La desaceleración económica no es un pronóstico, es una realidad. Esta trae efectos negativos, pero también es una buena noticia para frenar la inflación y el aumento de tasas de interés.

El último dato de crecimiento económico publicado por el Dane confirma que la pérdida de dinamismo de la actividad siguió consolidándose. El país avanzó 2,9% en el cuarto trimestre de 2022, un dato menor al esperado por el consenso de los analistas, y esto de la mano de revisiones a la baja de las cifras del primer semestre, nos dejó con un crecimiento económico anual de 7,5% en lugar del 8,0% proyectado por el mercado.

Hacia adelante, este menor dinamismo también lo confirman algunos indicadores adelantados como la confianza del consumidor de Fedesarrollo, que en enero se ubicó en -28,6% el nivel más bajo desde mayo de 2021. Pareciera por tanto que la tan anunciada desaceleración económica ha dejado de ser un pronóstico y se ha vuelto una realidad. En 2023 este escenario terminará de configurarse con un tenue crecimiento cercano al 1,0%.

Por supuesto el enfriamiento económico tiene repercusiones negativas sobre la dinámica del consumo, la generación de empleo e incluso las métricas fiscales. Sin embargo, la desaceleración termina siendo una buena noticia en otros frentes. La Junta del Banco de la República, debe sentir un alivio al notar que la maratónica tarea que iniciaron desde 2021, elevando las tasas de interés en más de 1000 pbs, está surtiendo efecto.

La desaceleración inducida a través de un mayor costo del crédito terminaría llevando a una caída de la demanda interna y por tanto de la inflación. Y esta sí que es una buena noticia; una inflación galopante es perjudicial para todo el aparato productivo, genera incertidumbre y afecta en mayor proporción a las personas de menores ingresos. Cuando la variación de precios empiece a ceder (evento que esperamos en Alianza se dé a partir del mes de abril), la Junta del Banco de la República tendrá más argumentos para detener su ciclo alcista de tasas e incluso evaluar recortes en la última parte de este año.

Abandonar tasas de crecimiento muy altas, que sobrepasan con creces las de países pares y las que Colombia históricamente ha registrado, excediendo consistentemente el crecimiento potencial, también resulta positivo. Crecimientos desbordados durante periodos prolongados acrecientan riesgos de un “sobrecalentamiento económico” que puede generar desajustes en el andamiaje productivo del país.

Y si buscamos ver el vaso medio lleno desde el punto de vista de las inversiones, ante el escenario de la desaceleración, el mercado de renta fija sale a relucir. Tras un 2022 de perdidas generalizadas, las perspectivas para este tipo de activos son muy interesantes, considerando el cambio de ciclo monetario y el quiebre de la inflación. Bonos, CDTs, fondos de inversión orientados a este tipo de activos se ven favorecidos y sus rentabilidades desde ya están llamando la atención.

Tras dos años de avances robustos y en medio de la inflación y las tasas de interés más altas desde el siglo pasado, cambiar el acelerador por el freno este año, probablemente evitará que el motor se revolucione y nos permitirá llegar a buen puerto en el mediano plazo.

Por: David Cubides*
*El autor es economista de la Universidad de los Andes, con formación en el ITAM de México, Maestría de la Sorbona de París y estudios de Doctorado en Economía en la Universidad de Barcelona. Ha trabajado en el equipo de análisis económico de Citibank, como economista senior del Banco Popular, consultor del Banco Interamericano de Desarrollo y como subgerente de estudios económicos de Itaú Colombia. Es profesor de cátedra de la Universidad de los Andes y actualmente se desempeña como el Director de Investigaciones Económicas de Alianza.

Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de Forbes Colombia.

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