El coronavirus replanteó la que será nuestra realidad de ahora en adelante. Desde ahora nos necesitamos unos a otros para lograr lo que queremos, por eso hay que cambiar algunos chips.

En la mitología griega, por desafiar a los dioses, Sísifo fue condenado al castigo eterno de empujar una roca cuesta arriba en una montaña empinada, una vez en la cima, la roca rodaría hasta llegar a un precipicio, y con esto, Sísifo estaba condenado a repetir la tarea a perpetuidad, sin poder terminar su tarea.

En 1942, Albert Camus escribe el texto ‘El mito de Sísifo‘ en el cual con su interpretación del mito presenta la filosofía del absurdo, para Camus, el castigo tenía la intención de torturar a Sísifo al obligarlo a una eternidad sin sentido. 

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Carecemos de certezas en estos momentos. Quisiéramos que alguien le pusiera fin a esta crisis que lleva a un encadenamiento de muchas otras (salud, languidez, economía, educación, desigualdad, seguridad, deuda), y que viéramos “luz al final del túnel”, y no nos quedáramos como Vladimiro, Estragón, Pozzo y Lucky “Esperando a Godot”.

Comenzamos a asumir que quizás muchas cosas no serán como eran antes. La ausencia de una vacuna o de una cura definitiva quizás es una señal de que el virus llegó para quedarse, y será una amenaza siempre presente en nuestras vidas, organizaciones y comunidades.

La reactivación y continuidad que esperamos no significa necesariamente que vamos a poder reanudar nuestras vidas, operaciones y metas, ni seguir con las estrategias que habíamos definido. Quizás es el momento de asumir las nuevas realidades, y construir narrativas para futuros que, aunque diferentes, podrían tener infinitas posibilidades.  

David Nabarro, el enviado especial de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el Covid-19, sugiere que “todos tenemos que aprender a vivir con este virus, hacer negocios con este virus en nuestra presencia, tener relaciones sociales con este virus en nuestra presencia y no tener que estar continuamente encerrados debido a las infecciones generalizadas que pueden ocurrir”. 

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Sabemos que tendremos que mantenernos físicamente distantes, pero aumentar nuestra cercanía social. Sabemos que necesitamos aprender a controlar la propagación, y para esto necesitamos exceder los cuidados de nosotros mismos. Como sabiamente dice el manifiesto de ISA, “si somos conscientes de que todos somos uno, hay conexión. Si estamos seguros de que nuestro bienestar está ligado al de todos, hay conexión”.

Lorna David, una de las embajadoras del movimiento de empresas B, en su TEDTalk sobre liderazgo colaborativo argumenta el porqué requerimos de una “interdependencia radical”. Es decir, reconocer que nos necesitamos los unos a los otros para conseguir los cambios que requerimos para resolver los grandes problemas que tenemos, y para esto debemos abandonar las narrativas de los héroes omnipotentes. 

Así lo señala Miguel Galván al explicar por qué necesitamos de un nuevo concepto del liderazgo empresarial en Latinoamérica: “La imagen del líder todo poderoso e infalible es cosa del pasado. Para salvar a las empresas hace falta el líder humano, vulnerable, solidario e integral”.

Al encontramos en una intersección de varias crisis narrativas, nuestras aproximaciones y respuestas deberían ser sistemáticas. Por ende, las narrativas para asumir y construir los nuevos futuros (en plural) requieren claridad, autenticidad, y mensajes nítidos de la importancia de la interdependencia.

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Estas crisis, y su efecto dominó en las demás dimensiones en nuestras vidas, puede ser peor de lo que hasta ahora conocemos, y de algo podemos estar seguros: no parará hasta que los más vulnerables estén a salvo.

He ahí el valor de la solidaridad, la cooperación, y de reconocer que nos necesitamos los unos a los otros. Permitirnos reconocer, admitir y asumir que somos seres, organizaciones, y sociedades interdependientes, quizás puede ser uno de los caminos hacia un final feliz, en el que logremos reorganizar nuestras prioridades, y finalmente equilibrar los asuntos económicos con los sociales y los ambientales.

Los planes hacia los futuros deben ser coherentes y tener narrativas muy claras: requerimos autenticidad, reconocer la fragilidad y aceptar que somos interdependientes. Al final de cuentas, Camus concluye en su obra: “La lucha en sí misma hacia las alturas es suficiente para llenar el corazón de un hombre. Hay que imaginarse a Sísifo feliz”.

Contacto
LinkedIn: María Alejandra Gonzalez-Perez
Twitter:@alegp1
*La autora es profesora titular de la universidad Eafit. Es presidente para América Latina y El Caribe de la Academia de Negocios Internacionales (AIB). PhD en Negocios Internacionales y Responsabilidad Social Empresarial de la Universidad Nacional de Irlanda.