Como si la vida se tratase de una película mexicana, se puede ser el villano o el héroe, todo depende de quién cuente la historia.
Si hay dos cosas que he aprendido en la vida trabajando son estas:
Una es que sin esfuerzo nada se logra, y la otra es que vivimos en una novela mexicana.
La primera todo el mundo la entiende, la segunda merece una explicación detallada.
Me refiero a que la vida es una serie de malentendidos, y el 99.9999% de estos tienen la estructura de una novela Mexicana de los 90s.
Si vemos de qué se tratan novelas como María la del barrio, Rebelde, o mi favorita creciendo Carrusel de niños, todas tienen el mismo core: hay 99 personajes, bien intencionados, puros, con ganas de ayudar y hacer felices a la gente – estos son los ‘buenos’ – También existe por supuesto, una mala.
La madrastra terrible, el director maligno o la ‘amiga’ que sólo sabe hacer daño. Este personaje es malo MALO, hasta el centro de su corazón. Mejor dicho, la mamá de este villano se alimentó tan mal cuando estaba embarazada que el pobre hijo nació sin alma.
Nuestro notorio villano, llamémosle el malandro, es quien se encarga de generar estragos en las personas puras, y buenas de la novela, y el causante de ese gran malentendido; esa situación que hace que los novios – a pesar de ser el uno para el otro y parecieran estar destinados a estar juntos – viven separados hasta el penúltimo episodio cuando el malandro es descubierto y podemos disfrutar por fin el cierre de la novela y su ‘fueron felices para siempre’.
¿Por qué cuento todo esto? Porque el arte imita a la vida, y en la vida real las cosas también funcionan así. Si cada una de nuestras vidas es una novela entonces, en esta producción, todos somos héroes de nuestra propia historia.
Esta lección la aprendí hace algunos años y nunca se me olvidó. Por pretencioso que suene, se lo escuché al profesor en una clase de la maestría ‘fancy’ que hice. El profesor, Rob Hillas quien participó en la creación del Harvard Negotiations Program y en la clase nos enseñaba a negociar.
Es de las mejores clases que he tomado en mi vida, y recuerdo cuando mencionó que su equipo en ese momento estaba apoyando al Gobierno Colombiano en las negociaciones de paz con las FARC, me lo quería comer a besos.
Volviendo al tema, en una clase, el profesor nos estaba explicando cómo en los 90s a Sadam Hussein, Estados Unidos lo veía y trataba como el malo principal de las novelas Mexicanas. Un ser absolutamente despiadado y LOCO, terriblemente desquiciado y lo más miedoso: completamente irracional y el profe nos explicaba cómo esa descripción simplemente no era verdad.
Hussein, con todo lo malo que hacía era supremamente racional, y el motivo de mantener una posición de guerra inminente, no sólo era razonable, era el curso de acción más razonable ya que desde su perspectiva cualquier muestra de debilidad al Oeste le haría perder credibilidad y control en su país lo que implicaría no solo una muerte política sino física.
El equipo del profesor, tenía la misión de llegar a un acuerdo para evitar la proliferación de armas nucleares, y después de muchos intentos pasados fallidos, lograron un avance.
“El cambio más grande que hicimos” contaba el profesor, “fue tratar a Hussain como la persona más cuerda del mundo, y hablarle desde su perspectiva. Él mismo dijo ‘esta es la primera vez que alguien entiende mi posición, gracias’” y ahí pudimos por fin movernos adelante”, dijo.
Estoy seguro que hay detalles de esa historia que recuerdo mal, los historiadores podrán mostrarme los huecos, pero 12 años después recuerdo esto como si fuera ayer, en esas clases tuve una epifanía tras otra (voy a dejar algunos materiales en las notas de abajo por si quieren verlas).
Volviendo a la historia. Después de contarnos de la negociación de Hussein nos dijo:
“Look at this board and never forget it” con una pausa dramática.
“We are all heroes of our own story”. Todos somos héroes de nuestra propia historia.
Esto lo tiene parcialmente claro toda la sociedad. Hasta los adolescentes con sus dichos de ‘main character energy’ o describiendo su vida como ‘eventos canónicos.’ Lo que no tenemos claro es que esto aplica para absolutamente todas las personas, hasta las que obran mal, y las que nos hacen daño.
No hay que ser Maria la del barrio, ni víctima de Sadam Hussein para ver clarito clarito el concepto de villanos, yo conozco muchos, seguro tú también.
Son todas esas personas sin corazón que te vas topando en la vida. El loco que se te atravesó con el auto y casi te mata, el hincha de fútbol del equipo contrario que te iba a pegar por una silla, la amiga del colegio que te dijo que olias feo y se burló de tí frente de toda la clase, y hasta ese exnovio que te trató de la absoluta peor manera por años – todos esos villanos, son el personaje principal de sus vidas, y no se creen villanos, por malos que sean y sin importar todo el daño que hayan causado.
Ahora viene la píldora difícil de digerir: nosotros los seres humanos no somos perfectos, tú sabes que no lo eres. ¿Yo? Menos, y está bien documentado.
Pero así llenos de falencias somos los héroes de nuestra propia historia y aquí estamos enfrentando la vida. Ahora déjame, mejor completo la frase para que entiendas hacia donde voy:
“Todos somos héroes de nuestra propia historia, claro que sí. Además, somos villanos en la historia de alguien más.”
Uno va por la vida haciéndole daño a la gente, algunas veces con mala intención, muchas otras sin empatía, o sin medir las palabras y la gran mayoría sin darse cuenta siquiera. Estoy seguro que la gran mayoría de agravios que pasan en la sociedad son fuente de un malentendido.
Probablemente porque me la paso trabajando con una generación distinta a la mía de todos los ejemplos para ilustrar este punto, las que más se me vienen a la cabeza, son la relación jefe empleado.
Llega el jefe y pide un trabajo, el empleado, agobiado porque su hija está enferma no entiende bien la tarea ni le puede dedicar todo el tiempo, así que lo saca rápido y con la mejor calidad. En la mañana le envía un email corto al jefe explicando la situación. El jefe, que camino al trabajo golpeó otro auto y no tiene cómo pagarlo, abrumado reacciona mal y crítica al empleado fuerte. El empleado llama a su compañero de trabajo y le cuenta llorando como al jefe no le importa la gente y sólo maltrata. El amigo para apoyar al empleado, empieza a demorarse en entregar reportes para el jefe malo, no los deja de hacer, solo los pone de último en sus prioridades. El jefe desesperado porque sin un buen mes, no recibe su bono y no puede arreglar su auto empieza a exigirle más y más al empleado para compensar la demora en las entregas. Además sospecha que está hablando mal de él con el amigo, ya que recibe miradas juzgadas cada que va al baño. El empleado, cuya hija ya se mejoró, pero que nunca le perdonará que ni le haya preguntado por su bienestar, se queja más con el amigo y el ciclo continúa.
Lo peor del cuento, es que el correo de ‘mi hija está enferma’ nunca se envió, se quedó en draft. Y el jefe nunca le contó a nadie que se estrelló ni que tiene problemas económicos por su divorcio.
¿Por qué no sucede más a menudo? Conflicto, hablamos, solución. Conflicto, hablamos, solución.
Uno porque la vida con conflicto es más entretenida, por lo menos para las historias que consumimos. Esto lo saben los guionistas de televisión y cine, sobre todo los que tienen que inventarse conflictos para hacer 4 temporadas de ‘terminarán juntos o no’. Pero aplica hasta para grandes obras. Romeo le dice a Julieta, tranquila amiga, me voy a hacer el muerto, nos vemos en la noche – final feliz, y nadie sabría quién es Shakespeare.
Este conflicto – hablamos – solución, no sucede simplemente porque *no hablamos* porque no somos directos y claros en lo que está pasando.
La segunda razón, y tema suficiente para un ensayo completo, es porque cuando nos comunicamos estamos montados en dos partes distintas de la escalera de inferencia, y sólo cuando entendemos cómo funciona esa escalera, podemos ser efectivos en entender al otro y comunicarnos mejor.
Yo soy enemigo del abuso a frameworks y de quienes nos dan la fórmula de la coca-cola como clave del éxito, pero si hay dos herramientas que me han permitido mejorar mi desempeño como CEO, fundador, papá, esposo, y miembro de la sociedad, son terapia y la escalera de la inferencia.
Como buen episodio de novela mexicana, este episodio continuará – los espero la próxima semana.
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Por: Daniel Bilbao
Twitter: @ddbilbao
*El autor es cofundador y CEO de Truora, una compañía de tecnología que se enfoca en conectar empresas con sus usuarios de forma segura. También es ángel inversionista, miembro de juntas directivas de varias ‘startups’, y se enfoca en ayudar a desarrollar el ecosistema de emprendimiento en Colombia, México y en toda Latinoamérica.
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.
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