La ansiedad y la crisis se alimentan día a día con los hechos que le dan la vuelta al mundo. ¿Qué hacer frente a esa inseguridad sobre el futuro? Una corriente de personas ya viven pensando en ello.
Pandemias, emergencia climática, colapso de la biodiversidad, escasez de agua, advenimiento del comunismo, dictaduras de derecha radical, barbarie extrema, meteoritos impactando la tierra, entre muchas otras, están nutriendo la ansiedad y la crisis cotidiana asociada a la ausencia de futuros seguros para la humanidad.
Esto no es una novedad del siglo XXI. Libros sagrados y narrativas seculares de diferentes sociedades en la historia de humanidad tienen en común narrativas de un cataclismo global, regeneración planetaria y la promesa de una transformación radical que nos llevaría a la creación de un paraíso terrenal (e incluso supra y extraterrenal).
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Sin duda, existen diversos mecanismos psicológicos, militares, culturales, sociales y de política pública para sobrellevar la existencia de esos (especulativos) cataclismos y escenarios fatalistas. Uno de estos mecanismos es tomar acciones en el presente para prepararse para sobrevivir a los peores escenarios.
El survivalismo es un movimiento social de ciudadanos (preppers, survivalists, superviventistas o preparacionistas) que inició en la década de los 1930 en los Estados Unidos con el propósito de anticipar y prepararse para enfrentar diferentes tipos y escalas de amenazas globales, nacionales e individuales, como las que representan los riesgos nucleares, económicos y políticos y demás eventos por fuera de su control que pudieran llevar al fin del mundo tal y como lo conocemos. Aunque el tema del survivalismo está presente en la ciencia ficción (e incluso ridiculizado), es relativamente poco estudiado.
Compartimos el entendimiento de que entre más preparadas estén las personas para enfrentar desastres, menos daño sufrirán. De hecho, estudios han demostrado que los humanos que sobreestiman su preparación, tienen poco entendimiento de los riesgos y, por ende, no están lo suficientemente bien preparados para las catástrofes.
La preparación para emergencias es una parte esencial del survivalismo. En terminología especializada, la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNISDR) define la preparación en el contexto de riesgo de desastres como “los conocimientos y las capacidades desarrollados por los gobiernos, las organizaciones profesionales de respuesta y recuperación, las comunidades y los individuos para anticipar, responder y recuperarse eficazmente de los impactos de los eventos o condiciones de peligro probables, inminentes o actuales”.
En otras palabras, la preparación puede definirse como la agilidad para obtener los recursos y organizarse para encarar circunstancias futuras inciertas pero de alguna manera anticipables. Es una forma de racionalizar amenazas y eventos catastróficos futuros inciertos (huracanes, pandemias, terremotos, meteoritos), invocarlos al presente y emprender las acciones requeridas para abordarlos.
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El survivalismo amplifica las condiciones del presente y anticipa abruptos escenarios futuros fatalistas y apocalípticos, y busca prepararse para sobrevivir a posibles cataclismos. La mayor parte de los survivalistas comparten la creencia de que el mundo social, ambiental, económico, tecnológico y político, tal y como lo conocemos, va a colapsar.
Aunque la adquisición de habilidades, destrezas y conocimientos de supervivencia y autosuficiencia de individuos, comunidades y empresas es deseable, y ayudar a hacer frente a la incertidumbre del futuro y los imaginarios desastrosos puede ser “saludable”, paralelamente, la anticipación a riesgos físicos extremos y la preparación para futuros subjetivamente inciertos y un eventual Armagedón puede llegar a ser patológica, dependiendo de la racionalidad de las respuestas y acciones.
En su libro Locura y civilización, Michel Foucault reporta su investigación sociológica, psicológica, antropológica e histórica de cómo desde la antigüedad en Occidente ha existido un tenue límite entre la razón y la locura. Probablemente, en ese límite se alza una alternativa oportuna a la hora de asumir el futuro.
Sabemos que debemos actuar, afinar los radares de riesgos, hacernos cargo del futuro de los próximos habitantes del planeta, e invertir en regenerar. Pero quizás nos esté haciendo falta moderación, una libre y sana moderación. ¿Acaso estamos arriesgando el presente y la cordura al dedicarnos a leer señales –demasiadas señales– de futuros especulados y a idear planes de contingencia y supervivencia para –hasta ahora– catastróficos escenarios?
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LinkedIn: María Alejandra Gonzalez-Perez
Twitter:@alegp1
*La autora es profesora titular de la universidad Eafit. Es presidente para América Latina y El Caribe de la Academia de Negocios Internacionales (AIB). PhD en Negocios Internacionales y Responsabilidad Social Empresarial de la Universidad Nacional de Irlanda.
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