El cambio climático tiene a países pobres, que no han aportado mucho a la emergencia que hoy vive el mundo, destinando recursos que deberían ser para atender el hambre, a la causa ambiental. ¿Qué hacer en ese contexto?
Según el reporte Dying to adapt —publicado por Tearfund, una agencia de desarrollo internacional, en agosto de 2022—, Eritrea, Mauritania, Camerún, Cabo Verde, Chad, Sudán, Malí, Etiopía, la República del Congo y la República Democrática del Congo, países del África subsahariana, tendrán que gastar más del 20% de su PIB nacional en adaptación al cambio climático.
Esto significa, según estimaciones de Tearfund, que aunque casi la mitad de las personas en África no tienen acceso a servicios básicos de salud, los países subsaharianos tendrán que gastar hasta cinco veces más en adaptación al cambio climático de lo que es su presupuesto nacional para asistencia médica.
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Sin duda, es en África donde más se están sufriendo las consecuencias de la crisis climática, una crisis que, para colmo, el continente no causó. Todo el continente africano representa tan solo el 3% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, mientras que China es responsable del 26,3%, Estados Unidos del 12,5%, India del 7,06% y la Unión Europea 7,03%.
La financiación para la adaptación climática del África es indispensable y urgente. En un reciente reporte de la organización internacional Global Center on Adaptation, se ha estimado que se requieren 579 mil millones de dólares para la adaptación de 51 países africanos al año 2030. Para esos países, en los últimos dos años se ha logrado movilizar solamente 11.400 millones de dólares, lo cual indica que si se mantiene la tendencia solo se lograrían cubrir menos de una cuarta parte de las necesidades de adaptación. Hace pocos días, tuvo lugar en Libreville, la capital Gabón, un evento de preparación para la COP27, que se llevará a cabo en noviembre de este año en Egipto.
Mahmoud Mohieldin —enviado especial de las Naciones Unidas para la financiación de la Agenda 2030, exvicepresidente del Banco Mundial y campeón de alto nivel para la acción climática en la COP27—, en un discurso, ha resaltado que para África, aún en proceso de recuperación de las secuelas de la pandemia de Covid-19, a la magnitud de la crisis climática se le han sumado ahora las nefastas consecuencias de la guerra en Ucrania en la seguridad alimentaria y los retos de suministro energético del continente. De modo que África no solo es el continente que más sufre el cambio climático, sino también el que tiene mayor riesgo de inseguridad alimentaria e hídrica y las mayores tasas de hambre.
Para Mohieldin, ni la sostenibilidad puede reducirse únicamente a la acción climática, olvidándose de los objetivos relacionados con desarrollo económico y calidad de vida; ni la acción climática puede reducirse a la descarbonización, que requiere de grandes inversiones y avanzadas tecnologías que los países en desarrollo no pueden permitirse. Sostiene que mantener este enfoque reduccionista es peligroso e injusto con las comunidades y países que menos han contribuido a la crisis climática y son, aun así, quienes más la sufren.
Mohieldin señala que hay cinco prioridades en la acción climática:
- Adoptar un enfoque holístico al abordar el cambio climático, teniendo en cuenta la integralidad de la agenda de desarrollo sostenible.
- No es necesario negociar más textos de acuerdos, y es urgente pasar a la implementación y las inversiones reales.
- La acción climática tiene que ser regionalizada, de modo que, a través de la coordinación y cooperación de diferentes actores, incluyendo al sector privado, se puedan catalizar inversiones para la mitigación y adaptación climática en todas las regiones en desarrollo del mundo.
- La acción climática tiene que ser localizada, involucrando no solo a jefes de Estado, sino también a los ciudadanos del común y sus necesidades y preocupaciones cotidianas.
- Movilizar la financiación climática para hacer posible la materialización de los proyectos.
Respecto a la financiación climática, Mohieldin hace hincapié en que, debido a que los países en desarrollo han superado sus límites de endeudamiento, se requieren más “inversiones y no deuda”.
Adicionalmente, es necesario innovar en los instrumentos y estructuras financieras —lo que se conoce como Finnovation— para poder aprovechar las oportunidades de inversión climática. El desarrollo de mecanismos de canje de deuda soberana por inversiones en clima y naturaleza es un ejemplo de este tipo de innovaciones.
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Mohieldin subraya la importancia de establecer, en las economías en desarrollo, mercados de carbono que se basen en normas internacionales, comercien con créditos de carbono de alta calidad y atiendan a las necesidades de los mercados emergentes y los países en desarrollo.
Advierte, además, que se requiere aumentar la lucha contra el lavado verde o el postureo ecológico (en inglés, greenwashing), pues debido a la falta de definiciones estandarizadas, normas y criterios fiables para las metas de cero emisiones netas y para las finanzas sostenibles, aumentan las preocupaciones por que se promueva de manera engañosa un supuesto compromiso con el medio ambiente.
Dadas estas preocupaciones, en marzo del 2022, el secretario general de las Naciones Unidas designó un Grupo de Expertos de Alto Nivel sobre los Compromisos de Cero Emisiones Netas de las Entidades No Estatales (HLEG por sus siglas en inglés), cuyas recomendaciones motivarán una mayor ambición e integridad medioambiental y abordarán cuatro áreas:
- Las normas y definiciones actuales para establecer los objetivos de reducción a cero emisiones netas;
- Criterios de credibilidad utilizados para evaluar los objetivos, la medición y la presentación de informes sobre los compromisos de reducción a cero;
- Procesos de verificación y rendición de los avances reales hacia los compromisos de cero-neto frente a los planes de descarbonización informados; y
- Una hoja de ruta para traducir las normas y los criterios en reglamentos internacionales y nacionales.
Finalmente, según Mohieldin, es crucial que los presupuestos de los países sean proactivos para que permitan anticipar e integrar acciones climáticas y demás objetivos de desarrollo sostenible, en lugar de actuar sobre los desafíos que se van presentando en el camino. Y no es para menos, pues detrás de los problemas circunstanciales que acaparan nuestra atención, hay otros estructurales y de largo plazo que frecuentemente ignoramos, pero que, por su magnitud, más nos vale que acción tomemos con antelación.
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LinkedIn: María Alejandra Gonzalez-Perez
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*La autora es profesora titular de la Universidad Eafit. Es expresidente para América Latina y El Caribe de la Academia de Negocios Internacionales (AIB). PhD en Negocios Internacionales y Responsabilidad Social Empresarial de la Universidad Nacional de Irlanda.
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