Para mejorar la capacidad de recuperación de los países no basta con fomentar el optimismo. Estos son algunos de los riesgos que le quedan al siglo XXI y cómo podrían gestionarse.
Es nuestra obligación social preservar la esperanza en el inicio de la exigente tercera década del siglo XXI. Pero para mejorar la capacidad de recuperación de los países, las sociedades y las organizaciones –aunque es útil– no basta con fomentar el optimismo: la identificación, evaluación y gestión de riesgos resultan aún más decisivas para este propósito.
El Informe de Riesgos Globales 2021, presentado el pasado 19 de enero por el Foro Económico Mundial, se centra en la fragmentación social y política que enfrenta el mundo y en los riesgos y consecuencias del aumento de las desigualdades. Por ejemplo, aunque el Covid-19 aceleró la Cuarta Revolución Industrial y las interacciones mediadas por tecnología –el comercio electrónico, el teletrabajo y la educación en línea–, situó también a la brecha digital como una amenaza del corto plazo. Enfrentar esta y otras desigualdades, como la de acceso a vacunas y servicios médicos, significará una gran presión para las estructuras económicas de los países, más allá de sus capacidades.
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Las afectaciones globales asociadas a pandemias ya se habían anunciado como riesgos mundiales desde el año 2006. En ese año, el informe alarmó sobre los riesgos de una emergencia de pandemia de la gripe aviar (H5N1) y otros riesgos de salud como amenazas globales. Posteriormente, se enfatizó en la necesidad de colaboración global para enfrentar la resistencia a los antimicrobianos en la edición de 2013, la crisis del ébola en la de 2016, las amenazas por patógenos biológicos en la de 2019, y los sistemas de salud desbordados en la de 2020.
La versión de 2021, la decimosexta de este informe publicado anualmente, se realizó en colaboración entre Marsh & McLennan, SK Group y Zurich Insurance Group, y con consejería académica de investigadores de la Universidad Nacional de Singapur, la Universidad de Oxford y el Centro de Gestión de Riesgos y Procesos de Decisión de Wharton en la Universidad de Pensilvania. La construcción de este reporte se fundamenta en entrevistas a expertos y una encuesta sobre percepción de riesgos globales –económicos, ambientales, geopolíticos, sociales y tecnológicos– a más 650 miembros del Foro Económico Mundial.
Carolina Klint, directora general y líder de gestión de riesgos para Europa continental de la firma Marsh, analiza cómo pueden las organizaciones utilizar el Informe de Riesgos Globales para mejorar su capacidad de recuperación. Primero, siendo más rigurosos al identificar fuentes potenciales de disrupción en sus negocios. Segundo, evaluando la medida en que las diferentes unidades de negocio y los líderes que piensan en el riesgo están facultados para reducirlo y colaborar en toda la empresa para avanzar hacia la resiliencia de la organización. Y tercero, contribuyendo a evaluar las soluciones intermedias (trade-off) entre lograr una verdadera agilidad y resiliencia, encontrar el equilibrio entre eficiencia y solidez, considerar el riesgo a corto plazo al adaptarse para el futuro posicionamiento competitivo y la mitigación y transferencia de la aceptación del riesgo.
Para las empresas, los riesgos globales principales son los económicos, tecnológicos y reputacionales. Por su parte, para los gobiernos los riesgos aparecen o se agudizan al intentar equilibrar los retos de la gestión de asuntos relacionados con la pandemia y las contracciones económicas que generó, y al mismo tiempo crear oportunidades de cohesión social y viabilidad para la población de sus países.
En general, las grandes amenazas de la tercera década del siglo XXI identificadas en el reporte de riesgos globales están relacionadas con temas cibernéticos (concentración del poder en el mundo virtual, desigualdad digital y fracaso de la ciberseguridad), devastación por armas de destrucción masiva, enfermedades infecciosas, y en particular: cambio climático (fenómenos meteorológicos extremos, fracaso de la acción climática y daños ambientales causados por los humanos), pues aunque las emisiones globales disminuyeron durante los periodos de cuarentena, la transición hacia economías verdes puede retrasarse por falta de recursos financieros que ahora son destinados a enfrentar la pandemia.
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Los temas ambientales (cambio climático, degradación ecológica y pérdida masiva de biodiversidad) aparecen como los mayores riesgos en el largo plazo; y serán enfrentados al mismo tiempo en que la fragmentación social estará causando consecuencias dramáticas. Esta suma de riesgos puede limitar en gran medida la capacidad y el espacio de maniobra para enfrentarlos de los líderes de gobierno, las empresas y los responsables de la formulación de políticas.
Otro de los riesgos significativos es la reestructuración de las economías y de las organizaciones asociada a los cambios en los comportamientos de los consumidores y los ciudadanos, la naturaleza del trabajo, y el papel de la tecnología en la vida social, laboral y comercial. También, el estancamiento de las economías avanzadas y pérdida del potencial de los mercados emergentes, el colapso de pymes y el aumento de brechas entre empresas grandes y pequeñas. Las consecuencias de esto es una disminución en el dinamismo del mercado, exacerbando la desigualdad y afectando el desarrollo sostenible a largo plazo.
Según los resultados de la encuesta de percepción de riesgos globales, entre los riesgos críticos y las amenazas inminentes en los próximos 2 años están: enfermedades infecciosas, desempleo y crisis de medios de vida, desilusión de los jóvenes, desigualdad digital, estancamiento económico prolongado, daños ambientales causados por el hombre, erosión de la cohesión social, y ataques terroristas.
Adicionalmente existe un efecto dominó de los riesgos a corto plazo respecto a la economía en los próximos 3 – 5 años. Entre estos riesgos están las burbujas de activos, inestabilidad de precios, shocks de materias primas (commodities) y crisis de deuda. Esto acompañado de riesgos geopolíticos como debilitamientos de relaciones internacionales, conflictos entre estados y la geopolitización de recursos.
En el horizonte de 5 – 10 años están los riesgos que se consideran “existenciales”, y son la pérdida de biodiversidad, crisis de recursos naturales, fracaso de la acción climática, armas de destrucción masiva, efectos adversos de la tecnología, y el colapso de los estados y las instituciones multilaterales.
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Además de la sección dedicada a la percepción de riesgos globales, el informe tiene cinco capítulos temáticos. En el primero analiza el futuro fracturado y se revisa la fragmentación social asociada a las disparidades entre países y entre personas en cuanto a atención médica, educación, estabilidad financiera y tecnología. Se resaltan las barreras para el avance individual y colectivo: pérdida de empleos, ensanchamiento de la brecha digital, disrupción en las interacciones sociales y giros abruptos en los mercados, que suponen devastadoras consecuencias para una gran proporción de los habitantes del planeta.
El capítulo 2 está dedicado a las barreras a la inclusión digital, donde se plantea que, pese a que el internet puede amplificar la polarización y la desinformación, cabe el riesgo de que, en el intento por evitarlas, se exacerbe el problema mediante las restricciones de riesgos de internet, censura y corte de comunicaciones. Además, la falta de cobertura de internet puede traducirse en falta de acceso a educación, servicios de salud, comercio e, incluso, trabajo. Lamentablemente, mientras en países como Noruega, Dinamarca, Emiratos Árabes, Kuwait y Catar más del 98 % de la población tiene conectividad a internet, en Colombia solo el 65 %.
El capítulo 3, que lleva por título Pandemials: jóvenes en una era de pérdida de oportunidades, habla de la desilusión de los jóvenes, quienes enfrentan serios desafíos para su educación, falta de perspectivas económicas y afectaciones negativas a la salud mental. Los cambios estructurales en los sistemas de educación, la adopción del aprendizaje en línea y el cierre de colegios/escuelas han exacerbado las desigualdades entre personas y sociedades, y además crece el descontento en la juventud por temas climáticos, económicos, políticos y las injusticias sociales que –perciben– fueron causados por las generaciones mayores. Por todo esto, y por la falta de oportunidades de trabajo una vez están en edad de ingresar al mercado laboral, el informe alerta que al mundo entero le está faltando atención a lo que podría ser una “generación perdida”.
En el capítulo 4 se analizan las divisiones globales, el crecimiento de nacionalismos, un orden mundial debilitado y relaciones diplomáticas inestables, y se resalta la importancia de las alianzas y acuerdos plurilaterales.
Y en el capítulo 5, dedicado a mercados imperfectos, se presentan “los trilemas disruptivos”: nacionalismos amplificados que aumentan los costos y la incertidumbre del entorno de negocios, el desenfreno tecnológico, y un mayor escrutinio público. Esto supondrá la necesidad de trade-offs o concesiones y un balance entre mayor inversión en protección social, capacitación de las personas en condición de desventaja, preparación de los jóvenes para el mercado laboral cambiante y transformación económica hacia energías e infraestructura más limpias.
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Para enfrentar este panorama es necesario que las empresas reflejen los valores sociales, y puedan fortalecer la confianza social y reducir la desigualdad. Puesto pues se requiere mayor compromiso de las empresas para gestionar los riesgos de las licencias sociales
A manera de reflexión, el reporte recalca la importancia de una recuperación sinérgica y de la cooperación global, así como de tomar acciones para enfrentar las divisiones sociales y las desigualdades y buscar una reconstrucción con un futuro incluyente. Esto quizás puede ayudarnos a detener o, por lo menos, mitigar los impactos del cambio climático, una amenaza para la existencia de la humanidad.
Contacto
LinkedIn: María Alejandra Gonzalez-Perez
Twitter:@alegp1
*La autora es profesora titular de la universidad Eafit. Es presidente para América Latina y El Caribe de la Academia de Negocios Internacionales (AIB). PhD en Negocios Internacionales y Responsabilidad Social Empresarial de la Universidad Nacional de Irlanda.