Todas las empresas que desarrollan proyectos de infraestructura están sujetas a procesos de licenciamiento ambiental para compensar los impactos en los ecosistemas. Al hacerlo mejoran sus relaciones con las comunidades y su reputación.
Mientras recorre la finca familiar, situada en el municipio antioqueño de Liborina, Mauricio Montoya explica por qué la agricultura y la ganadería dejaron de ser un buen negocio para los pequeños productores de la región. A raíz de ello, apostó por convertirla en una zona de preservación y restauración del medio ambiente.
“La ganadería y la agricultura a pequeña escala y en tierras que no son aptas, dejaron de ser rentables. Es mejor dejar de perder y ganar un poquito, sobre todo pensando en el largo plazo, cuando el uso ambiental de la tierra puede ser más beneficioso”, explica Montoya que suscribió un acuerdo con Terrasos, una empresa especializada en la estructuración y operación de inversiones ambientales, para convertir las 120 hectáreas de la finca -que pertenece a su familia hace más de 80 años- en un banco de hábitat.
Cerca de allí, en el occidente del departamento, pasa una línea de interconexión de ISA Intercolombia que saca energía de Hidroituango, cuya construcción generó -como cualquier obra de esta envergadura- afectaciones a los ecosistemas de la región.
Para obtener la licencia ambiental, las empresas que desarrollan proyectos de infraestructura lineal deben realizar compensaciones e inversiones obligatorias en biodiversidad en las zonas impactadas que, en este caso, se han hecho en el banco de hábitat en el que se convirtió la propiedad de Montoya y su familia.
Dichas obligaciones ambientales están reguladas por la Agencia Nacional de Licencias Ambientales, Anla, y las Corporaciones Autónomas Regionales, CAR. Al hacerlo mejoran sus relaciones con las comunidades y su reputación.
“Negociamos y llegamos a un acuerdo y entregamos la tierra por 30 años”, señala Montoya que también se convirtió en el operador del banco de hábitat y, además de garantizar la preservación de las áreas, se comprometió a realizar labores de restauración pasiva (sacar el ganado y dejar de sembrar) y activa mediante obras de conservación (siembra de plántulas y especies nativas, etc).
“Cada vez que uno va demostrando que se están cumpliendo esos hitos ante la autoridad ambiental, el cliente (en este caso ISA Intercolombia) va haciendo efectivos los pagos, que inicialmente van a una fiducia, que hace los desembolsos; eso se llama el principio de pago por desempeño o por resultados”, agrega Wilson Mejía, Director de Operación de Bancos de Hábitat de Terrasos, al explicar el funcionamiento del mercado obligatorio.
Un crédito de biodiversidad es un certificado que representa una unidad medible y basada en evidencia de resultados positivos en biodiversidad, duradera y adicional a lo que de otra forma hubiese ocurrido.
Un cupo representa una hectárea de terreno y un cliente puede adquirir desde uno hasta ‘ene’ cupos en función de sus obligaciones ambientales.

Ahora bien, un proyecto en Antioquia no puede ser compensado en Nariño, ya que hay que seguir unos criterios, entre ellos que el proyecto de compensación se desarrolle en la misma zona donde se generó el impacto ambiental.
“Somos una empresa creada hace 10 años. Acompañamos al sector privado en el despliegue de sus estrategias de compensación generando impactos en más de 50.000 hectáreas. Tenemos hoy más de 5.000 hectáreas en bancos de hábitat, una solución de pagos por resultados”, explica Mariana Sarmiento, fundadora de Terrasos, que trabaja con el BID, el Gobierno, la Fundación Santo Domingo y ONGs, entre otras entidades, en el desarrollo de mecanismos de financiación de la biodiversidad, y en la generación de soluciones y modelos de negocio asociados a la biodiversidad, mediante los bancos de hábitat y los créditos de biodiversidad voluntarios.
La oportunidad es clara. Aunque las empresas que ejecutan grandes obras están obligadas a hacer inversiones en biodiversidad, carecen de experiencia y al no ser el ‘core’ de su negocio ejecutan proyectos de corto plazo que no tienen vocación de permanencia y tampoco generan impacto social.

De hecho, la misma multilatina acaba de elegir el proyecto Banco de Hábitat Bosque de Niebla – El Globo (BHG) a través de su programa de sostenibilidad Conexión Jaguar para incursionar en la adquisición de créditos de biodiversidad.
Los créditos permiten apoyar la preservación y restauración del ecosistema durante 30 años en los que se incluyen la protección de 290 especies de aves, 76 de mamíferos y 24 de reptiles, entre otros.
En el área de protección se encuentran especies en condición de amenaza como el loro orejiamarillo, el oso de anteojos y el árbol de hojarasco o magnolio.
La contribución se concentrará en la conservación y restauración de 16.250m2 de bosque de niebla ubicados en Támesis, Antioquia, en donde se busca proteger seis nacimientos de agua, 290 especies de aves, 8 de anfibios, 24 de reptiles, 12 de peces, 29 de mariposas y 76 de mamíferos.
El bosque de niebla es un ecosistema considerado como una de las joyas más valiosas del país. Uno de estos espacios se encuentra en las estribaciones de la Cordillera Occidental, en jurisdicción de los municipios de Támesis y Jardín (Antioquia), entre los 2.400 y 2.800 metros sobre el nivel del mar.
El ecosistema es prioritario a escala mundial debido a la riqueza de especies de fauna y flora, algunas de ellas endémicas, en especial de plantas epífitas (plantas que crecen sobre otro vegetal u objeto como soporte), vasculares y no vasculares.
Los fragmentos de bosque de niebla en el proyecto Banco de Hábitat Bosque de Niebla – El Globo (BHG) son cruciales para la regulación del agua, la captura de carbono y el ciclo de nutrientes, ayudando a contrarrestar la pérdida y fragmentación de hábitats.
Los mercados de carbono
En un reciente debate en el Congreso de cara a la COP16, la ministra de Ambiente y Desarrollo Sostenible, Susana Muhamad, anunció los objetivos del Gobierno para reglamentar los mercados de carbono, que estarán enfocados en establecer una estrategia direccionada a cumplir con las metas climáticas al 2030, especialmente en reducir en un 51% las emisiones de gases efecto invernadero.
“Queremos una reglamentación para fortalecer a los propietarios del uso del suelo y las instituciones del Estado que son las que deben generar la gobernanza, porque donde están los bosques y nuestra biodiversidad son zonas donde hay que implantar el Acuerdo de Paz”, dijo la funcionaria.
Se trata de las zonas más conflictivas del país, donde el mercado de carbono como instrumento económico puede ayudar a fortalecer la presencia del Estado y la dignificación de las comunidades que haga los procesos de restauración mucho más efectivos, agregó.
El primer objetivo busca el establecimiento de un sistema de gobernanza y fortalecimiento del rol del Estado en todos los procesos de los mercados de carbono para la vigilancia y control.
El segundo, enviará señales económicas a los sectores y actividades productivas para generar las transformaciones necesarias que permitan reducir las emisiones de gases efecto invernadero y enfrentar el cambio climático, lo que permitirá proteger la biodiversidad.
Otra de las apuestas es asegurar que las iniciativas en cambios de uso del suelo se realicen de manera legal y transparente, protegiendo a los tenedores del suelo de decisiones arbitrarias que podrían perjudicar sus intereses.
Las empresas que se descarbonicen ganarán incentivos, mientras que las que se mantengan en tecnologías dependientes de combustibles fósiles van a empezar a pagar un valor que después va a ser más fácil invertir en descarbonizar sus procesos.
Este desarrollo será realizado sector por sector a través de un trabajo que ya se viene realizando hace dos años y que permitirá tener en 2025 una subasta donde los que tengan cupos sobrantes derivados de la reducción de emisiones, podrán venderlos, es decir, los que hagan acciones más tempranas en reducir sus emisiones en sus actividades, podrán tener ganancias por su compromiso al vender a las empresas que no cumplan con un tope de emisiones establecido.