La historiadora Maritza Villavicencio investiga, desde hace 33 años, el poder femenino en el Antiguo Perú. En ese periodo, las mujeres gestionaban grandes territorios y producían los bienes de prestigio. ¿Cómo entró en decadencia ese poder?
Hubo un momento de quiebre en la vida de la historiadora peruana Maritza Villavicencio, experta en poder femenino. Fue un 10 de agosto del 2000. Ese día, un colega, con quien trabajaba en la creación de un museo de sitio, le dijo que en su casa tenía “pallares mochicas”. Fue la primera vez que ella vio con sus propios ojos estas semillas, ya que, hasta esa fecha, solo sabía de ellas mediante documentos.
Hasta entonces, Villavicencio conocía, según sus propias investigaciones, que los pallares eran un método de comunicación en la Civilización Moche (s. II- VII d.C.). De hecho, llegó a dicha conclusión cuando, a mediados de la década de los 90, la familia de Elena Izcue (la primera ilustradora que usó la iconografía prehispánica para crear arte decorativo y utilitario a inicios del siglo XX) le encargó evaluar su patrimonio y revisar las cartas que la peruana intercambió con un arqueólogo.
Sin embargo, aquellos pallares resultaron ser mucho más que arte prehispánico o un modo de comunicación, según supo a inicios de este siglo la historiadora. “Comencé a averiguar sobre los pallares y por ahí aparecieron otros estudiosos y estudiosas, que señalaban, más bien, que [estos productos] habían sido un oráculo”, cuenta a Forbes Perú la historiadora.
Aquel descubrimiento hizo sentido en su carrera como investigadora del poder femenino en el Antiguo Perú. Sobre esta temática, Villavicencio ha escrito obras contundentes: ‘Mujer, Poder y Alimentación en el antiguo Perú’, que fue reconocido con el premio ‘The Best of The Best 1995-2020’ por el Gourmand World Cookbook Awards y exhibido en el Museo Alfred Nobel de Suecia; y ‘Poder femenino 5.000 años de historia en el Perú’, en el cual la autora volcó los hallazgos de 38 años de investigaciones sobre la mujer que vivió en el territorio peruano. En marzo pasado, la escritora realizó el lanzamiento de la versión digital de esta última obra en una conferencia online organizada por “Visionarios”, un espacio de diálogo de la Universidad del Pacífico. La arqueóloga Ruth Shady, directora de la Zona Arqueológica Caral (ZAC), estaba entre los asistentes.

“Desde el Cusco a Lima, pasando por Piura y la Amazonía, se han encontrado mujeres con pleno ejercicio del poder y no nos referenciamos con ellas”, comenta la historiadora sobre el libro ‘Poder femenino 5.000 años de historia en el Perú’. Entre estas mujeres estaban las que practicaban el oráculo de los pallares, supo Villavicencio años más tarde. “Me enteré por el estudio de unas antropólogas americanas y un arqueólogo peruano, que, en la cultura Mochica, quienes practicaban el oráculo de los pallares, fueron las mujeres. Se denominaron las ‘mujeres pallar’, porque han sido representadas en esculturas de cerámica en la forma de un pallar. Las ‘mujeres pallar’ además eran sanadoras y estaban involucradas en las artes y rituales taumatúrgicos”, describe. Dicho rol era fundamental, por ejemplo, para pronosticar los fenómenos climáticos, que afectaban las cosechas; o convocar las aguas de los ríos que bajaban de los Andes al desierto de la Costa. “Fueron oficios que les otorgaron prestigio y poder y, por ende, la capacidad de gobernar sus sociedades”, comenta.

UNA ESTRUCTURA CON DOBLE PODER
Lo cierto es que, a través de su trabajo, Villavicencio descubrió que, en general, las mujeres prehispánicas ejercieron dos tipos de poder durante el Antiguo Perú.
“Una primera fórmula de poder era la que llamo ‘territorial’. [Esta modalidad implicaba que] dentro de un territorio delimitado, gobernaba una mujer. [Era] una gobernanta suprema, única y autónoma. Pero gobernaba con una red femenina, que le posibilitaba tener correas de transmisión hacia todas las comunidades”, describe y cuenta que este tipo de poder era el que ejercía la Señora de Cao, una gobernanta mochica descubierta en 2006 al norte de la ciudad de Trujillo.
“Estas mujeres eran muy poderosas en su territorio, que no siempre era pequeño. Por ejemplo, la señora de Chornancap, que tiene su epicentro en Lambayeque (en la costa norte), tenía influencia y dominio hasta Cajamarca, en la sierra, y por el norte, hasta Ecuador”, agrega sobre el ‘poder territorial’ de la mujer prehispánica.
El segundo tipo de poder que ejercía la mujer en el Antiguo Perú era binario por género, en el marco de una estructura femenina y otra masculina, explica Villavicencio. “Estas [estructuras] se desarrollaron en formas imperiales o sociedades expansivas, como la Huari, con núcleo en Ayacucho, y la Inca, que es la más conocida. Desde el epicentro en el Tawantinsuyu, en el Cusco, a lo largo de los cuatro suyus o macrorregiones, había una serie de instituciones femeninas que se encargaban del gobierno. Estas instituciones las gestiones territorial y económica. Estas modalidades de poder femenino eran importantísimas”, resalta. Una de esas instituciones fue el ‘Acllawasi’, dedicado a la producción textil y sede de mujeres ‘escogidas’, quienes cultivaban el maíz con el que preparaban chicha para rituales de intercambio de bienes. “[Las mujeres] tenían un rol en la producción de bienes de prestigio (…). Eran claves para el funcionamiento de todo el Tawantinsuyu”, amplía.
A sus 72 años, Villavicencio reconoce que el relato sobre el poder femenino está ausente en los anales de la historia del Perú. Según señala, dicha invisibilidad comenzó con la decadencia gradual del Tawantinsuyu y se afirmó durante la República con la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano.
“Esta declaración es la declaración de la pérdida de los derechos de las mujeres, oleada y sacramentada por la ley. Eso es lo que pasa en la República. Entonces, desde la base económica es que se revierte lo poco de ciudadanía que podían haber ganado tanto las población indígena como las mujeres en general. Por eso, la parte más inferior de la escala social son las mujeres indígenas. El voto femenino se reconoce en 1955, pero hasta 1979 no se reconocen a los analfabetos, que era la población indígena -que se le llama analfabeta porque no habla español, pero habla y se relaciona en quechua. En la República, se desestructura todo lo habían logrado tener las mujeres”, analiza.
Sin embargo, advierte que la pérdida de poder femenino fue gradual y hubo resistencia. “Así como el poder masculino no se cayó de un día para el otro, el poder femenino tampoco, porque ya había mujeres cacicas, curacas, reinas y señoras de sus territorios, que tenían capacidad de gestionar la fuerza de trabajo, los intercambios y redes de comunicación”, repara.
En ese sentido, la historiadora llama a las mujeres peruanas a recordar ese antiguo poder y ejercerlo éticamente. “Debemos recordar para recuperar esa autoestima y no colocar como lo óptimo, lo referencial, lo masculino. Frente al poder de la violencia patriarcal y de la persuasión, tenemos que poner el poder de la memoria. Para nosotras las mujeres peruanas, pero también para las mujeres del mundo y, en general, para los hombres y las mujeres”, dice.
HECHOS RELEVANTES
- Actualmente, Villavicencio prepara el libro “Las Regentas del Tahuantinsuyo o Imperio Inca: Mama Huaco, Mama Anahuarque y Mama Ocllo”.
- Los pallares mochica que obtuvo la historiadora habían germinado de pallares hallados en el Complejo Arqueológico El Brujo, del que forma parte la Huaca Cao, donde se descubrió a la Señora de Cao.
- La historiadora anticipa que alista el relanzamiento internacional del ‘Oráculo de los Pallares Mochica’ y que el director Mario Pozzi Escot está filmando un documental sobre el tema.