El presidente Gustavo Petro manifestó su postura sobre el TLC con EE. UU., diciendo que si se acaba "lo aplaudo". Esta afirmación desconoce el verdadero impacto que ha tenido este acuerdo para el país. ¿Por qué?

Más allá de sostener una condición superavitaria, la verdadera medida de la efectividad de un acuerdo comercial radica en su capacidad para diversificar exportaciones y mercados, atraer inversión y fortalecer la competitividad, generar empleo y desarrollo regional, impulsar la innovación y las exportaciones de servicios, y, en última instancia, mejorar la calidad de vida y el bienestar económico de la población.

En esa dirección, el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Estados Unidos y Colombia, vigente desde el 15 de mayo de 2012, viene contribuyendo gradualmente al país en estos aspectos vitales para su desarrollo.

Sin embargo, recientemente el presidente de Colombia, Gustavo Petro, manifestó́ su postura contraria al TLC al expresar: “Si a Trump se le ocurre acabar el TLC, yo lo aplaudo”, asegurando que el país no ha salido tan beneficiado con este acuerdo. Petro señaló́ que el tratado dejó en desventaja a los productos nacionales y afectó negativamente al sector agropecuario. “Si se le ocurre a Trump acabar el TLC, yo lo aplaudo, porque entonces tendremos que sembrar maíz en Colombia”.

Esta apreciación refleja una valoración incompleta y sesgada del verdadero impacto del (TLC) para Colombia, al pasar por alto que las cifras evidencian claramente el avance del país en la diversificación de su canasta exportadora. Asimismo, ignora que el sector agropecuario ha sido uno de los grandes beneficiados por este tratado y que, aunque la participación del sector minero-energético en el total de exportaciones se ha reducido, este ha logrado mantenerse superavitario.

Omite igualmente, que Estados Unidos es el principal inversionista foráneo en Colombia y que el déficit de la balanza bilateral se concentra en el sector manufacturero, el cual enfrenta serios retos de competitividad vinculados a la innovación, la productividad y los elevados costos de producción y logística; estos últimos estrechamente relacionados con las altas cargas tributarias y la precaria infraestructura nacional. A ello se suma el clima de incertidumbre para los negocios, propiciado por la inestabilidad normativa que caracteriza al país.

Es difícil desconocer que, en virtud del TLC, Estados Unidos se mantiene como la principal fuente de inversión extranjera en Colombia. Hasta el tercer trimestre de 2024, según la balanza de pagos del Banco de la República, el capital invertido desde ese país alcanzó los US$1.373 millones, representando aproximadamente el 42 % del total de la Inversión Extranjera Directa (IED) recibida por Colombia.

Asimismo, Estados Unidos se consolida como el principal socio comercial de Colombia, al adquirir el 27,5 % de sus exportaciones y aportar aproximadamente el 28,9 % de los bienes que ingresan al país, según datos del DANE.

La diversificación de la canasta exportadora se destaca como uno de los impactos más significativos del TLC; de acuerdo con cifras de Legiscomex, en 2012, el 29% de las exportaciones de Colombia hacia Estados Unidos correspondían a bienes no minero-energéticos; pero, como resultado del TLC, para 2024, dichos bienes representaron el 60% de las exportaciones a ese país.

Es preciso resaltar que, desde la entrada en vigor del (TLC), el comercio bilateral ha experimentado una dinámica importante, pues, entre 2012 y 2024, las exportaciones colombianas a EE. UU. promediaron 13.009 millones de dólares anuales, mientras que las importaciones alcanzaron 14.638 millones anuales, generando un déficit promedio de apenas 1.629 millones de dólares.

Contrario a lo que da a entender el Gobierno, el sector agropecuario ha sido un claro beneficiado con el (TLC), registrando, durante ese lapso, un superávit promedio de 963 millones de dólares. Las exportaciones anuales promedian 2.759 millones de dólares, mientras que las importaciones se sitúan en 1.796 millones de dólares.

El crecimiento del 89% en las agroexportaciones durante este periodo está impulsado por el café́, las flores y el banano. Además, el TLC facilitó la entrada de productos no tradicionales como aguacate hass, limón tahití, uchuva, hierbas aromáticas, tilapia y trucha, entre otros. Muchos de estos productos no tenían acceso al mercado estadounidense antes del acuerdo. 

De su parte, el sector minero-energético presentó un superávit de 3.138 millones de dólares, sustentado en exportaciones de 7.088 millones e importaciones de 3.950 millones de dólares anuales. Las principales exportaciones son aceites crudos de petróleos y las Importaciones son gasolina y otros combustibles derivados del petróleo.

Por otro lado, el sector manufacturero registró un déficit promedio de 5.731 millones de dólares anuales, resultado de exportaciones por 3.161 millones e importaciones que alcanzaron los 8.892 millones de dólares. Gran parte de estas importaciones son esenciales para el país, ya que corresponden a productos farmacéuticos y químicos, así́ como a bienes de capital y maquinaria que Colombia necesita y no produce localmente.

En síntesis, el valor agregado y la complementariedad que el TLC aporta a la economía colombiana son trascendentales y representan una ventaja competitiva en el contexto internacional, a pesar de las debilidades que persisten en el sector manufacturero y que el país debe seguir corrigiendo. Asimismo, el acuerdo ofrece un amplio margen para aumentar la inversión proveniente de Estados Unidos y fortalecer la diversificación de la canasta exportadora.

Los ideales y metas del gobierno en materia de reformas sociales, adaptación climática y controversias políticas no deben desviar al país del compromiso ineludible de impulsar con determinación su competitividad. 

Para ello, es fundamental aprovechar al máximo las herramientas estratégicas disponibles, como el TLC con Estados Unidos, que representa una oportunidad más que una restricción para el desarrollo de Colombia.

En lugar de desestimar el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, sería más productivo para el gobierno enfocarse en potenciar sus beneficios, promoviendo y facilitando la diversificación de la producción, la generación de bienes de alto valor agregado y el aprovechamiento de oportunidades que ofrece el TLC, como las zonas francas, para atraer mayor inversión. 

Por: Iván Darío Arroyave*
*El autor es consultor empresarial. Se ha desempeñado como presidente de la Bolsa Mercantil de Colombia, decano de postgrados de la Universidad EIA, director de posgrados en finanzas de la Universidad de la Sabana y consultor del Banco mundial. 

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia

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