El tsunami de inversiones alrededor de los mercados de carbono expone grandes oportunidades para el país, pero asimismo, es necesario acelerar el nivel de comprensión sobre su operación. Este es un reto que no le corresponde solo al nuevo gobierno.
Lo que dejó la COP26 en Glasgow, en noviembre del año pasado, fue un apetito revulsivo por el carbono y las oportunidades económicas que este mercado genera. Todo ha ocurrido de una manera rápida y vertiginosa. Las inversiones quieren aterrizar en los territorios para estructurar proyectos que conlleven a la emisión de bonos de carbono, por medio de estrategias que mantengan el carbono almacenado o que permitan removerlo de la atmósfera.
Dentro de este contexto, he tenido el chance de interactuar tanto con funcionarios públicos del sector ambiental del gobierno nacional pasado, con algunos del nuevo gobierno, con funcionarios de las autoridades ambientales y secretarías de ambiente en la regiones, pero también lo hago constantemente con empresas privadas y por supuesto, con las comunidades amazónicas, día a día (en especial con las caqueteñas, departamento en donde vivo).
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Con todas ellas mido la temperatura sobre su nivel de conocimiento y comprensión alrededor de los mercados voluntarios y regulados de carbono y en resumen, lo que concluyo es que la comprensión sobre esta tendencia es aún muy baja entre casi todos los actores. Al respecto, varios fenómenos he encontrado, en especial en el sector en el que me muevo: el de la restauración de ecosistemas degradados por deforestación:
- A pesar de la existencia de estándares que condicionan la implementación de un proyecto de restauración de ecosistemas (por ejemplo, de remoción de carbono de la atmósfera), hace falta una comprensión mucho más profunda sobre la ecología funcional de los paisajes. Esto debe corregirse a la luz de la generación de mayor información técnico-científica, junto con las comunidades y científicos locales, de manera tal que se equipare y apropie esta información por parte de los estándares y los sistemas de monitoreo.
- Varias empresas e inversionistas siguen creyendo que el corazón de los mercados de carbono es el árbol y el carbono que ellos capturan o almacenan. Y pues sí, tiene sentido si el nombre del mecanismo hace referencia a la meta de reducir el carbono de la atmósfera. No obstante, aún hace falta una comprensión más alta sobre la implicación que tienen los demás elementos de la restauración en el modelo. La falta de comprensión sobre muchos ítems alrededor de la biodiversidad, su interacción con las personas que habitan en un paisaje y las relaciones culturales y de gobernanza que ahí se recrean, es aún incipiente o incomprensible.
- Existen factores habilitantes que aún muestran grandes vacíos en los territorios rurales. Para el caso de la restauración, existen déficit de capacidades de implementación (muy pocas personas tienen fundamentos sobre el tema), de semillas certificadas, de viveros comunitarios, de protocolos y estudios técnicos sobre los impactos del proyecto (necesarios para poder acceder a los permisos por parte de la autoridad ambiental), y sobre todo: la incidencia de los sistemas de siembra sobre el suelo y la biodiversidad. Varios inversionistas y empresas interesadas en los bonos de carbono desconocen estos vacíos y parten de la base de que, o ya existen, o incluso desconocen la incidencia de su existencia en el marco del desarrollo de un proyecto.
- Con base en lo anterior, incluso, entre las autoridades ambientales nacionales y regionales persisten vacíos de información y capacidades para cerrar los vacíos detrás de cada factor habilitante. Por ejemplo, certificar un vivero es una maratón, identificar árboles semilleros, caracterizarlos y certificar sus semillas, es una utopía técnica.
- Por último, la desinformación reina también entre las personas que habitan los territorios. Por una parte, el efecto de los llamados Carbon Cowboys (empresas que han estructurado proyectos sobre bases de repartición inequitativa de los beneficios con las comunidades), ha generado una alta desconfianza entre ellas en el momento de escuchar las palabras bonos de carbono; por otra, las comunidades desconocen las arandelas sobre el funcionamiento del mercado, los roles y riesgos que asume cada actor inmerso en el proceso (inversionistas, desarrolladores, verificadores). Lo anterior ha motivado el surgimiento de verdades a medias que se instauran en la mente de las comunidades y que incrementa, en algunos casos, resistencia para entablar un diálogo. Ello hace que se vuelva más retador, pero también más determinado el ejercicio de pedagogía para explicar de manera clara y transparente cómo funcionan los mercados de carbono, qué pone cada actor y qué expectativa de ganancia deriva dentro del proceso.
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En resumen, el tsunami de inversiones alrededor de los mercados de carbono expone grandes oportunidades para el país, pero asimismo, es necesario acelerar el nivel de comprensión sobre su operación, dinámicas, factores habilitantes y formas de relacionamiento entre los actores. Varias cosas deben pasar en los próximos meses o par de años: a) las salvaguardas (parámetros para proteger los derechos de las comunidades) deben evolucionar y exigirse; b) las comunidades deben comprender su rol y responsabilidad en la implementación de los acuerdos; c) el Gobierno nacional y los gobiernos regionales deben acelerar los vacíos institucionales que aún persisten (ejemplo: titularización de tierras, protocolos de uso y permisos, el desarrollo del servicio nacional forestal o entidad que haga una función de gestionar los bosques de una manera más determinada, entre otros aspectos).
Estamos en el momento ideal para hacer que las cosas sucedan. El mundo está mirando hacia Colombia y ven en nuestro país uno de los puntos con mayor potencial para reducir y remover los gases de efecto invernadero que caracterizan la crisis climática global actual. Tenemos el chance de ajustar las tuercas para que esta oportunidad se materialice de manera impactante para todos: paisajes, comunidades, desarrolladores e inversionistas.
Por: Julio Andrés Rozo.*
LinkedIn: Julio Andrés Rozo
*El autor es director de Amazonía Emprende, ubicada en Florencia, Caquetá. Es una Escuela Bosque que se enfoca en fortalecer las capacidades de empresas y comunidades para lograr la restauración de ecosistemas y la recuperación de la biodiversidad, por medio de la compensación de huella de carbono.
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