faltaba para despegar, pues se empezó a generar un voz a voz sobre su producto, disponible en Rappi, y fueron creciendo en clientes.

El momento que tanto esperaban había llegado: sus chunks ganaban popularidad, aumentaban ventas, abrían nuevas tiendas. Su ventaja, exclama el fundador, es un concepto innovador de comer pollo. “No tenemos una competencia directa, pero tenemos competidores con productos similares y se vuelven un punto de referencia”.

El año pasado facturaban $300 millones al mes, contaban con 24 empleados. Este 2024 aspiran a superar $3.000 millones en ventas al año.

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LO QUE VIENE

Aunque los domicilios le dieron un empujón a Crunchy, se volvieron el canal de preferencia, desplazando a los canales presenciales. De ahí que el objetivo de estos emprendedores sea fortalecer sus distintas sedes en Bogotá.

Para ello han empleado las redes sociales para hacer promoción de sus locales en la capital y aspiran a que la apertura del nuevo punto en el Jardín Gastronómico del centro comercial Santafé contribuya en la estrategia de venta en puntos físicos.

Asimismo, esperan conquistar otras localidades de la ciudad, así como aumentando la cobertura hacia la zona sur y en los alrededores, con puntos en Chía. Dentro de su plan de expansión planean tener presencia en otras ciudades del país, siendo Medellín su primer destino.

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Ante los retos de la industria gastronómica, presionada por una inflación al alza, su reto sigue siendo “mantener organizada la casa para poder ver dónde optimizar mejor los costos”, buscar eficiencias en procesos operativos y evitar cualquier tipo de desperdicios.

Superados los desafíos, “queremos consolidarnos como el primer restaurante de chunks de Colombia”.

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