Aunque el envío de las remesas podría llegar a los US$13.000 millones en 2025, la política antimigratoria del gobierno norteamericano amenaza una fuente de divisas que ya supera las exportaciones de café y carbón y constituye un alivio para millones de familias.

“Yo iba a pedir asilo y no me creyeron”, dijo uno de los 200 colombianos que llegaron deportados a Bogotá en un avión de la Fuerza Aérea Colombiana, el pasado 25 de enero. Al igual que más de 400.000 colombianos que cada año emigran del país y constituyen una diáspora de 3,2 millones de expatriados, este joven de 25 años -que prefirió no dar su nombre a los reporteros que lo entrevistaron en el aeropuerto El Dorado- lo hizo con la esperanza de construir un mejor futuro.

“Buscaba nuevas oportunidades y enviarle dinero a mi familia”, señaló el joven que, al momento de ser capturado, trabajaba en una fábrica en Nueva York y que ahora deberá comenzar su vida desde cero en Cúcuta. 

Como él, se estima que en Estados Unidos hay más de 200.000 colombianos ilegales (de un total de 1,6 millones de residentes), un dato que los sitúa en la posición nueve en la lista de 10 países con mayor población en condición irregular. De lejos, los mexicanos la encabezan con más del 45% de toda la población ilegal, seguidos por guatemaltecos, salvadoreños, hondureños, indios, venezolanos, filipinos y chinos, según el Instituto para la Política Migratoria (Migration Policy Institute).

Pero, lejos del relato del discurso anti migratorio que está haciendo carrera en Estados Unidos, la mayoría de los migrantes trabajan duro para enviarles dólares a sus familias. A Colombia llegaron US $11.840 millones el año pasado por concepto de remesas, un rubro que ya genera más divisas al país que las exportaciones de carbón y café, y equivalen al 2,8 % del PIB, cuando hace una década apenas representaban el 1,1 %.

Según un análisis del Banco de la República, luego de la contracción de 3 % que experimentaron las remesas en 2020 por efecto de la crisis económica mundial derivada de la pandemia, en 2021 estas tuvieron un notable repunte al alcanzar un crecimiento de 24 %, debido en buena medida a las ayudas que los gobiernos donde residen los emigrantes ofrecieron a los hogares para sortear la crisis.

El crecimiento de las remesas de trabajadores las ha convertido en un apoyo cada vez más importante de las familias colombianas al alcanzar en 2023 el 3,6 % del ingreso disponible y el 3,9 % del consumo de los hogares, en la medida que este ingreso no está sujeto a los vaivenes de la economía local, ante situaciones de desempleo u otras contingencias, explica el análisis. Además de contribuir al sostenimiento del hogar, las remesas se destinan a propósitos tales como la educación de los hijos o la inversión en vivienda, ya sea para uso de la familia o para generar un ingreso adicional al hogar del migrante.

Lo bueno y lo malo de la migración

Como afirma José Ignacio López, presidente de Anif, que las remesas ya superen las exportaciones de café es una buena y una mala noticia a la vez. 

“La mala es que seguimos perdiendo conciudadanos, al año podemos estar hablando de entre 400.000 y 450.000 personas, es decir, la población de una ciudad como Ibagué”, explica López. “Esos colombianos encuentran oportunidades en otros países y nos envían remesas que, en esta coyuntura, amortiguan el déficit de la balanza comercial, dejándola en equilibrio”.

José Ignacio López, presidente de Anif.

Según cálculos de Anif, las remesas provienen principalmente de Estados Unidos y España (42% del total) y en 2024 registraron una tasa de crecimiento anual del 17%, el dato más alto de la región suramericana.

El dinamismo reciente es producto de la fuerte emigración observada durante 2022 y 2023, así como de la apreciación del peso colombiano en 2023, pues fue necesario incrementar el envío de remesas para mantener el nivel de gasto de las familias.

Las características y perfiles de los receptores de remesas suelen ser familiares cercanos, entre ellos mujeres y trabajadores informales que se encuentran en condiciones vulnerables, señala López.

Sin embargo, como lo destaca Anif, la reelección de Donald Trump plantea retos significativos para Colombia y los demás países de América Latina y el Caribe receptores de remesas. Entre los riesgos principales se encuentran: i) la deportación masiva, la cual podría reducir el número de migrantes trabajadores en EE.UU., limitando la capacidad de enviar dinero; y ii) los impuestos a las remesas como parte de las políticas antiinmigrantes, lo que encarecería su envío.

Para el ex ministro de Hacienda, José Manuel Restrepo, la llegada de remesas tiene tanto de largo como de ancho. 

“Tenemos algunas hipótesis, una primera es la recuperación del mundo y con ello, lo que siempre hemos tenido es gente en el exterior que envía remesas, lo que se vuelve positivo”, explicó Restrepo a Forbes. “Lo negativo es que estamos perdiendo talento humano sobresaliente o trabajador que hoy le está aportando al mundo”.

Restrepo advierte, sin embargo, que parte de ese aumento de divisas se puede generar en el aumento de la producción de cocaína y el auge del narcotráfico. “No me atrevo a decir nada sobre el tema, pero es una hipótesis que merece ser estudiada”. 

Andrés Langebaek, director de estudios económicos del Grupo Bolívar.

Restrepo coincide con Andrés Langebaek, director de estudios económicos del Grupo Bolívar, quien ha advertido el riesgo de que Colombia termine como muchos países de centroamérica, que viven de las remesas y son incapaces de generar valor agregado y diversificar su exportaciones. 

“O peor aún”, dice Restrepo. “Países que viven de las remesas y de la administración pública en detrimento de la dinámica privada, productiva y empresarial. Es el costo de no construir confianza con el sector privado”.

A juicio de Langebaek, el producto que va a reemplazar al petróleo y el carbón, afectados por las políticas del actual gobierno colombiano, es la gente.

“Cuando se miran los flujos de población en los últimos tres años, con la salida de más de 1,4 millones de colombianos, y la balanza de pagos con  ingresos por remesas de US$ 11.000 millones, es terrible porque estamos desapareciendo una de las fuentes de crecimiento del país y nos parecemos cada vez más a los países centroamericanos”. 

Según Langebaek, en el corto plazo el flujo de remesas compensa la tragedia que es la migración, pero se convierte en un problema en el mediano y largo plazos. 

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El problema demográfico 

En un país en que durante los diez primeros diez meses del año pasado registró 371.777 nacimientos, una cifra que representa una caída de -14,4% frente a los 557.152 del mismo período en 2014 y se constituye en la más baja de los últimos 10 años, las alarmas  están encendidas. 

¿La razón? El comportamiento de la tasa de natalidad y la migración están haciendo que caiga la población, lo que quiere decir que el país va a tener una menor población escolar, poca población en edad de trabajar y muchos adultos mayores.

Hernando Zuleta, Decano de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, ha advertido que esta situación genera retos para la sostenibilidad del sistema pensional, del sistema de salud y para el crecimiento económico.

Hernando Zuleta, Decano de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes.

Y aunque la caída en la natalidad no es un fenómeno nuevo, ya que desde la década de 1960 Colombia ha venido reduciendo el número de nacimientos por mujer de forma sustancial, lo nuevo es que el país está llegando a niveles de fertilidad tan bajos como los de los países de mayor ingreso per cápita, con tasas de crecimiento poblacional negativas y con un cambio considerable en la estructura de edades de la población: un país en proceso de envejecimiento. 

Así lo advierte un análisis de la Facultad de economía de Uniandes (La transformación demográfica en Colombia: retos y oportunidades ante la caída de la natalidad), según el cual aunque la segunda transición demográfica comenzó en países de altos ingresos, en las últimas dos décadas también ha afectado a Latinoamérica y, en particular, a Colombia. 

¿Las causas? El mayor acceso de las mujeres a la educación y el trabajo, el uso de anticonceptivos y la reducción de embarazos adolescentes han contribuido a la caída de la natalidad en el país.

“Hay varias formas de reaccionar ante estos retos, pero tal vez el principal mecanismo es tratar de reducir la informalidad”, explica Zuleta. “Si los trabajadores informales pasan a la formalidad habrá más individuos cotizando a salud y pensiones, y trabajando en sectores productivos”.

Sin embargo, la disminución en la fuerza laboral, producto de la baja natalidad, la emigración y el envejecimiento de la población, puede comprometer la estabilidad financiera del sistema de pensiones.

La reducción de la población joven y el aumento de personas mayores generaría una mayor demanda de servicios de salud, lo que pondría presión sobre los recursos públicos y privados destinados al cuidado de la salud, advierte el mismo análisis.

Por ello, si no se ajustan los sistemas de seguridad social, el país podría enfrentar un colapso en el financiamiento del sistema de bienestar, lo que obligaría a reformas impopulares, como el aumento de la edad de jubilación, la reducción en servicios de salud o el aumento de las tasas de cotización.

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