Los bosques de Colombia están desfinanciados, por lo que tendrá que ser un tema de atención para el Gobierno entrante.
Desde que estoy en la Amazonía, no había visto un verano tan fuerte e intenso. Las ciudades del Piedemonte amazónico están cubiertas de humo desde la última semana de enero.
Llevo 16 días viendo cómo el humo de las quemas cubre a Florencia-Caquetá, 16 días respirando humo debido a las quemas que suceden en el territorio gracias a las prácticas arcaicas de quemas de rastrojos y los incendios provocados en los bosques secundarios y primarios que suceden infortunadamente en zonas de nuestros Parques Nacionales Naturales como Chiribiquete, Picachos, Tinigua o la Macarena. No soy solamente yo quien lo dice, a diario recibo decenas de mensajes y llamadas por parte de habitantes de Caquetá, Guaviare y Meta, diciendo todos lo mismo: “se nos salió de las manos esto”.
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A pesar de que trabajo todos los días por la conservación de los bosques, 16 días sin pausa sintiendo el fuego al frente de mi ventana, en mi vereda, es algo que me tiene con impotencia hoy, día en el que escribo esta columna. Contrasto lo que dicen las cifras y reportes con la realidad y encuentro un gran vacío entre lo que se publica y tematiza en los webinares y lo que se vive día a día desde el territorio. Sinceramente, nunca me había dolido tanto un verano en la Amazonía como el de este año. La impotencia la reflejo con la cámara de mi celular desde la ventana de mi casa.

Señores y señoras candidatos presidenciales: la Amazonía colombiana está en bancarrota. A continuación les quiero compartir en simples matemáticas algunas razones que explican por qué estamos sumidos en una tremenda incapacidad nacional para conservar y proteger nuestros bosques, uno de los principales factores diferenciales como país en el entorno mundial.
Matemáticas simples de unos bosques totalmente desfinanciados
Una cifra puede decir cualquier cosa si ésta no se pone en contexto. Pero para comprender la magnitud que explica la falta de compromiso histórico que le hemos dedicado a la Amazonía, he bosquejado las siguientes cifras para que ustedes, candidatos presidenciales, aborden la conservación de los bosques en la Amazonía en los siguientes 4 años con mayor ímpetu y decisión:
- Colombia tiene 114 millones de hectáreas. El 42% de ellas corresponde a los 6 departamentos amazónicos (Caquetá, Putumayo, Guaviare, Amazonas, Vaupés, Guainía) y una franja del Departamento del Meta. Esto representa: 48 millones de hectáreas.
- El dinero público, que proviene de los impuestos y que se destina a la Amazonía al funcionamiento de las autoridades ambientales y sus inversiones, al componente ambiental de cada uno de los Planes de Desarrollo departamentales y a la ejecución de programas nacionales en la región, asciende a 1.6 billones de pesos colombianos, anuales. Dentro de esta cifra están reflejados los 714.144 millones están contemplados en el Conpes de lucha contra la deforestación y gestión de los bosques entre los años 2020 y 2030. En otras palabras, $71.414 millones anuales.
- Los recursos de la cooperación internacional, números más, números menos, totalizan cerca de US 225 millones, unos $900.000 millones, anualmente.
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- En inversión privada orientada específicamente a temas ambientales (compensaciones ambientales del 1% y otras inversiones voluntarias relacionadas con temas socioambientales), las cuantías son cercanas al medio billón de pesos anuales (505 mil millones).
En este orden de ideas, el dinero dedicado a las 48 millones de hectáreas de bosque de nuestra Amazonía totaliza cerca de 3 billones de pesos anualmente ($3.005.000.000.000). Eso significa $62.604 pesos por hectárea cada año.
¿Cómo se puede conservar un bosque con $62.604 pesos anualmente? Esta cifra explica, en parte, el por qué estamos perdiendo la lucha contra la deforestación y cuánto le estamos invirtiendo como nación a ejercer gobernanza del territorio. ¿Cómo queremos como país darle gobernanza a un Parque Nacional Natural de 600 mil hectáreas como La Macarena con tan sólo 18, 20, 25 funcionarios? ¿cómo se puede generar un plan de trabajo a nivel veredal en zonas pobladas de la Amazonía, si no hay siquiera para la gasolina de los funcionarios ambientales? ¿cómo se puede generar una reacción en quemas que suceden por Chiribiquete con tan sólo 25 policías ambientales en el departamento de Caquetá?
Para comprender la magnitud del reto en el que nos encontramos, señoras y señores candidatos, contrasten por favor esos $62.604 pesos anuales con los $ 1.250.000 pesos que representan el costo aproximado de restaurar una hectárea de bosque anualmente (durante 20 años), o con los $900.000 pesos que representan las ganancias anuales por hectárea en ganadería extensiva.
Mi análisis excluye las rentas anuales que generan las economías ilegales por hectárea en el territorio, pero que sin duda sobrepasan el costo de oportunidad de conservar el bosque en pie. Definitivamente, los bosques de la Amazonía viven su propio Niagara en Bicicleta. No hay suero pa’ endulzar el café, ni plata para conservar uno de los tesoros más importantes que tenemos como país: la biodiversidad.
Candidatos presidenciales, si bien los recursos para financiar la conservación y restauración de los bosques se encuentran en la lucha contra la corrupción y en mejorar el recaudo de impuestos, urge una serie de políticas creativas que estimulen la inversión privada para generarle valor a nuestros bosques y movilizar recursos económicos de compensación de huella de carbono y pérdida de biodiversidad en el territorio.
En el Conpes 4021 de 2020 hay unos lineamientos interesantes, no solamente para vincular al sector privado a fortalecer los sistemas innovación de las cadenas de valor de los productos y servicios sostenibles que pueden generar las comunidades amazónica, sino también, para promover el desarrollo de tecnologías para mejorar la eficiencia de los procesos y la gobernanza territorial y forestal en el territorio. Candidatas y candidatos, nuestros bosques deben ser una de las principales banderas de gobierno de quien sea entre ustedes, el o la futura presidente de nuestro país. En uno de ustedes está la responsabilidad de garantizar que a futuro se pueda seguir diciendo “Parque Nacional Natural Chiribiquete” y no “Sabanas de Chiribiquete”, por ejemplo.
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Por:Julio Andrés Rozo*
*El autor es director de Amazonía Emprende: Escuela Bosque, ubicada en Florencia, Caquetá. Este proyecto académico se enfoca en fortalecer las capacidades de empresas y comunidades en restauración de ecosistemas y compensación de huella de carbono.
Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.