El verdadero legado será la capacidad de generar un cambio cultural. La COP16 ha puesto sobre la mesa una conversación que no puede detenerse aquí: la biodiversidad es la base de nuestra supervivencia.
La COP16, una de las cumbres más relevantes para la conservación de la biodiversidad, nos deja con un profundo sentimiento de responsabilidad y reflexión. No solo porque Colombia, como país anfitrión, haya reafirmado su papel como líder en la agenda ambiental global, sino porque, tras semanas de diálogos y compromisos, el futuro de nuestro planeta parece depender cada vez más de nuestra capacidad para entender y proteger la biodiversidad.
A menudo, estas cumbres son vistas como escenarios diplomáticos donde los países se reúnen para negociar políticas y financiar iniciativas. Sin embargo, detrás de las cifras, de los acuerdos y los marcos regulatorios, existe una realidad que trasciende el papel: la pérdida de biodiversidad avanza a un ritmo sin precedentes. Según el último informe de la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES), un 75% de la superficie terrestre ha sido significativamente alterada, y el 47% de los ecosistemas naturales se encuentran deteriorados. Los humedales, en particular, han sufrido una pérdida superior al 85%, un ritmo tres veces mayor al de la deforestación. Esta alarmante situación, que afecta especialmente a bosques de edad madura, ecosistemas insulares y humedales, nos sitúa al borde de una sexta extinción masiva. Las actividades humanas ya han provocado la extinción de cientos de especies de vertebrados y han puesto en peligro a una proporción significativa de anfibios, corales y mamíferos marinos.
Esta pérdida de vida silvestre no es solo una crisis ecológica: es una crisis existencial para la humanidad. Los ecosistemas que sustentan nuestra vida, como la Amazonía, los páramos y los humedales, enfrentan presiones crecientes debido a factores como la deforestación, la sobreexplotación y el cambio climático. Estos hábitats son fundamentales para garantizar el suministro de recursos esenciales como el aire limpio, el agua potable y los alimentos. Además, son el hogar de diversas culturas ancestrales, cuyas tradiciones y conocimientos han sido cruciales para la conservación de estos espacios.
La COP16 dejó en claro que el compromiso para la protección de la biodiversidad no puede ser solo una lista de metas enmarcadas en convenios internacionales. Aunque Colombia haya presentado seis metas ambiciosas para proteger sus ambientes naturales terrestres, marinos y de agua dulce, lo cierto es que las políticas públicas deben ir más allá de la formalidad. Necesitamos un cambio profundo en la forma en que valoramos y gestionamos nuestros recursos naturales.
Al igual que la agenda climática ha impulsado inversiones masivas, la conservación de la biodiversidad exige un compromiso financiero equivalente. Uno de los temas más cruciales fue la repartición justa y equitativa de los beneficios derivados del uso de los recursos genéticos, un reclamo de larga data de los pueblos indígenas. Este reconocimiento no solo valora su papel como guardianes de la biodiversidad, sino que también promueve la protección de su conocimiento tradicional y ancestral.
Los esfuerzos para mitigar el cambio climático no pueden desvincularse de la conservación de la biodiversidad. La variabilidad climática está directamente relacionada con la pérdida de especies y la degradación de ecosistemas, por tal razón las reglamentaciones que protejan la biodiversidad en regiones críticas, no solo ayudarán a frenar la extinción masiva, sino que también proporcionarán resiliencia frente a los fenómenos climáticos extremos que cada vez más afectan a nuestras comunidades.
En este sentido, los resultados de eventos como la COP16 apuntan a acciones concretas que integren la biodiversidad en todos los sectores de la planificación económica, social y territorial. Este es un desafío de gran magnitud, pero también una oportunidad sin precedentes para redefinir nuestro desarrollo en armonía con el ambiente.
¿Qué puede esperar Colombia a largo plazo después de este evento? El verdadero legado será la capacidad de generar un cambio cultural. La COP16 ha puesto sobre la mesa una conversación que no puede detenerse aquí: la biodiversidad es la base de nuestra supervivencia. Y muchas de las soluciones provienen de los territorios mismos, de las comunidades locales y los pueblos indígenas que conocen mejor que nadie el valor de la naturaleza. A ellos les debemos nuestro reconocimiento.
Esta Conferencia de las Partes nos recordó también que el tiempo se agota. Pero nos ha ofrecido una ventana de esperanza. Si bien el futuro es incierto, las decisiones que tomemos tienen la capacidad para definir si nos mantenemos dentro de parámetros planetarios que soporten la vida como la conocemos. Por ello, es imperativo que actuemos en torno a la biodiversidad, con plena conciencia de que se trata de la esencia misma de nuestro futuro común.
Por: Paula Caballero
Directora regional para The Nature Conservancy (TNC) América Latina.
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