El Covid-19 demostró los efectos adversos en la economía de una pandemia. Científicos han alertado que los daños a la naturaleza dejarían efectos aún peores.

El Covid-19 ha demostrado que la humanidad puede adaptarse a cambios drásticos e inmediatos combinando la colaboración entre los individuos, la ciencia, las empresas, la tecnología y los gobiernos (mediante políticas públicas e intervenciones de tomadores de decisiones).  No obstante, los efectos del Covid-19 son minúsculos si se comparan con los efectos de los millones de patógenos que se liberarán al descongelarse el permafrost como efecto del cambio climático.

El informe de evaluación mundial sobre la biodiversidad y los servicios ecosistémicos de la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) alerta sobre el millón de especies en riesgo de extinción debido a cinco principales factores: (i) cambios en el uso de la tierra y el mar; (ii) sobreexplotación de organismos; (iii) cambio climático; (iv) contaminación; y (v) las especies exóticas invasoras.

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La comunidad científica ha venido haciendo llamados de urgencia desde 1979, cuando se emitió en la Primera Conferencia Mundial sobre el Clima la declaración para prever y prevenir los cambios climáticos potenciales causados por el ser humano que pudieran tener un efecto adverso en el bienestar de la humanidad. 

Esta alarma tuvo continuidad en la Cumbre de Río en 1992, con el Protocolo de Kioto de 1997, y con el Acuerdo de París en 2015. Sin embargo, pese a estos llamados explícitos no ha habido suficiente progreso. Fue en noviembre 2019, en declaración firmada por 11.258 científicos de 153 países, que se alertó a la humanidad sobre la catastrófica emergencia climática a la que estamos enfrentándonos.

Sumado a la advertida crisis del cambio climático, está la aceleración de lo que serían manifestaciones que podrían llevar a la sexta extinción masiva a partir del 2100 a causa de la desestabilización del ciclo natural de absorción del carbono provocando la desaparición de la mayoría de las especies del planeta Tierra.

Durante la preparación del mundo para la recuperación de la pandemia del Covid-19 y sus crisis asociadas, en julio 2020 fue lanzado el segundo reporte del Informe de la Nueva Economía de la Naturaleza, dedicado a “El futuro de la naturaleza y los negocios” y liderado por el Foro Económico Mundial.

Ya en el primer informe se habían identificado y valorado los riesgos materiales para las empresas por las pérdidas de la biodiversidad y el colapso de los ecosistemas. En este segundo informe se propone pasar del riesgo a las oportunidades enfatizando en la oportunidad sin precedentes y la imperiosa necesidad de una transformación radical en la manera en que comemos, vivimos, crecemos, construimos y dotamos de energía nuestras vidas para conseguir la neutralidad de carbono y una economía positiva con la naturaleza.

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Este informe presenta pruebas de cómo se pueden crear 385 millones de nuevos puestos de trabajo y generar anualmente hasta 10,1 trillones de dólares en valor comercial. Explica que esto puede conseguirse con 15 transiciones sistémicas distribuidas en tres sistemas socioeconómicos que, en conjunto, representan más de un tercio de la economía mundial, proporcionan cerca de dos tercios de todos los puestos de trabajo en el mundo, y afectan el 80 % del total de especies amenazadas y casi amenazadas. Esto implicaría inversiones de 2,7 billones de dólares.

Los tres sistemas socioeconómicos que según el informe “El futuro de la naturaleza y los negocios” requieren 15 transiciones profundas son: el uso de alimentos, tierra y océanos (12 % del PIB mundial); infraestructura y construcción (40 % del PIB mundial); y el sector extractivo y energético (23 % del PIB mundial y 15 % del empleo en el planeta).

Este reporte instiga a un Great Reset y restablecer la forma en que vivimos, producimos y consumimos, así como para lograr una economía resiliente, carbono neutral y positiva en la naturaleza, y detener la pérdida de biodiversidad antes del año 2030. Este restablecimiento necesita tanto desvincular nuestro bienestar del consumo de recursos para reducir las cantidades de lo que necesitamos.

Sin duda alguna, las implicaciones y razones para la adopción de una nueva economía son tanto morales como económicas. Esta transformación mundial estructural no se trata sólo de ser moralmente entusiastas y asumirnos responsables de la conservación y preservación de la naturaleza y los ecosistemas, sino también de la supervivencia de los seres humanos y de nuestros medios de vida.

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LinkedIn: María Alejandra Gonzalez-Perez
Twitter:@alegp1
*La autora es profesora titular de la universidad Eafit. Es presidente para América Latina y El Caribe de la Academia de Negocios Internacionales (AIB). PhD en Negocios Internacionales y Responsabilidad Social Empresarial de la Universidad Nacional de Irlanda.