La situación con Estados Unidos deja lecciones que no pueden ser ignoradas. La más importante, que la relación con ese país no es menor, representa más del 29% de las exportaciones del país y de eso depende la estabilidad de muchos sectores.

Colombia vivió hace pocas horas una crisis diplomática de alto riesgo con Estados Unidos, principal socio comercial, que puso en evidencia la fragilidad de una política exterior basada en la improvisación y decisiones erradas.

Todo comenzó el 25 de enero de 2025, cuando el rechazó a la llegada de dos vuelos militares con deportados desató una respuesta contundente del gobierno de Donald Trump anunciando aranceles del 25% a las exportaciones, con posibilidad de incrementarlos al 50%, además de restricciones en visas y controles más estrictos sobre bienes y ciudadanos.

Las consecuencias potenciales de este enfrentamiento no tardaron en ser evidentes. Sectores fundamentales de la economía, como el floricultor, el cafetero y el de confecciones, se enfrentaban a un golpe que amenazaba con causar daños graves y duraderos. Aunque se logró evitar el peor de los escenarios a través de un acuerdo diplomático, la situación deja lecciones fundamentales que no pueden ser ignoradas.

La relación comercial con Estados Unidos no es un vínculo menor, pues representa el 29% de las exportaciones totales, equivalentes a 13.100 millones de dólares en 2024, según Fedesarrollo. Sectores como el floricultor, que generó 1.700 millones de dólares y emplea a más de 145,000 personas, o el cafetero, que aporta 2.500 millones de dólares al año y del cual dependen más de 500,000 familias, habrían sido los más afectados por las sanciones comerciales. El sector de confecciones, con 600.000 empleos directos, también estaba en riesgo de perder su principal mercado, de acuerdo a  datos de la ANDI.

Se proyectaba que una caída del 20% en las exportaciones hubiera significado pérdidas de 2.600 millones de dólares en solo seis meses. Esto habría provocado una rápida devaluación de la moneda, superando los 5.500 por dólar, y una inflación que podría haber sobrepasado el 15% en 2025, incrementando significativamente el costo de vida.

Este escenario no fue producto de factores externos, sino de decisiones que escalaron una crisis innecesaria. La política exterior no es un espacio para gestos ideológicos o confrontaciones simbólicas, sino un campo donde cada decisión debe estar fundamentada en estrategia y pragmatismo.

La crisis con Estados Unidos evidenció la necesidad de replantear el enfoque diplomático y aprender de los errores cometidos. Entre las principales lecciones destacan:

  • El pragmatismo debe prevalecer sobre la ideología: Las decisiones tomadas al calor del momento, priorizando posturas ideológicas, incrementaron las tensiones y casi derivaron en una catástrofe económica.
  • La dependencia económica como realidad ineludible: Estados Unidos no solo es el mayor socio comercial, sino también un importante inversionista extranjero directo, con más del 20% de las inversiones totales. Además, históricamente ha destinado más de 11,000 millones de dólares en cooperación para desarrollo institucional y lucha contra el narcotráfico. Ignorar la importancia de este vínculo fue un error estratégico.
  • La improvisación tiene altos costos: Actuar sin un plan claro generó incertidumbre económica, con consecuencias inmediatas para sectores clave de la economía y el empleo.

El desenlace de esta crisis debe ser un punto de inflexión. Diversificar los mercados internacionales es una tarea necesaria, pero no se logra con declaraciones apresuradas, sino con planificación, inversión y estrategias de largo plazo. Además, las relaciones diplomáticas deben gestionarse con pragmatismo y responsabilidad, evitando acciones que pongan en riesgo la estabilidad económica y social.

Lo ocurrido demuestra que la política exterior no admite improvisaciones ni confrontaciones innecesarias. Las decisiones tomadas en este ámbito impactan directamente a millones de personas, y cada error puede tener consecuencias devastadoras.

Este episodio no debe quedar solo como un recordatorio de lo que pudo haber sido una crisis mayor, sino como una señal de alarma que exige una transformación inmediata en la forma de gestionar las relaciones internacionales. Continuar con decisiones impulsivas e ideológicas no es solo irresponsable, es un peligro real para la estabilidad económica y social. Es imperativo actuar con sensatez, asumir responsabilidad y corregir el rumbo antes de que se cruce una línea de la que no se pueda regresar.

Por: Iván Darío Arroyave*
*El autor es consultor empresarial. Se ha desempeñado como presidente de la Bolsa Mercantil de Colombia, decano de postgrados de la Universidad EIA, director de posgrados en finanzas de la Universidad de la Sabana y consultor del Banco mundial. 

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia

Lea también: Gobierno Petro da por ‘superado el impase’ que provocó crisis con EE.UU.