La sostenibilidad se hace con y para las personas, de ahí que su segundo componente sea el social. El trabajo decente es ese primer paso que puedan dar las organizaciones en este sentido.
Está claro que la sostenibilidad está estrechamente relacionada con el medioambiente, que atiende los desafíos urgentes del clima y el agua, así como a la reducción de los contaminantes. ¿Pero es tan clara su incidencia en lo social?
Al desarmar el término ASG, en lo corporativo, su segundo componente es el social, que corresponde a las acciones encaminadas a tener un impacto dentro de las comunidades, tanto en el interior como el exterior de la organización. También hace referencia al trabajo articulado entre distintos actores. Es decir, la sostenibilidad social es esa que se hace con y para las personas.
Irma Yaneth Gómez PhD, docente y experta en psicología de las organizaciones de la Fundación Universitaria Konrad Lorenz, cita a la Red de Educación Continua de Latinoamérica y Europa (RECLA) y expresa que “la sostenibilidad social se refiere a la capacidad de una sociedad para sostenerse a sí misma a través del tiempo y el espacio, es la práctica de mantener un entorno social equitativo y justo”.
Viéndolo así, las estrategias que se pueden emprender son muchas; sin embargo, el trabajo decente es ese primer paso que las organizaciones pueden dar en camino hacia la sostenibilidad social. De acuerdo con la experta, en este contexto emergen reflexiones acerca de la regulación de la jornada laboral, la salud de los trabajadores y su calidad de vida.
“Los directivos en las organizaciones están llamados a incorporar principios/acciones de sostenibilidad social en los entornos laborales, que los lleven a que sus trabajadores tengan alto desempeño y alta productividad bajo condiciones de calidad de vida laboral”, dice.
Dicho compromiso está pactado en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en el número 8, que plantea la importancia de un empleo decente, en condiciones dignas y justas.
Esto va, explica Gómez, desde la garantía de los derechos laborales de los trabajadores, la promoción de un balance entre vida y trabajo y el cuidado de la salud (física y psicológica) de los colaboradores.

Olga Torres, docente de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de San Buenaventura, coincide con este planteamiento, al que añade el fomento a la diversidad, equidad e inclusión; la equidad y el trato justo.
¿Cómo materializarlo en las empresas? Fernanda Aguilar, líder de Sostenibilidad de Genomma Lab, afirma que hay distintas acciones a desarrollar en esa línea: desde políticas de contratación y promoción orientadas a la igualdad de oportunidades; lineamientos rigurosos de salud y seguridad en el trabajo; salarios justos; políticas que favorezcan el equilibrio entre lo laboral y lo personal, hasta apoyo a proyectos de desarrollo económico local y empleo en comunidades.
En lo organizacional es inevitable deslindarse de lo reputacional, como un factor de competitividad. “Las organizaciones están conformadas por personas que requieren de acciones claras que les permitan desarrollarse y generar condiciones de vida más adecuadas, es por esto por lo que la responsabilidad social asumida de forma voluntaria debe llevar a las organizaciones a adoptar prácticas sostenibles que mejoren su reputación ante los diversos grupos de interés, les permita ser más competitivas y atractivas en sus entornos y fuera de ellos”, añade Torres.
Aguilar, de Genomma Lab, concuerda con que “la implementación efectiva de acciones de sostenibilidad contribuye a la construcción de la reputación corporativa y fortalece las relaciones con los grupos de interés. Esto es crucial para el éxito a largo plazo, ya que la reputación atrae inversores, clientes y talento, al tiempo que mantiene relaciones positivas con las comunidades y el entorno regulatorio”.
Indicadores de impacto
La docente Torres indica que lo más importante en la medición del impacto es que los resultados sean tangibles para los grupos de interés de las organizaciones.
En el estricto sentido, sostiene, las mediciones pueden darse a través de indicadores de gestión, reportes de sostenibilidad, evaluaciones de impacto, entre otros, pero deben estar sustentados en un mejoramiento de la calidad de vida de las personas y de sus oportunidades en salud, igualdad de género, educación y demás ámbitos.
Para Gómez, de la Fundación Universitaria Konrad Lorenz, en el ámbito laboral no sólo importan los números, también son indicadores de éxito en la sostenibilidad social los bajos niveles de estrés laboral, de ausentismo, de enfermedad física y psicológica; asimismo lo son los altos niveles motivacionales, el clima organizacional positivo, las buenas relaciones interpersonales y un liderazgo red-arquíco (concepto que rescata de Ignacio Fernández).

Lo que no es
“La sostenibilidad social, como concepto, puede verse desdibujada o malinterpretada cuando se le confunde con prácticas o enfoques que, aunque puedan parecer beneficiosos a corto plazo, en realidad no contribuyen a un bienestar social amplio, equitativo y duradero”, sostiene Fernanda Aguilar, líder de Sostenibilidad de Genomma Lab.
En todos sus componentes, las acciones dirigidas a ser más sostenibles deben contemplar la realidad de los problemas a los que atienden, no pueden ser superficiales ni enfocadas únicamente a generar una buena imagen. Para el pilar social esto es todavía más relevante, porque las estrategias impactan directamente a las personas y si no son bien organizadas pueden tener un efecto adverso.
“La sostenibilidad social no es solamente la responsabilidad social empresarial o corporativa enmarcada en el cumplimiento hacia el desarrollo sostenible, no es solamente mostrar que se están generando acciones si estas últimas no están demostrando transformación real del entorno”, complementa Torres, docente de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de San Buenaventura.
Por su parte, Gómez subraya que, en el entorno laboral, estas acciones no son un favor de las empresas a sus empleados: “no es un “programa” que se aplica a ciertos trabajadores y en ciertas épocas o bajo ciertas administraciones; no es un plan de “resolución de ciertos problemas” organizacionales; no son simples indicadores numéricos per se, dejando de lado la humanidad, el ser de cada colaborador; no es “un logro organizacional” para mostrarse y sacar partido publicitario para posicionar una marca”.
Lo que sí es: el pilar social es determinante en esa mirada macro e integral de la sostenibilidad, hecha para y con las personas.
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