Fue presidente de Colombia entre 2010 y 2018 y le tocó lidiar con el mayor choque externo que ha sufrido el país hasta entonces. Había sido ministro de Hacienda entre 2000 y 2002, justo cuando el país estaba saliendo de la peor crisis de su historia, y ahora le apunta a ser el primer colombiano en dirigir la Organización de Naciones Unidas ¿Qué piensa nuestro Premio Nobel de Paz sobre la economía y sus perspectivas para Colombia y el mundo?

La amenaza de recesión económica que enfrentan Colombia y el mundo hoy no es única en su clase: 25 años atrás, se vivió un episodio similar con ingredientes como una caída del PIB de 4,2%, generado por una fuerte expansión de la deuda pública y una burbuja financiera que estalló cuando las autoridades apretaron el cinturón desde 1998. 

Para ese entonces, la responsabilidad de sacar al país del pozo sin fondo al que se dirigía recayó inicialmente en los hombros de Juan Camilo Restrepo, que se desempeñó como ministro de Hacienda del gobierno de Andrés Pastrana entre 1998 y 2000. No obstante, hay otro nombre que no resuena mucho en esta ecuación, pese a que enfrentó buena parte de esta crisis. Se trata del expresidente y Premio Nobel de Paz, Juan Manuel Santos. 

Mucho antes de ganar notoriedad como ministro de Defensa en el segundo gobierno de Álvaro Uribe, Santos ya había ocupado dos carteras: fue el primer ministro de Comercio Exterior en la historia de Colombia, cargo creado durante la administración de César Gaviria y que desempeñó entre 1991 y 1994. El 7 de agosto del 2000, reemplazó a Restrepo como ministro de Hacienda durante los dos últimos años del Gobierno Pastrana. 

“A mí me correspondió la mitad de la crisis, cuando estábamos a punto de tener una cesación de pagos. Por eso, cuando me preguntaron por primera vez sobre la experiencia que yo podía ofrecer, dije solamente sudor y lágrimas; no dije sangre, pero dije sudor y lágrimas, porque iba a ser muy difícil”, dijo Santos. 

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Para enfrentar el problema, Santos impulsó en el Congreso unas políticas que calificó como “radicales y muy impopulares”. Lo anterior constituyó “unos esfuerzos enormes” para restablecer nuestro crédito externo con unas garantías del Banco Mundial, que accedió a firmar un compromiso de financiamiento junto con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). 

La situación era tan grave, que Santos acudió al propio presidente de EE.UU., Bill Clinton, y al secretario del Tesoro, Lawrence Summers, para solicitar ayuda. Como resultado, “restablecimos el crédito y Colombia volvió otra vez a crecer y a echar para arriba y a solucionar sus problemas fiscales”. 

Si se compara la situación de aquel entonces con el panorama actual, lo que recibió el presidente Petro del gobierno Duque es algo parecido, en palabras de Santos: una deuda externa incrementada en un 50%, así como un déficit fiscal cercano al 8% sin tener en cuenta el hueco del subsidio a la gasolina. “La dificultad para Petro es parecida a la que yo tuve como ministro de Hacienda”, agregó el exmandatario. 

Para él, la reforma tributaria es importante para encaminar el país por el sendero de la recuperación. Al respecto, destacó los anuncios del ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, referentes a la regla fiscal, que precisamente se instauró en el periodo de Santos como ministro de Hacienda, así como la política de inflación objetivo en el Banco de República. “Todo eso debe contribuir a que, si logramos recomponer nuestra senda fiscal, tendremos un futuro más tranquilo”, aseveró. 

DIVERSIFICAR ES IMPORTANTE 

Los hidrocarburos han sido un tema de duro debate desde el arranque del nuevo gobierno, cosa que se intensificó aún más con el alto nivel de gravámenes que se le aplicó al sector con la reforma tributaria. Para la oposición, los impuestos al uso del subsuelo, que ascenderían a $11 billones, acabarían con una industria que representa hasta 40% de las exportaciones colombianas. 

“A mí me correspondió la mitad de la crisis (…) Cuando me preguntaron por primera vez sobre la experiencia que yo podía ofrecer, dije solamente sudor y lágrimas”

Juan Manuel Santos, expresidente de Colombia

Aún es pronto para asegurar qué consecuencias tendrán estos impuestos en el mediano plazo, pero sí hay un detalle que no se puede ignorar, y es que, según Santos, uno de los muchos errores que cometió el gobierno anterior fue no haber aprovechado la bonanza petrolera que experimentó durante casi todo su mandato. 

El tema es muy sensible para el ex mandatario, porque además a él le tocó, ya como Presidente de la República, enfrentar el peor choque externo de la historia por cuenta de la caída en los precios del crudo. 

Por eso, hace el contraste con el gobierno Duque: cabe recordar que, en mayo de 2018, el precio del barril Brent superó los US$80, logrando un valor al que no se llegaba desde 2014. Para entonces, la acción de Ecopetrol se valorizó 46,61%, lo que la ubicó como la cuarta petrolera de la región que más se benefició en bolsa. Todo lo anterior sentó las bases para que el sector de hidrocarburos tuviera un momento próspero al inicio del gobierno Duque. 

Este escenario fue diametralmente opuesto al que vivió Santos durante el choque externo que sufrió la economía colombiana entre 2014 y 2015 por cuenta de un barril Brent cercano a los US$20. Esto redujo el ingreso nacional, disminuyó la inversión extranjera directa en el sector, amplió significativamente el déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos y causó una depreciación del peso sin precedentes. 

Otro de los errores del gobierno Duque fue desaprovechar la bonanza cafetera, pues los precios del grano llegaron a máximos históricos. En agosto de 2021, un año antes de terminar ese mandato, el promedio de la Organización Internacional del Café (OIC) estaba en US$1,60 por libra; para el cierre del año, llegó a US$2,26 por libra. “En lugar de aprovechar esa bonanza para fortalecer las cuentas fiscales, la utilizaron en subsidios. El país se recalentó y creció casi el 10% en 2021, pero es un crecimiento bastante ficticio y se va a venir al suelo el año entrante, como ya lo pronosticó el Banco de la República”, aseveró Santos. 

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Por fortuna, el país dejó de depender de las exportaciones de café tras un proceso de 15 años por el que atravesó el siglo pasado. Sin embargo, esto se logró porque otras industrias crecieron, no porque se disminuyera la importancia del grano para nuestra economía. Actualmente, Colombia sigue produciendo alrededor de 12 a 14 millones de sacos y las hectáreas sembradas no han crecido. 

Fue una especie de marchitamiento, pero no por reducir la importancia del café, sino porque se agregaron otras industrias”, comentó Santos, quien también es un conocedor acérrimo del negocio al haberse desempeñado como representante de la Federación Nacional de Cafeteros ante la OIC en Londres, desde 1972 hasta 1981. 

Para el exmandatario, Colombia debe hacer lo mismo con el petróleo, pero enfatizó que esa transición no se puede dar de un día para otro. Una alternativa que no se puede despreciar está en la parte agrícola, donde hay un enorme potencial que “no hemos podido nosotros realmente usufructuar”. 

Durante el gobierno de Santos se hizo la delimitación de la frontera agrícola, totalizando hasta 44 millones de hectáreas que fueron negociadas con el sector productivo, especificando dónde y qué se podía producir. Además, se destinaron 66 millones para preservar bosques, teniendo en cuenta que Colombia es el país más rico del mundo en biodiversidad. 

“De esos 44 millones de hectáreas solo producimos en siete millones. Ahí hay un potencial enorme para ir reemplazando el petróleo por algo que el país y que el mundo va a necesitar mucho, que son los alimentos”, señaló. 

LOS GOLPES DE LA DROGA 

Si se quiere impulsar el potencial agrícola de la nación, el primer paso para lograrlo es reducir las hectáreas dedicadas al cultivo de hoja de coca, que ya superan las 200.000 en el país. 

El último informe de la Comisión Global de Política de Drogas (CGPD), institución de la que Santos es miembro, detalló que los cultivos de coca en Colombia reaparecieron en zonas nunca antes vistas tras la estrategia de erradicación incluida en el Plan Colombia entre los años 2000 y 2008. Algunos de ellos se centraron en regiones costeras del Pacífico, como Nariño y Chocó, además del Putumayo. Esto reflejó que la producción de cocaína en el país “no se redujo ni se suprimió”. 

“Para eso negociamos en el acuerdo de paz los planes de desarrollo con enfoque territorial, y que las propias comunidades que participaron en la creación de esos planes escogieran sus prioridades, y esos planes ya están. Simplemente hay que ejecutarlos, en regiones como el Putumayo y en todas las regiones que sufrieron por el conflicto, que generalmente son regiones con coca”, sostuvo Santos. 

Otra propuesta a considerar, al menos en el largo plazo, es legalizar y gravar la cocaína, idea que expuso el director de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (Dian), Luis Carlos Reyes. Si bien el ministro de Justicia, Néstor Osuna, descartó la idea de tajo, Santos destacó que es una posibilidad que se debe tener en cuenta. 

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Para la muestra, varios ejemplos en los que destaca Estados Unidos: la estrategia de legalizar y gravar sustancias ha sido muy importante en el caso del licor, específicamente en Chicago, que incrementó dicho gravamen a 21% en 2019. También ha sucedido algo similar en los estados que ya han legalizado el comercio de marihuana, como Massachusetts, donde hay un impuesto estatal de 10,75% sobre el precio minorista y de 6,25% sobre las ventas, además de una tasa local de carácter opcional, que llega hasta 3%. 

“Lo mismo puede suceder y debe suceder con la legalización del mercado de las drogas: gravarlas y usar el producto de esos impuestos para hacer políticas de salud pública y tratar de desestimular el consumo. Eso para las arcas de los países sería muy importante”, mencionó el expresidente. 

Bajo esta perspectiva, el gasto social y la inversión del gobierno en subsidios a las familias podría ser una ayuda importante. Un ejemplo de la administración actual podría estar relacionado con las transferencias de hasta $500.000 mensuales a madres cabeza de hogar. Si bien su primera finalidad es acabar con la desnutrición infantil, también busca articular a la educación como un requisito para seguir recibiendo dicha suma, disuadir a la juventud para que no consuman drogas y, en lugar de ello, busquen horizontes más saludables y promisorios. 

DÓLAR Y RECESIÓN 

En materia de dólar, Santos también tiene algo para decir. A mediados de 2012, la divisa estaba alrededor de $1.800. Entonces el debate era sobre la ‘enfermedad holandesa’: es un escenario en el que la industria nacional pierde competitividad cuando el dólar baja de precio gracias al boom de precios de un bien de exportación. 

Con un dólar caro como el que tenemos 10 años después, por el contrario, significa que la industria local tiene un mayor nivel de protección, ya que importar productos resulta más caro. 

El dólar es la discusión eterna entre economistas, dice el Premio Nobel. Al analizar cuál podría ser un precio sano de la divisa, la respuesta depende de lo que pasa en el resto del mundo, así como de la inflación interna. Por ello, el exmandatario fue enfático en señalar que el deber de cualquier ministro de Hacienda es mantener sus finanzas generales en orden, tener los recursos para financiar gastos sociales y operativos, así como servir su deuda externa. A partir de ahí, los mercados van definiendo el precio de esa moneda en función de cómo ven el futuro del país. 

“De esos 44 millones de hectáreas solo producimos en siete millones. Ahí hay un potencial enorme para ir reemplazando el petróleo por alimentos”

Juan Manuel Santos, expresidente de Colombia

“Si ven un país promisorio, entonces van a invertir en esa moneda que, por consiguiente, se mantiene estable o se fortalece. Es un juego donde hay muchos factores y no es tan fácil decir: el precio ideal es este”, comentó.

A pesar de tener esas estrategias a la mano, es inevitable que Colombia, al igual que el resto del mundo, enfrente un crecimiento económico muy bajo para el próximo año, aunque para Santos, eso no significa que el país entre en una recesión. Un punto importante para que lo anterior no ocurra, de acuerdo con el expresidente, son las utilidades presentadas por Ecopetrol en 2021, que ascendieron a $16,7 billones. “Todavía tenemos recursos que nos permiten reinvertir, y también depende de la confianza de los inversionistas y cuánto inviertan o cuánto no inviertan”, concluyó.

Santos se define como una persona conservadora en lo económico y muy progresista en lo social: se necesita ser conservador para tener los recursos con los que ser progresista en la sociedad. Le funcionó como ministro de Hacienda y como Presidente. Un mensaje directo para el gobierno Petro.

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