Caquetá se está convirtiendo en un departamento turístico y, con suerte, su riqueza lo convertirá en epicentro de la compensación de la huella de carbono de las organizaciones.
En los últimos cuatro años he pasado más tiempo en Caquetá que en otra parte del país. He conocido algo de la idiosincrasia de sus habitantes, me he empapado de su realidad y ahora reconozco las oportunidades que vislumbra el territorio, de cara a los retos y contextos que se avecinan y que están definidos por un par de palabras: cambio climático.
Caquetá, es un territorio incomprendido por la gran mayoría de los colombianos. Altamente estigmatizada debido a los hechos del pasado reciente del país, me alegra escuchar las palabras que puede decir un rolo, una paisa, un bumangués o una caleña cuando regresan a sus ciudades, luego de pisar tierra caqueteña. La percepción cambia por completo y el prejuicio desaparece.
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El turismo de naturaleza resulta ser el vehículo por medio del cual se gesta esta conexión. Atraídos por las cascadas, los ríos, las montañas del piedemonte y los atardeceres naranjas o nublados, los visitantes que pasan unos días en Caquetá, logran ratificar por qué dicen que es el lugar en donde el Oro es Verde.
Una interpretación la da el color de sus ríos o pocetas como dicen los lugareños. Los Ríos Sarabando en Belén de los Andaquíes, el Hacha y el Orteguaza en Florencia, el Pato en San Vicente del Caguán, o el Fragua más al sur del departamento, evocan la experiencia que todo visitante quiere vivir cuando decide pisar este territorio. He sido testigo del proceso de formalización, profesionalización y desarrollo de empresas en el sector. Hoy, a diferencia de hace cuatro años, Caquetá cuenta con una oferta turística, que sin duda seguirá evolucionando, pero que se basa en los principios de la conservación de los ecosistemas y la generación de experiencias que motivan el anhelado voz a voz entre los visitantes.
Definitivamente la marca territorial del departamento del Caquetá evoluciona y del prejuicio de otrora, hoy se vive un aire de curiosidad por parte de los colombianos.
Si bien el turismo de naturaleza propicia la excusa perfecta para conectarse con el territorio, las oportunidades gruesas a futuro para el Departamento y la región amazónica radican en otros sectores que ya entran en el mapa de interés del sector privado nacional e internacional. La conservación de los bosques y la restauración de los ecosistemas, son una actividad que deja de ser única y exclusivamente ambiental, para ir evolucionando hacia un renglón económico que abre sus puertas para capitalizar la riqueza natural que demuestra la relevancia de esta región, no solamente para Colombia, sino para el mundo entero.

Espero que muy poco tiempo sea el que pase para que Caquetá se convierta en el epicentro de la compensación de la huella de carbono de las organizaciones que día tras día se enrutan en modelos de negocio orientados hacia la carbono neutralidad. Un epicentro, junto con sus vecinos regionales, de generación y oferta de ciencia e innovación alrededor del manejo responsable, planificado y participativo con las comunidades campesinas e indígenas de productos y servicios que algunos llaman “exóticos”, pero que deben o deberían ser de consumo usual por parte de quienes habitamos nuestro país.
Arazá, cocona, piña caqueteña, copoazú, el moriche y otros productos agrícolas más, muy a pesar del escepticismo de algunos que han visto cómo ellos han sido promesas fallidas de desarrollo, pueden ser la alternativa de diferenciación que busca el territorio para forjar un renglón económico que el mundo pide a gritos.
Ello demandará que los liderazgos regionales prioricen sus planes de política pública en el desarrollo de negocios verdes, en sistemas de innovación y desarrollo de mercados y en la generación soluciones basadas en la naturaleza para satisfacer las demandas presentes y futuras de las personas (entre ellas, la más importante: medidas de adaptación ante el cambio climático).
Caquetá es sin duda un laboratorio que puede poner a prueba el uso de sus primeras pipetas. Cuenta con profesionales y comunidades excepcionales, cuenta con un auge que el país reconoce, y cuenta, por fortuna, con un contexto y una agenda que sopla a su favor gracias al aumento de la comprensión sobre el cambio climático entre la opinión pública, el sector privado y los líderes de gobierno.
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Por:Julio Andrés Rozo*
*El autor es director de Amazonía Emprende: Escuela Bosque, ubicada en Florencia, Caquetá. Este proyecto académico se enfoca en fortalecer las capacidades de empresas y comunidades en restauración de ecosistemas y compensación de huella de carbono.
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