Carolina Diazgranados, fundadora de Mar de Lua, explicó a Forbes el propósito detrás de su marca que ya exporta a más de 20 países y tiene boutiques en Cartagena y Bogotá.
En una playa del Caribe colombiano, donde las olas traen desechos plásticos arrastrados por el río Magdalena, nació una idea que ahora está cruzando fronteras, trayendo una propuesta sostenible a la industria de la moda.
Carolina Diazgranados, barranquillera, fundadora de Mar de Lua, convirtió su indignación por la contaminación en una empresa que une diseño, sostenibilidad y propósito.
“Siempre me ha inquietado el deterioro ambiental, especialmente el daño que hacemos a los ecosistemas marinos. Cuando descubrí que el PET, el plástico de las botellas desechables, podía convertirse en telas, supe que podía juntar mi pasión por el diseño y la protección del medio ambiente”, comenta Diazgranados, en una entrevista con Forbes.
Mar de Lua, que comenzó hace ocho años, tiene un propósito claro: devolver al mar lo que este arroja a las playas, pero transformado en algo útil.


Con apenas cuatro botellas de plástico reciclado, se crea un bikini; con ocho, un vestido de baño entero. Las prendas están hechas de poliéster reciclado, estampadas con tintas biodegradables en un proceso que no utiliza agua ni genera desperdicios.
La clave de Mar de Lua no solo reside en sus diseños vibrantes, coloridos y caribeños, sino en el mensaje que cada prenda lleva consigo.
“Cuando alguien tiene que escoger entre una u otra marca, nos prefieren por nuestra calidad y nuestro propósito”, anota Carolina.


Esta combinación ha llevado a la marca a exportar a más de 20 países y abrir en menos de un año boutiques en Cartagena y Bogotá. Además de los vestidos de baño, también tienen prendas de resort wear y ropa deportiva.
El consumidor internacional, asegura Carolina, valora cada vez más la moda sostenible.
“Buscan calidad, diseño y también un propósito social. Este ha sido el pilar fundamental de nuestro crecimiento exponencial en mercados internacionales”, añade.
Mar de Lua ha ampliado su impacto al involucrarse directamente en la limpieza de playas y en la educación ambiental. Cada año, el equipo de Carolina organiza jornadas de recolección de desechos en las playas del Atlántico, donde se recuperan toneladas de plástico que luego se transforman en prendas.
Además, la empresa dona parte de su producción a niños de comunidades vulnerables y los lleva al mar para que entiendan el impacto de sus acciones.
“Ellos son nuestros mejores embajadores. Cuando usan los trajes de baño hechos con botellas recicladas, se sienten parte de la solución. Esto los empodera y les enseña a cuidar el medio ambiente”, aunta Carolina.
La diseñadora también pone sobre la mesa la alarmante cifra de 4.000 millones de botellas plásticas desechadas cada año en Colombia, de las cuales solo 1,000 millones se reciclan.
“Nuestro futuro no es desechable. Lo que hacemos hoy define lo que será el mañana”, anota.
Mar de Lua no es solo una marca de moda sostenible; es un movimiento que busca inspirar un cambio. Desde las playas colombianas hasta las boutiques internacionales, cada prenda cuenta una historia: la de cómo la basura puede convertirse en belleza, la de cómo un propósito puede transformar una industria.
“Trabajamos comprometidos para crear una gran ola que impulse nuestro mensaje: inspirar a niños y clientes a respetar y cuidar todas las maravillas que viven en el mar”, concluye Carolina.
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