En Colombia la izquierda se ha proclamado como la gran defensora de la justicia. Sin embargo, la realidad es que su percepción de la justicia es muy angosta para llevarse esa etiqueta de defensores. ¿Por qué?

En Colombia, la izquierda se percibe a sí misma como la gran—si no es que la única—defensora de la justicia. La idea del presidente Petro de cambiar las palabras del escudo nacional “Libertad y Orden” por “Libertad y Orden Justo” ilustran esto perfectamente. Para el Presidente, la configuración institucional del país nunca consideró la justicia y él ha llegado a cambiar eso. 

Desafortunadamente, la visión que la izquierda nacional tiene de la justicia es demasiado angosta para validarles la etiqueta de los “verdaderos defensores” de ella. El valor que ellos realmente defienden es lo que se conoce como justicia distributiva, la cual se refiere a quién recibe cuánto de los recursos generados en la sociedad. Es, además, una visión muy específica de la justicia distributiva, una que se caracteriza por su énfasis global. 

O sea, lo que la izquierda colombiana llama injusticia es, fundamentalmente, la distancia entre las colas de la distribución de riqueza en toda la sociedad—i.e. de la distribución global. En otras palabras, a la izquierda le preocupa profundamente que en Colombia haya muchas personas que no tienen que comer mientras hay algunas otras pocas con fortunas multimillonarias. No importa si estas personas viven a miles de kilómetros de distancia y nunca se han visto en la vida.

Aquí podríamos tener toda una discusión acerca de si esa es la forma correcta de pensar la justicia distributiva. Podríamos cuestionar qué tanto es la cercanía de las colas—y la igualdad, más ampliamente—el referente apropiado de una distribución justa. También podríamos dudar de que las políticas que la izquierda colombiana promueve sí lleven, en la práctica, a que la riqueza se distribuya más igualitariamente. Sin embargo, no creo que tengamos mayores dudas del interés genuino de la izquierda nacional por la justicia distributiva global. Lo que quiero es ilustrar como esta no captura la mayoría de los fenómenos que el colombiano promedio interpreta en su cotidianidad como las expresiones de la gran injusticia del país.

Y permítanme describirme aquí como ciudadano promedio y hablar en primera persona. Porque sí, quizá uno piense cada tanto cuan terrible es que David Vélez tenga un avión privado, mientras tantos otros pasan trabajos para sobrevivir, pero estoy seguro de que usted, como yo, siente la injusticia del país más regularmente de muchas otras formas.  

La mayoría de nosotros sentimos que en Colombia no hay justicia cada vez que nos roban el celular y el sistema no hace nada para evitarlo o para repararnos. Lo sentimos al saber que uno de nuestros familiares, luego de ser extorsionado por criminales y ante los riesgos de denunciar, no encuentra otra salida que cerrar su negocio. Lo sentimos al no poder dormir por un vecino que cada quince días escucha música a todo volumen a las 5 a.m. sin que haya acción alguna para evitarlo. Lo sentimos cuando estamos en la universidad y llegan miembros del movimiento estudiantil a sacarnos del salón para obligarnos a acogernos a alguna decisión de un puñado de personas en una asamblea. Lo sentimos al ver que los alcaldes de nuestros pueblos cínicamente amplían sus casas con lo que todos sabemos son dineros públicos. Lo sentimos al aspirar a un cargo público y ver cómo este se lo entregan al familiar, amigo o amante de algún político. Lo sentimos al estar estancados en el tráfico y ver caravanas de camionetas blindadas de algún político pasar los semáforos en rojo.

Estas son situaciones que evidencian que los mecanismos para penalizar los comportamientos que lastiman a otros no funcionan bien en el país. Por eso me gusta llamar a esto injusticia sancionatoria. Noten que es un tipo de injusticia de carácter local. No hace referencia a eventos lejanos, sino a experiencias diarias que les pasan a personas que conocemos y con quienes interactuamos regularmente. Además, noten que, en principio, son cuestiones independientes de cómo luce la distribución de recursos en la sociedad. Es decir, la justicia sancionatoria local de la que estoy hablando es diferente a la justicia distributiva global.

La analogía más sencilla para ilustrar la diferencia entre estos dos tipos de justicia es la de una competencia deportiva. Piensen en una liga de futbol convencional. Allí hay partidos cada fin de semana y los equipos van acumulando puntos en función del resultado de los partidos. La justicia distributiva global hace referencia a qué tan “correcto” creemos que es que el último equipo de la tabla tenga X puntos menos que el primero. Es global en el sentido en el que quizá estos dos equipos ni siquiera han jugado, pero aun así puede uno juzgar la virtud moral de la diferencia en sus puntos. En cambio, la justicia sancionatoria es acerca de qué tan “correctas” son las condiciones en las que se juegan los partidos. Es local en el sentido en el que se refiere específicamente al juego entre dos equipos. Si durante un partido, al equipo contra el que uno juega nunca le sancionan las faltas, uno seguro encontrará esto reprochable moralmente, sin importar la posición en la que estén los dos equipos en la tabla de puntos. Más ampliamente, un torneo donde sistemáticamente se cometen faltas graves que no llevan a una sanción apropiada es algo que todos consideraríamos como injusto, incluso en una situación en la que todos los equipos del torneo tengan los mismos puntos.

¿Entonces, cuál de estos tipos de justicia importa más? No estoy seguro. Posiblemente dependa de qué tanto se aleje la situación puntual de los ideales de cada una. Lo qué si sé es que la localidad de la justicia sancionatoria la hace, al menos, mucho más vívida para un mayor número de personas.

Lo interesante de todo esto es que la derecha colombiana está bastante preocupada por la justicia sancionatoria. Su foco en la seguridad, la cultura cívica, y la eficiencia del sector público así lo demuestran. Lastimosamente, no parecen reconocer que estos son objetivos de justicia. Y aunque uno aquí también puede cuestionar si sus referentes de justicia en estos frentes son los apropiados o si las políticas que promueven son las mejores alternativas para alcanzarlos, no cabe duda de que su interés en estos temas es genuino. 

Entonces, la derecha tiene tantos méritos para declararse defensora de la justicia como la izquierda, y cuanto más pronto comience a hacerlo, mayores serán sus posibilidades de llegar al poder. Deben decirlo sin vergüenza: no importa cuán equitativa sea la distribución de riqueza en Colombia, si mantenemos un sistema que le permite a las personas impunemente hacerles daño a otros, todos seguiremos sintiendo que vivimos en una sociedad injusta. 

Por: Javier Mejía Cubillos*
*El autor es Asociado Postdoctoral en el departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Stanford. Ph.D. en Economía de la Universidad de Los Andes. Ha sido investigador y profesor de la Universidad de Nueva York–Abu Dhabi e investigador visitante de la Universidad de Burdeos.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.

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