Si bien el 2020 ha sido un año de crisis, no hay que olvidar que los años anteriores no fueron "color de rosa". ¿Qué esperar entonces del 2021?
Sería mentir afirmar que antes de la pandemia las cosas eran color de rosa. Algunos países apenas lograban superar los desastrosos impactos de la crisis financiera de 2008, mientras que en América Latina y el Caribe, particularmente, teníamos ya profundos problemas por resolver en cuanto a desigualdad, degradación ambiental y sistemas políticos disfuncionales.
Sin duda las apuestas son por un mejor futuro. Por esto, quizás es necesario clarificar que no se trata de un proceso de recuperación, sino de adaptación y repriorización de lo que es verdaderamente importante. Estamos retrasados en la identificación de los factores que inhiben el progreso, en la definición sobre lo que es progreso, y en la búsqueda de mecanismos para alimentar la esperanza, sostener perenne la solidaridad, y tomar conciencia de que hoy más que nunca requerimos de la acción colectiva global.
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El 2021 será un año en que tendremos que tomar decisiones aparentemente contradictorias, y prepararnos para poder equilibrar las cargas “sobre la marcha”. Acelerar la demanda, y al mismo tiempo el ahorro. Nutrir la esperanza, y simultáneamente controlar con principio de realidad las expectativas. Ampliar el plano de nuestro radar de percepción de riesgos y amenazas, y paralelamente enfocarnos en maximizar la materialización de oportunidades potenciales. Afianzar la cooperación entre las naciones, y proteger el producto nacional.
Comenzamos la tercera década del siglo XXI enfrentados a una multiplicidad de retos de sostenibilidad. Sostenibilidad ya sea entendida como fue definida en 1987 en el informe Nuestro Futuro Común (también conocido como el Informe Brundtland), es decir, “el desarrollo sostenible como la satisfacción de las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”. O sostenibilidad entendida como la contribución de las personas, organizaciones, comunidades y países a los objetivos de desarrollo sostenible (ODS). O como la perdurabilidad de la vigencia corporativa en el tiempo, como lo define ISA. O como un desarrollo sostenible que, según Pratima Bansal, debe tener tres condiciones: integridad ambiental, prosperidad económica, y equidad social.
En los Estados Unidos, según Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía en el año 2001 y execonomista jefe del Banco Mundial, el primer punto en la agenda una vez terminado el gobierno de Donald Trump será la recuperación económica post-Covid-19. Aunque la disponibilidad de varias vacunas son un aliciente para la esperanza social y económica, debido a la quiebra de un altísimo número de empresas y el catastrófico estado de las cuentas de los hogares y las empresas, no se puede esperar una “recuperación en forma de V”.
Sectores como el de los restaurantes, el turismo y los colegios y universidades han sido gravemente afectados. Y ante las caídas en los ingresos de los gobiernos locales y estatales, estos, sin posibilidades de ayuda del gobierno federal, se verán forzados a hacer recortes de empleos y programas sociales, lo cual, explica Stiglitz, debilitará aún más la economía.
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Para el reconocido economista, además, la restauración de las relaciones multilaterales de los Estados Unidos es un paso importante para el restablecimiento de la confianza internacional en el país, y para ser parte de la cooperación profunda que se requiere para combatir el cambio climático, pandemias y otras futuras amenazas para la humanidad entera. Por esto, comenta Stiglitz, reintegrarse a los compromisos del Acuerdo de Paris, volver a contribuir a la Organización Mundial de la Salud (OMS), y volver a participar en la Organización Mundial del Comercio (OMC) son maneras de proceder imperativas.
Por otro lado, debido a los altos niveles de gasto público que están asumiendo los gobiernos para enfrentar la pandemia del Covid-19, en un importante número de países se anticipa una crisis de deuda asociada a la imposibilidad de cumplir con sus obligaciones, lo cual requerirá reestructuraciones profundas y rápidas, además de medidas para reformar la estructura internacional de la deuda, la gestión de los flujos de capital y los desajustes de los tipos de cambio.
Sarah El-Khishin, profesora universitaria de economía, y Mahmoud Mohieldin, enviado especial de la ONU para la financiación del desarrollo sostenible y líder del consejo global para el ODS 1 –fin de la pobreza–, analizan que las vulnerabilidades de la deuda para los mercados emergentes y las economías en desarrollo surgen principalmente de la arquitectura de la deuda y el predominio de formas de deuda volátiles, principalmente bonos denominados en moneda extranjera. Por consiguiente, estos países deben encontrar un equilibrio entre las medidas temporales y la combinación de políticas monetarias y fiscales posteriores al choque a fin de evitar una espiral deflacionaria, sin empeorar el endeudamiento ni la fragilidad financiera.
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Además de la venidera crisis de deuda, estamos frente a la amenaza del cambio climático y, consecuentemente, la urgencia de un reseteo que nos lleve a una economía positiva con la naturaleza.
Como lo expuso Mary Robinson, expresidente de Irlanda y ex alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, en el evento “De Paris al 2030”, las cuatro enseñanzas que nos deja el año 2020, es que la acción colectiva nos protege a todos, el gobierno hace la diferencia, la ciencia hace la diferencia, y la compasión hace la diferencia.
Debemos aprovechar el ímpetu del momento, y, como indica la influyente economista Mariana Mazzucato, estamos en un momento crítico donde hay que “poner el propósito en el centro del sistema”. En el 2021 comienza la década de acción, lo cual quiere decir que tenemos máximo 10 años para transformar el mundo y lograr las metas que como humanidad nos trazamos al 2030. ¡Hemos de actuar ahora!
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LinkedIn: María Alejandra Gonzalez-Perez
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*La autora es profesora titular de la universidad Eafit. Es presidente para América Latina y El Caribe de la Academia de Negocios Internacionales (AIB). PhD en Negocios Internacionales y Responsabilidad Social Empresarial de la Universidad Nacional de Irlanda.