¿Está en peligro la estabilidad económica por el viraje de del gobierno hacia el activismo en detrimento de la experiencia y los conocimientos técnicos en los principales cuadros de la actual administración?
Cuando Miguel Urrutia fue invitado, en 1990, a escribir un capítulo sobre Colombia en el libro “La Macreconomía del Populismo en América Latina”, de Rudiger Dornbusch y Sebastian Edwards, les dijo que el país había sido una de las excepciones a la aplicación de políticas macroeconómicas populistas en Latinoamérica.
Como resultado de ello, terminó escribiendo un artículo en el que analizó la ausencia de una macroeconomía populista en un país que, con la excepción de Gustavo Rojas Pinilla, no solo escapó a los caudillos militares en una región plagada de ellos, sino que también tuvo esencialmente la misma política económica desde finales de los años sesenta, en contraste con un continente caracterizado por políticas económicas muy volátiles.
En el artículo, Urrutia, ex gerente del Banco de la República y uno de los economistas más influyentes del país, concluyó que la presencia de partidos políticos bien establecidos, la naturaleza clientelista de la política, la concentración del poder político a nivel local, la existencia de una prensa libre, así como el papel de la tecnocracia en el manejo de la economía, explicaron la ausencia de una macroeconomía populista en Colombia.
Frente al tema hay varias aproximaciones. En un libro publicado en 2001, “De Populistas, mandarines y violencias”, el historiador Marco Palacios lanzó la polémica hipótesis de que el país se habría ahorrado gran parte de La Violencia y las violencias posteriores, si a mediados del siglo XX hubiese experimentado la etapa populista.
“El populismo, con todas sus fallas de política económica y proclividades autoritarias, fue una etapa fatal que sirvió para integrar el pueblo a la Nación y fortalecer el Estado”.
Sin embargo, la mayoría de los economistas y politólogos suelen coincidir en los efectos inevitablemente desastrosos de estas políticas (recesiones, hiperinflaciones, etc).
De hecho, Edwards y Dornbusch señalan en su libro que los episodios de la economía populista tuvieron efectos desastrosos para los grupos que supuestamente habrían de ser los beneficiados.
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Petro y los activistas
En medio de la controversia por la desaceleración de la economía, el presidente Gustavo Petro ha venido rondeándose cada vez más de activistas leales que carecen de experiencia y conocimientos técnicos.
De hecho, Petro no ha disimulado en las redes sociales su fobia por la tecnocracia, que durante décadas ha manejado con más aciertos que errores la economía colombiana.
“La tecnocracia es tener a supuestos técnicos en el poder. Democracia es tener gente en el poder”, escribió Petro en la red social X (antes Twitter). “En la primera, la gente sirve a los supuestos técnicos. En la segunda, los técnicos sirven al pueblo”.

Un ejemplo de ese giro es la designación del Alexander López como nuevo director del Departamento Nacional de Planeación, DNP, en reemplazo de un economista de los quilates de Jorge Iván González, autor del Plan de Desarrollo del gobierno.
López, abogado de profesión y quien durante 12 años lideró el sindicato de las Empresas Municipales de Cali, Emcali, antes de llegar al Congreso donde estuvo durante 22 años, hasta que el Consejo de Estado le quitó su curul del Senado por doble militancia, encarna ese giro hacia los activistas en detrimentos de los técnicos y especialistas.
“No soy economista porque las matemáticas me dieron duro, es la verdad, pero conozco abajo, a donde se tiene que dirigir la política pública”, dijo López en debate en el Congreso luego de su nombramiento.
“Quiero ver solo a uno de esos cuadros que reposan en Planeación Nacional, que conozca este país como yo lo conozco, que conozca las tragedias del pueblo colombiano, el dolor y el sufrimiento como yo los conozco”, agregó López quien a los 19 años entro a entró a Sintraemcali y a los 23 llegó a su presidencia.
Según López, el presidente tomó la decisión de entregarle “esa maravillosa y hermosa responsabilidad de estar al frente de Planeación Nacional, donde se definen las políticas públicas para impartir justicia social”, por sus raíces populares.
En el mismo debate, López señaló que en su primer encuentro con los profesionales del DNP, le dijo que “llegó la hora de dejar de mirar para arriba. Ahora hay que mirar hacia abajo, hacia donde pocas veces se ha mirado en nuestro país y hacia donde tenemos la obligación de dirigir la política, los recursos y el esfuerzo institucional”.
Los peligros del activismo y el populismo
El giro hacia el activismo en detrimento de la experiencia y los conocimientos técnicos ha sido criticado por el ex director del DNP, Jorge Iván González, y la ex ministra de Agricultura, Cecilia López, quienes hicieron parte del actual gobierno.
“Es muy duro lo que ha pasado. El tono del consejo de ministros cambió de manera sustantiva: es increíble ver cómo se pasa de pasa de un consejo de gobernantes a uno que cada vez es más de activistas, y eso es brutal”, dijo González en un homenaje que le rindió la Academia colombiana de Ciencias Económicas.

González admitió que su salida del DNP se debió a que el presidente no estuvo contento “con nosotros y yo digo: no entiendo. Es un drama. Lo decía en un artículo: ¿qué es más importante, la palabra del presidente o los artículos que hay en el Plan de Desarrollo? ¿Por qué la palabra del presidente es tan potente frente a una arquitectura legal que es el Plan que está proponiendo otro tipo de sociedad?”.
El ex funcionario fue más allá y dijo que el gobierno corre el riesgo de caer en un activismo que destruya lo que potencia una transformación.
Por su parte, Cecilia López subrayó su frustración por el giro hacia el activismo del gobierno. “La vapuleada que le ha pegado este gobierno a la tecnocracia es una verguenza, lo que está predominando en este momento son el activismo y los contratos. Dónde está el servicio civil? Los Ministerios están desocupados”, dijo López, en el mismo homenaje.
Agregó que su preocupación es que el cambio, que debe seguir siendo una prioridad, muera porque se va asociar a lo que está pasando en el gobierno.
“¿Cómo recuperamos el cambio, cómo hacemos para que no muera? Para el gobierno, los únicos economistas que no son neoliberales son los de la Universidad Nacional. Todos los demás tenemos el sello de que somos neoliberales”, dijo López, formada en la Universidad de los Andes.
Además de López, al gobierno llegó el escritor, libretista y bachiller, Gustavo Bolívar, quien al frente de Prosperidad Social, que este año tiene un presupuesto de $10,7 billones; y el ex concejal de Bogotá del Polo Democrático, Carlos Carrillo, a la Unidad de Gestión del Riesgo de Desastres, UNGRD, envuelta en varios escándalos de corrupción por cuenta de su anterior director, Olmedo López, un político antioqueño también vinculado al Polo Democrático.
“Soy un bachiller que ha escrito 10 libros, muchos ensayos, más de 150 columnas de opinión, que ha escrito más de 3.500 guiones para televisión y cine y que tiene los estantes llenos de premios, medallas y condecoraciones. Un Bachiller que ha sido 2 veces senador de la República y presidente de la Comisión Económica del Senado”, dijo Bolívar en respuesta a los críticos de su nombramiento.
El papel de la tecnocracia
¿Está en peligro la estabilidad económica de la que tanto se ha jactado el país por el giro hacia el activismo del gobierno en detrimento de la experiencia y los conocimientos técnicos en los principales cuadros de la actual administración?

Para el ex ministro Mauricio Cárdenas, el giro hacia el activismo pone en riesgo el sistema de contrapesos y moderación que suele haber en los gabinetes, con ministros que se atreven a decir no o a llevar la contraria hasta cierto punto.
“En la primera línea que rodea al presidente todos son activistas y nadie va a estar en plan de moderación, nadie va a aguar la fiesta. Es más bien una competencia a ver quién es el más audaz, el más gobiernista y quién va superar al presidente”, explica Cárdenas.
A juicio suyo, se trata de una forma de gobernar que tiene muchos riesgos porque está llevando el país a la polarización y la radicalización, ya que no hay ninguna fuerza de moderación.
“Si algo nos demuestran las salidas de José Antonio Ocampo, Alejandro Gaviria, Jorge Iván González y Cecilia López es que la moderación no cabe. Es una apuesta por quién es el más audaz y el más agresivo, el que lanza la propuesta más radical”, señala Cárdenas.
“Petro es mucho mejor candidato que presidente, mejor activista que ejecutor y mucho mejor activador de barras bravas que visionario de la política pública”, dice Mauricio Reina, investigador de Fedesarrollo.

Según explica, como al presidente no le estaba funcionando ni la gestión pública ni la ejecución presupuestal en el gabinete, se lanzó a lo que sabe hacer, está en campaña y está teniendo resultados.
“En campaña aumentan las narrativas, la polarización y los movimientos erráticos de lo que conocíamos hasta hace dos años como la economía más estable de Latinoamérica”, explica.
Entre tanto, Munir Jalil, Economista Jefe para países andinos en BTG Pactual, señala que manejar el Estado no es soplar y hacer botellas, ya que hay procesos que deben seguirse para garantizar que la plata termine siendo bien gastada.
“Creo que el gran riesgo que se está corriendo con esa apuesta del gobierno es que algunas de estas personas terminen como mártires, porque están firmado y aprobando cosas que no podían y terminan violando la ley sin saberlo”, agrega Jalil.
Sin embargo, el ex ministro Juan Carlos Echeverry insiste en los riesgos del giro del gobierno y señaló en una reciente columna que cuando los economistas progresistas-heterodoxos dominaron la economía entre 1994 y 1998 crearon la peor crisis macroeconómica del siglo XX desde la gran depresión.
“Entre 2022 y 2024 han llevado a la economía a un estado comatoso y, de aprobar sus reformas de desconstrucción y mantener su agresividad frente a los empresarios y a sectores clave como salud, energía eléctrica, petrolero y minería pueden crear para 2026 una grave crisis fiscal, macroeconómica y social”, remata Echeverry.