La pandemia del Covid-19 puso a la humanidad en manos de los científicos y los políticos y el resultado depende de su nivel de conciencia.
El 5 de abril de 2020 fue la primera vez que la humanidad celebró el Día Internacional de la Conciencia adoptado por la Asamblea de las Naciones Unidas, a través de la resolución 73/329 del 25 de julio de 2019, en el que se subraya que este día internacional es “una vía para movilizar periódicamente los esfuerzos de la comunidad internacional con miras a promover la paz, la tolerancia, la inclusión, la comprensión y la solidaridad, a fin de forjar un mundo sostenible de paz, solidaridad y armonía”, siendo “consciente de la necesidad de crear condiciones de estabilidad y bienestar y relaciones pacíficas y amistosas basadas en el respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales para todos sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión”.
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En la tradición cristiana la conciencia ha sido entendida como la voz de Dios dentro de cada uno de nosotros que nos dicta que está bien y que está mal. En el poema épico de la Inglaterra del siglo XVII, Paraíso Perdido, John Milton describe en su libro III cómo Dios otorga a su creación humana el libre albedrío al mismo tiempo que ubica el lugar de la conciencia “y pondré en ellos, a mi guía, mi árbitro, la conciencia; si quieren escucharla, alcanzarán luz tras luz: y si la emplean bien y son perseverantes hasta el fin, llegarán con seguridad a su salvación”.
Tener conciencia implica estar conscientes. La consciencia por su parte incluye filosóficamente varios elementos: el conocimiento general, la intencionalidad, la introspección (y el conocimiento que se genera de esta), y la experiencia fenomenológica (o experiencia subjetiva de la realidad que es sentida o percibida).
Miguel Ángel Moratinos, alto representante de Naciones Unidas para la Alianza de Civilizaciones, en su intervención digital el Día Internacional de la Conciencia, reflexiona sobre cómo implementar la conciencia como principio rector de la moralidad.
Analiza Moratinos que la pandemia del coronavirus ha dejado en evidencia varias antilogías: “cerramos nuestras fronteras, pero estamos más integrados que nunca”. Por su parte, después de todos los avances de la ciencia, la solución hasta ahora universalmente validada es un hábito de cuidado básico: lavarnos las manos.
A razón de esto, hoy más que nunca, resalta Moratinos, debemos apelar a la conciencia como instrumento para percibir lo que es correcto o incorrecto, y poder encaminarnos en la dirección del deber ser.
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Argumenta, además, que la conciencia se complementa de la consciencia, pues la segunda es el estado mental que permite que nos demos cuenta, que recibamos información, y la procesemos. Por consiguiente, sugiere que estar en situación de despertar (awake) de la conciencia, y de atención plena (mindfulness), nos lleva a darnos cuenta de que estar conscientes supone asumir que la responsabilidad moral se implementa a través de la solidaridad y la fraternidad.
La relación entre conciencia, consciencia y ciencia es estrecha. Stefania Giannini, subdirectora general de Educación de la UNESCO, advierte en medio de la crisis por el Covid-19, y en el Día Internacional de la Conciencia, que para los sistemas educativos, esta pandemia es un llamado de atención a que la educación debe incluir el sentido del cuidado por uno mismo, los demás y el planeta. De la misma manera, hace un llamamiento al papel de la conciencia en la ciencia.
Estamos en un momento de concentración de poderes, omnisciencia y amenazas totalitaristas. Dependemos de que los científicos y los tomadores de decisiones (en la política y en los negocios) despierten su conciencia, aumenten el nivel de consciencia sobre su impacto, sus reales intereses, y que canalicen sus esfuerzos al deber ser, ya que sus decisiones afectarán también a quienes no necesariamente tienen voz.
Contacto:
LinkedIn: María Alejandra Gonzalez-Perez
Twitter: @alegp1
*La autora es profesora titular de la universidad Eafit. Es presidente para América Latina y El Caribe de la Academia de Negocios Internacionales (AIB). PhD en Negocios Internacionales y Responsabilidad Social Empresarial de la Universidad Nacional de Irlanda.