El rol de la sostenibilidad en los negocios no tiene que ver con posturas políticas, como las que hoy enfrenta Estados Unidos. ¿Qué se pone en riesgo cuando la conversación sobre el medioambiente se lleva a las urnas?

El mundo se está enfrentado a una coyuntura de cambios geopolíticos que están coincidiendo con reflexiones profundas desde las grandes corporaciones sobre sus compromisos en sostenibilidad y la agenda diversidad, equidad e inclusión (DEI). Las empresas con operación global se han visto obligadas a navegar regulaciones desde todos los espectros políticos que les permitan seguir operando y siendo competitivas en sus industrias, sin correr el riesgo de ser penalizadas y perder su participación en el mercado.

Para contextualizar, por un lado, existen regulaciones como el Pacto Verde de la Unión Europea que exigirá desde el 31 de diciembre de 2025 que todos los productos de varias cadenas productivas (soya, café, cacao, palma, caucho, madera, ganado vacuno) provengan de zonas libres de deforestación y cuenten con un proceso de debida diligencia que incluye temas como derechos humanos, condiciones laborales, uso legítimo de la tierra, entre otros.

Por el otro lado, en Estados Unidos se viene dando una ola de demandas amparadas bajo la Ley de derechos civiles de 1866 que buscan reversar las políticas DEI de grandes corporaciones, como por ejemplo programas de abastecimiento inclusivo, financiación para población minoritaria o cuotas de contratación en cargos directivos para población afrodescendiente y latina, al considerarlas discriminatorias contra el resto de la población.

Ante este panorama tan disímil, es importante volver a reflexionar sobre el propósito de la sostenibilidad en los negocios y por qué quienes trabajamos en ella debemos esforzarnos por sacarla de las discusiones políticas en las que se ha ido involucrando. La sostenibilidad corporativa responde a una realidad ineludible de crisis climática e inequidad social que cada vez es más evidente en el mundo y que se convierte en un riesgo latente inclusive para los negocios. Basta ver los incendios que se vivieron recientemente en California, las sequías en nuestro país que están provocando un alto estrés hídrico o la inequidad, en la que según el FMI (2022), el 10% de la población posee el 76% de la riqueza mundial.

Ante esta realidad, ¿cómo podemos tener una conversación lejana de sesgos políticos que encasillen el triple impacto en una orilla? La clave es reconocer el lugar absolutamente transformador que tienen las empresas en la sociedad y el planeta. Los recursos financieros, la innovación y el talento de las compañías son el verdadero tesoro del desarrollo, pero esto solo es posible a través de negocios competitivos a los que lejos de intimidarlos a nivel regulatorio o tarifario, los dejemos construir y progresar.

Los negocios deben poder cumplir los misionales para lo que fueron creados, entendiendo la prosperidad financiera como clave en su éxito. Pero también deben construirse nuevos paradigmas de desarrollo en los que la innovación y la sostenibilidad se fusionen para hacer de la economía circular, de la eficiencia energética y de la inclusión, verdaderos elementos de la competitividad. Está comprobado que las empresas B, por ejemplo, fueron mucho más resilientes en la pandemia que aquellas que no lo eran. Esto está atado a modelos de negocio que alivian la pobreza, a cadenas de abastecimiento fidelizadas, con materias primas trazables y transparentes, a clientes conscientes que le creen y eligen estas marcas, a colaboradores dispuestos a acompañar las empresas con lealtad y compromiso.

Ahora, esos caminos no son lineales. Las limitaciones presupuestales, de tecnología, de gobernanza y agentes o condiciones externas indudablemente producen que las metas ambiciosas no sean fácilmente cumplibles e inclusive se replanteen. Ante esto, la solución no es condenar a las empresas ni mucho menos abandonar el camino. Como dice Paul Polman, las metas deben ser lo suficientemente retadoras como para incomodar. Solo de esta manera ha sido posible recorrer caminos significativos en las industrias y trabajar por eliminar las barreras que impiden cumplir dichas metas. Ahora más que nunca, el trabajo colectivo y multisectorial es la solución para poder avanzar ante contextos adversos, logrando que el progreso de las compañías también sea el de la sociedad y el planeta.

Por: María Camila López*
*La autora es directora de sostenibilidad de Juan Valdez.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.

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