Los titulares sobre inclusión financiera en Colombia muestran que cada vez más personas hacen parte del sistema financiero. Pero acceso no es lo mismo que inclusión.
Las cifras de inclusión financiera en Colombia tienen un elemento de espejismo. Si bien el país ha hecho avances en este sentido, lo que algunos titulares muestran como un paisaje alentador es más una situación llena de matices y la contundencia aparente de algunas cifras contrasta con realidades que son más difusas.
Según el Reporte de Inclusión Financiera 2020 de la Banca de las Oportunidades, 2,6 millones de colombianos ingresaron al sistema financiero durante el 2020, lo cual representó un crecimiento de 5,3 puntos porcentuales con respecto al 2019 y elevó a 87,8% el porcentaje de adultos en el país con al menos un producto financiero.
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En ese sentido, el indicador de acceso para personas naturales mantuvo la tendencia creciente que viene arrastrando durante los últimos 10 años. Pero acceso no es lo mismo que inclusión. Y entrar al sistema no significa que todas las herramientas financieras estén a disposición o sean usadas por los 32 millones de adultos colombianos que ya hacen parte del sistema.
El caso de los productos de crédito y los productos de depósito es paradigmático. Mientras las cuentas de ahorro tradicionales, las cuentas de ahorro electrónicas, los depósitos electrónicos y las cuentas de ahorro de trámite simplificado crecieron, la penetración de tarjetas de crédito, créditos de consumo y microcréditos se redujo.
Ese escenario habla más de bancarización que de inclusión financiera y explica qué productos están impulsando las cifras de acceso. Mientras el 76,7% de la población adulta tiene una cuenta de ahorro, solo el 22,2% tiene una tarjeta de crédito, el 18,8 un crédito de consumo y apenas un 6,5% un microcrédito.
Adicionalmente, según el más reciente Índice de Inclusión Financiera del Grupo Credicorp, 7 de cada 10 colombianos no utilizan ningún producto financiero al mes, lo cual desdibuja la imagen alentadora que en algunos casos se presenta cuando se habla de inclusión financiera.
Así las cosas, a pesar de que este universo es más complejo que los indicadores referentes al acceso, los depósitos pasivos, la tenencia de créditos o el uso de herramientas financieras, sí es cierto que la supuesta inclusión, como los espejismos, es una cuestión de percepción. Lo que parece estar cerca en realidad está lejos. Y bancarizar a los colombianos no es igual a darles las herramientas financieras para que prosperen.
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¿Cuál es entonces el camino a seguir? Por una parte, es importante seguir fomentando desde la legislación y desde las alianzas público-privadas el crecimiento de las fintech y compañías financieras no tradicionales, que a través de tecnología y modelos de riesgo más flexibles pueden abrirle las puertas del crédito a poblaciones desatendidas por la banca tradicional, incluyendo a la población rural, los jóvenes y los adultos mayores de 65 años, tres segmentos que siguen siendo un desafío en materia de inclusión.
Y por otra, en línea con el punto anterior, es fundamental incentivar innovaciones en productos financieros que respondan a las necesidades de poblaciones de bajos recursos, con el fin de que puedan acceder a cuentas bancarias más amigables, créditos por montos responsables y seguros diseñados para su capacidad adquisitiva.
De otra forma seguiremos viendo un espejismo. Y la verdadera inclusión financiera, aquella en la que el acceso es más robusto, tiene mayor alcance y abre la puerta a más posibilidades, será una contradicción de la que solo unos pocos hacen parte.
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LinkedIn: Tarek El Sherif
*El autor es cofundador y CEO de Zinobe, fintech colombiana enfocada en impulsar la inclusión financiera en el país, ampliando el acceso a servicios financieros 100 % digitales.
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