En entrevista con Forbes, Sebastián Ruales, CEO de Bia Energy, explicó cómo la compañía pasó de cero clientes a facturar más de $500.000 millones al año y atraer a grandes bancos e inversionistas globales.

Con apenas dos años y medio de operaciones, Bia Energy está en camino de cerrar 2025 con una facturación superior a los $500.000 millones (en pesos colombianos).

En Colombia ese umbral asegura la entrada al club de las 1.000 empresas más grandes, usualmente dominado por los grandes conglomerados empresariales. Por ello el ascenso de una comercializadora de energía joven y tecnológica reconfigura el tablero del sector energético en Colombia.

Fundada en 2022 por Sebastián Ruales, Leonardo Velásquez y Guillermo Plaza, Bia nació con la ambición de convertir la energía en un insumo estratégico para las empresas, y no solo en un gasto operativo inevitable.

Hoy, con operaciones en 230 ciudades del país, atiende a más de 3.500 clientes corporativos, entre los que se cuentan firmas como Davivienda, IKEA, Coca-Cola Femsa, Falabella, Miniso, Farmatodo, KFC y Starbucks. Maneja un volumen mensual de entre 45 y 50 gigavatios hora, el equivalente al consumo de una ciudad como Pereira, y proyecta seguir capturando participación en un mercado donde, según su CEO, aún representan apenas el 0,4%.

Pero más allá de las cifras, el caso de Bia ofrece una mirada al tipo de compañías que están emergiendo en Colombia: startups que, mientras mantienen el ADN de Silicon Valley, se ven obligadas a adoptar desde el inicio una mentalidad corporativa.

Ruales lo llama “public company mindset”, una actitud que implica estados financieros auditados por Deloitte, procesos rigurosos de KYC para clientes y proveedores, y estructuras financieras complejas para garantizar la sostenibilidad del negocio en una industria tradicionalmente aversa al riesgo.

Esa apuesta permitió que bancos como BBVA, y otros dos jugadores —uno de ellos colombiano, otro uno de los bancos más grandes del mundo, cuyos nombres aún no son públicos— apostaran por respaldar a Bia con más de US$30 millones en garantías bancarias.

Esto liberó a la empresa de depender del capital de venture capital para crecer. “Hemos levantado US$34 millones y construido Bia con US$14 millones. El resto lo tenemos en caja o en garantías”, dice en entrevista con Forbes Ruales quien compara este modelo con el de las fintechs más sofisticadas: recaudos segregados en un fideicomiso maestro, estructuras que mitigan el “riesgo Bia” y relaciones sólidas con entidades regulatorias como XM y la CREG.

A esto se suma un componente de cultura interna que el CEO no duda en definir como “obsesiva” por el cliente y la eficiencia. Bia ya cuenta con 135 empleados, en su mayoría ingenieros, y está transformando sus operaciones para ser una compañía AI-first. Desde la instalación de medidores, guiada por agentes conversacionales, hasta la gestión automatizada de contratos legales o cierres de ventas ejecutados 100% por bots, la empresa está incorporando inteligencia artificial en cada rincón de su operación. “No es un área de AI, es toda la compañía siendo AI-first. Si alguien no quiere adaptarse, simplemente no puede correr en este equipo”, afirma.

El crecimiento orgánico ha sido tan acelerado que la expansión internacional parece una consecuencia natural. Chile, Perú y Brasil están en el radar, pero Bia no se lanzará a esos mercados sin antes consolidar su presencia local. “No quiero ir a resolver problemas en portugués que no he resuelto en colombiano”, dice Ruales. La meta es aumentar las líneas de crédito con bancos de US$20 a US$60 millones, hacer a la compañía rentable en Colombia y, solo entonces, lanzar una Serie B exclusivamente para expandirse.

Por ahora, el reconocimiento empieza a llegar desde afuera. Bia fue seleccionada por el New York Stock Exchange para participar en su programa “Founders of Founders” y apareció hace unas semanas en una serie de contenidos y eventos junto a compañías listadas. “No estamos listos para salir a bolsa, pero nos están empezando a mirar. Y eso, más que una chicanería, es una responsabilidad”, concreta Ruales.

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