Ubicado en Broadway, este nuevo espacio combina la riqueza arquitectónica del edificio con la esencia natural y orgánica de los paisajes cafeteros de Colombia.

“Cuando ingresamos al mercado de Nueva York hace diez años, tenía la visión de ofrecer el café más fresco posible, transportando a nuestros clientes al origen con cada taza”, dice Steven Sutton, fundador de Devoción, la marca de café colombiano que acaba de abrir su sexta tienda en la Gran Manzana, en NoMad, un barrio lleno de restaurantes, locales de ocio, discotecas y hoteles.

“Ahora, con nuestro sexto café en la ciudad, seguimos fieles a este principio, transformando la experiencia del café de aún más neoyorquinos a medida que seguimos expandiéndonos”, señala este ingeniero de sonido que ha estado en el negocio del café desde hace 23 años y que en las cinco tiendas que ya tenía en operación atendía a unas 1.000 personas diarias, en promedio.

Con un innovador proceso logístico, los granos son recolectados en las fincas de una red de caficultores en Colombia, procesados en Bogotá, enviados a Nueva York y tostados en Williamsburg. Con ello logran que el café pase del origen a la taza en tan solo 10 días, en comparación con el estándar de la industria de 6 a 12 meses.

Steven Sutton, fundador de Devoción. Foto: Liz Clayman, para Devoción.

Ubicado en Broadway, este nuevo espacio combina la riqueza arquitectónica del edificio con la esencia natural y orgánica de los paisajes cafeteros de Colombia.

Devocion NoMad. Photo: Liz Clayman

“Siempre he sido tostador y estamos en toda la cadena con excepción de la producción, por un tema de responsabilidad social”, explicó Sutton Forbes. 

En sus planes, por ahora, está duplicar el tamaño del negocio en Estados Unidos entre 2025 y 2026, llegando a nuevos estados. 

“Somos una de las marcas más importantes en calidad y experiencias”, agrega este emprendedor que enfatiza que Devoción que lleva la responsabilidad social en su ADN. “Somos una empresa B con un departamento de ESG importante, todo lo que hacemos tiene que tener un propósito”.

Y aunque dada la naturaleza de su negocio no está amarrado a contratos, ni tiene que cumplir con unos precios específicos, compra el producto de la mejor calidad posible y pagando precios por encima de los del mercado. 

“Mis cafés están en Nueva York, que tiene una población con alto poder adquisitivo; que yo le suba 50 centavos de dólar o un dólar al café, no me afecta cuando todos jugamos al mismo juego”, concluye.

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