El proveedor chino de tecnología digital, Huawei, acaba de presentar sus últimas novedades en cuanto a conectividad pero, en la mayoría de los países latinoamericanos, aún no estamos listos para esta conversación.

Para la tecnología 5G, la pandemia fue un revulsivo. Según datos de la GSMA, los usuarios individuales de la misma ya superan los 900 millones, un 15% de la población mundial. Existen unas 240 redes comerciales, más de 10.000 redes privadas y alrededor de 1.700 modelos de dispositivos capaces de soportar esta capacidad, globalmente.

De todo esto, la empresa de origen chino ha sido la más beneficiada, ya que lidera la industria de las redes 5G a nivel internacional, a pesar de las restricciones impuestas por varios países.

En Latinoamérica, el despliegue de esta tecnología es dispar. Aunque en toda la región la penetración de 5G aun dista de parecerse a la de los líderes de la tabla, como China, Estados Unidos y Corea del Sur, en algunos países ya hay avances importantes.

De acuerdo a un estudio de la consultora The Competitive Intelligence Unit publicado en 2022, Chile y Puerto Rico destacan como los mercados latinos con los ecosistemas 5G más desarrollados.

Argentina, Brasil, Guatemala, México, Perú, República Dominicana y Uruguay completan la lista de aquéllos que ya cuentan con despliegues comerciales de esta tecnología, mientras que Colombia y Ecuador se encuentran en fase de pruebas.

Entre los más rezagados se encuentran la mayor parte de los países centroamericanos: Costa Rica, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Panamá, además de Bolivia y Paraguay, al no contar con cobertura ni con servicios comerciales de 5G. La debilidad económica y la falta de competencia en el mercado móvil son parte de la explicación.

La evolución de las redes

Paul Scanlan, asesor del presidente de Carrier Business Group de Huawei, explicó durante la celebración del Mobile World Congress en Barcelona, que la tecnología 5.5G es una evolución de 5G, es decir, que una sirve como base para poder desarrollar la otra -no como la 4G, que tiene que ser sustituida-.

Otras de las claves para desplegarla tienen que ver con el espectro disponible y con los casos de uso, para los que la industria y los consumidores de la región pueden no estar aun preparados. Por eso, su recomendación es expandir las redes 5G lo antes posible, ya que cada día generamos y consumimos más datos.

La diferencia principal de la tecnología 5.5G tiene que ver con la velocidad -ya que alcanza los 10Gbps-, el número de dispositivos que se pueden conectar por kilómetro cuadrado, la latencia y un mejor uso del espectro. También su ahorro en el consumo de energía, por lo tanto, es más sostenible.

“Genera muchas eficiencias para la red, lo que se traduce en menores costos para los operadores de telecomunicaciones y una mejor relación calidad-precio para los consumidores”.

Con respecto a su despliegue en Latinoamérica, comenta que la mayor ventaja es que al no haber sido pioneros, los países de la región han podido evitar algunos de los problemas de monetización que se han visto en otros lugares.

“Si el espectro es gratuito, el operador tiene mucha más liquidez para invertir en las redes de nueva generación, así que (los gobiernos) pueden incentivarlos dándoles precios baratos para desarrollarlas en zonas rurales, por ejemplo, ya que de otro modo son muy difíciles de rentabilizar”.  

Generalmente, los operadores de telefonía que contaron con la ventaja de ser los primeros en lanzar 5G, han experiementado un crecimiento de doble dígito o cercano, asegura. “Hay múltiples formas de monetizarlo y eso es importante, porque de lo contrario no hay inversión”.

Transparencia en los procesos

“Lo mejor que Huawei ha hecho ha sido demostrar apertura y transparencia”, afirma Paul Scanlan, quien además preside el consejo consultivo que va a invertir 2,500 millones de dólares en los próximos seis años, para tranformar la ingeniería de software de la marca.

En ese consejo, también están presentes respresentantes de 12 operadores globales de telecomunicaciones de primer nivel, más tres de los mayores expertos del mundo en ciberseguridad y software.

El objetivo es poder demostrar quién escribió cada línea de código, para qué, cómo se probó, hasta las combinaciones que se hicieron. Ese escrutinio llegará hasta quien puso el último pedazo de silicona en algún componente y estará al alcance de los técnicos en ciberseguridad y los gobiernos de todo el mundo, explica en relación a los cuestionamientos y restricciones que le han impuesto a la compañía en diversos países.

“Invitamos a todos a echar un vistazo a lo que hemos hecho en los últimos 30 años, que conozcan nuestras credenciales. No ganas 100.000 millones de dólares robando o traicionando la confianza de alguien. Eso lo podemos demostrar”.

Eficiencia electrónica

“Uno de los mayores costos para nuestros clientes es la energía. Si te puedo demostrar que nuestro producto consume menos, lo comprarás”, dice Scanlan.

El crecimiento en el uso de la tecnología va unido a un aumento en el consumo de energía. Algunos gobiernos exigen no rebasar ciertos límites. Para no limitar el desarrollo de la economía digital, Huawei ha buscado alternativas junto a sus clientes. “Tenemos que ocuparnos de ambas cosas: proveer más velocidad y reducir nuestra huella de carbono”, reconoce Joaquín Saldaña, CMO de Huawei para Latinoamérica.

Bajo las siglas DESIRE, han definido una metodología para conocer cuánta energía consumen por bit, cuánto carbono emite su producción y el desarrollo de varios escenarios de ahorro para cada uno de los lugares donde operan sus clientes. Con eso, pueden elaborar planes específicos para cada uno de ellos.

El uso de inteligencia artificial y de gemelos digitales les permiten alcanzar eficiencias en las inversiones de hasta un 10% y la reducción del tiempo de salida al mercado de hasta un 50%, asegura Saldaña.

Huawei también está introduciendo dispositivos que se alimentan de energía solar a través de una nueva línea de negocio, llamada Digital Power.

Un paso a la vez

En conclusión, Paul Scanlan opina que Latinoamérica debe dar un paso atrás, ver lo que sucede en otras partes en otras partes del mundo, detectar las oportunidades -desde el despliegue de las redes hasta el espectro- y cómo monetizarlas.

“La clave es que se alineen los objetivos del gobierno y de la industria. Si ambos pueden entenderse, conseguirán un mejor resultado”.

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