Las épocas de invierno en Colombia dejan al descubierto la falta de preparación que tiene el país para afrontar eventos climáticos como inundaciones, derrumbes y desplazamientos de tierra, entre otros.

Sin más preámbulo, me pregunto: ¿dónde están las políticas, estrategias, proyectos, emprendimientos o actividades que nos permitirán sortear lo que se nos viene encima en los próximos años: los riesgos asociados con el hecho de ser uno de los países más vulnerables ante el cambio climático? Por lo general, las épocas de invierno en Colombia (lluvias fuertes), dejan al descubierto la falta de preparación que tenemos como país para afrontar las inundaciones, derrumbes y desplazamientos climáticos.

Cada año nos tendremos que ir acostumbrando a ver más y más derrumbes en todo el país. Yo, por ejemplo, ya contemplo en mi cronograma anual el cierre de la vía entre Altamira (Huila) y Florencia (Caquetá). Cada vez noto la recurrencia con la cual los medios de comunicación emiten la noticia de un nuevo derrumbe en algún centro poblado. Lo mismo le sucede a muchas veredas y ciudades intermedias de nuestro territorio.

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Colombia es uno de los 10 u 11 países más vulnerables ante el cambio climático. Y en medio de este contexto, ¿qué sucederá con los barrios y sus habitantes en zonas de alto riesgo (especialmente montañas o bordes de ríos) en los próximos 10, 20, 30 años? ¿cómo se verá el sector agrícola ante escenarios de lluvias y sequías mucho más intensas que las que vivimos ahora? ¿habrá seguridad alimentaria? ¿qué pasará con las empresas y con los portafolios de los bancos en ciudades en donde el tejido empresarial se destruirá? ¿cómo deberá ajustarse el recaudo tributario para fortalecer mecanismos de gestión del riesgo? ¿cómo se van a gestionar los desplazamientos de la gente debido a los efectos climáticos? Y bien, puedo continuar con muchas más preguntas de este tipo que, de hecho, le he expuesto a líderes y lideresas como ministros, gobernadores, alcaldes, académicos y empresarios  y que, desafortunadamente, siguen sin tener respuestas convincentes y tranquilizadoras para mí.

Colombia es vulnerable ante el cambio por tres principales razones:

  1. Nuestras cordilleras son jóvenes y continúan su proceso de formación. Esto las hace más inestables en comparación con otras formaciones geológicas como los Andes chilenos o peruanos. Y sí, es precisamente ahí, en las montañas colombianas, en donde vive el 80% de la población de Colombia (Región Andina y zonas de Piedemonte). A eso se le debe sumar la ausencia de bosques y ecosistemas en las montañas debido a la deforestación y a la destrucción que data del tiempo de la colonización de estos territorios.

    La inexistencia de cobertura vegetal en las zonas altas, dejaron de ser ese colchón o amortiguador que le permite a las ciudades, municipios y centros poblados resguardarse de los derrumbes y avalanchas que ya se viven (recuerde Mcoa 2017, por ejemplo). Hoy son potreros, centros de invasión o zonas de cultivo y ganadería subutilizadas y desprotegidas. Mañana, de no hacer nada hoy, serán desiertos en donde casas y enseres estarán enterrados.
  2. El desconocimiento sobre esta alarmante realidad que se avecina en la sociedad colombiana, es inmenso. Los colombianos seguimos viendo al cambio climático como un ruido lejano que susurran ambientalistas y fanáticos extremistas. No es un tema que se trate determinadamente en juntas directivas de las empresas, en las universidades, más allá de las facultades ambientales, o en el “arreglar al país” el domingo por la tarde con la familia y los amigos. Es un tema que pasa de agache y que solamente saldrá en la agenda pública cuando lo que sucedió en Mocoa 2017 se presente en otra ciudad a un nivel de devastación multiplicado por un factor 5 o 10.
  3. Si fuéramos Alemania, país con dinero, podríamos acceder a un sistema de seguridad estatal que nos permita como habitantes adquirir calefacción en temporadas de bajas temperaturas, o refrigeración, cuándo las olas de calor se avecinan. Al ser Colombia, ¿de dónde saldrá el dinero para gestionar los riesgos a escala que se avecinan cuando lleguen los diluvios universales y las grandes sequías?

En esta columna me desmarco un poco del estilo positivo y lleno de mensajes optimistas que suelo exponer. Hoy me tocó asumir un rol trágico y será así, hasta que el debate se profundice más entre todos como sociedad para poder encontrar las respuestas que emanen de todos nosotros ante la pregunta de preguntas que evoca esta columna: ¿cómo nos estamos preparando para adaptarnos ante el cambio climático?  y otras más: ¿cuáles son los planes de gestión del riesgo? ¿la gente los conoce? y sobre todo ¿quienes están haciendo política pública y empresa en este país, saben hacerlo y lo están abordando con una mirada de 10, 20, 30 años?

En las próximas columnas abordaré algunas recomendaciones para fortalecer el debate de la adaptación ante el cambio climático. ¡Gracias por leerme!

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Por:Julio Andrés Rozo*
*El autor es director de Amazonía Emprende: Escuela Bosque, ubicada en Florencia, Caquetá. Este proyecto académico se enfoca en fortalecer las capacidades de empresas y comunidades en  restauración de ecosistemas y compensación de huella de carbono.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.