En 2019, una de las botellas de la reconocida marca fue subastada por más de 1,8 millones de dólares, enlistándose en el ‘Guinness Book of Records’ como el whisky más caro vendido en una subasta en el mundo.
De tradición europea, el whisky salió de las fronteras del Reino Unido para popularizarse como una de las bebidas infaltables en las celebraciones de millones de personas y en las estanterías de comercios alrededor del mundo.

Su consumo se ha llevado a un nivel superior y el destilado se ha vuelto objeto de colección, por la autenticidad, calidad e historia de ciertas referencias. Históricamente, The Macallan ha sido una de las marcas de whiskies de lujo más codiciadas y reconocidas en el mundo: por primera vez, en 1987, una botella de ’60 Years Old’ se impuso como la más cara del mundo en el Guinness Book of Records, luego de ser subastada por 5.000 dólares en Nueva York.
En 2019, la destilería se hizo nuevamente con el título, la edición Macallan Fine and Rare 1926 se vendió por más de 1,8 millones de dólares en una subasta. ¿Qué caracteriza a estas botellas? Forbes Colombia habló con Euan Kennedy, lead whisky maker de The Macallan para conocer los secretos detrás de la elaboración de un whisky de lujo.
¿Cómo es el proceso de ideación del concepto para un nuevo single?
Hay varias maneras en que lo hacemos. Depende de lo que queramos lograr, pero también de entender a nuestros consumidores y la expectativa que tienen de nosotros.
La destilería se fundó en 1824 y esa historia viene con una expectativa a lo largo del tiempo. Hemos sido conocidos, respetados y realmente admirados por nuestra atención a los detalles, por enfocarnos en la nuestra calidad y, por lo tanto, cada vez que buscamos crear una nueva expresión, debe ser mejor que la anterior para que tenga sentido.
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¿Podrías contarnos cómo fue el proceso de una de las referencias más recientes?
Me gustan un par de nuevas expresiones que hemos hecho, como la serie Distil your world, una edición limitada inspirada en diferentes ciudades. Creamos dos whiskies, uno fue London y el otro New York, y son los ejemplos perfectos de crear un nuevo whisky que cuente una historia diferente.
Los fabricantes de whisky involucrados en estos proyectos viajaron a esas ciudades, comprendieron a la gente que vive en esas ciudades, los sabores, las comidas y reunieron toda la inspiración. De regreso a Escocia, lo discutimos como equipo y pensamos: “tenemos un buen conocimiento y una amplia comprensión de lo que hay en nuestros almacenes, entonces, ¿qué podemos hacer para equilibrar y emparejar esos insumos, los sabores del whisky con las experiencias en el lugar?”.
Por ejemplo, la edición de New York. La ciudad es conocida como ‘La Gran Manzana’, por lo que necesitábamos una especia característica, afrutada, encantadora… Pero también es una ciudad muy compleja, tiene muchas capas. Pudimos elegir los sabores de la ciudad y desarrollar ese producto con una historia auténtica, genuina y audaz.
¿Qué hace especial a uno de sus whiskies? ¿Cuáles son esos aspectos que cuidan desde su elaboración?
Hay muchas cosas que nos hacen únicos y podría mencionar dos o tres. Los single malt whisky como categoría cobraron importancia en los 80s, 90s y principios de los 2000. The Macallan es una marca que pudo liderar ese camino y desarrollar la categoría gracias a una reputación de calidad, que a medida que la categoría creció, la gente fue apreciando.
La destilería tiene una historia y un legado de hacer whisky, y esas credenciales de calidad son la base. Siempre miro hacia atrás y me aseguro de que mantenemos esa calidad. Trabajamos muy de cerca con nuestros proveedores y entendemos realmente no solo de dónde provienen nuestros barrilles, sino también de dónde provienen esos árboles. Nos aseguramos de tener los robles de la mejor calidad y de que todo funcione en la cadena de suministro. Sabemos lo que estamos buscando en cada paso del proceso para hacer el mejor whisky que podamos y que ello se destaque en el estante donde se exponga. Pusimos la vara alta en términos de lo que es posible en el mundo de los single malts.
¿Cómo se lleva de la idea a la botella?

Es un proceso de mucha emoción, creatividad, pero también de trabajo duro. Eso es para nosotros. Es un trabajo de equipo. Hay que probar la barrica o las barricas que se van a usar en un producto en particular, hasta obtener un resultado que tenga sentido. También es una tarea bastante práctica: entramos en una sala de muestras, y a través de nuestro conocimiento, nuestro sentido del olfato y nuestra comprensión y apreciación del sabor, trabajamos con las diferentes muestras en la busca de los sabores que necesitamos para el producto que estamos haciendo.
Hay que tener la certeza de que el producto, con los sabores que se escogieron, realmente haga match con la historia que se quiere contar.
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¿Y siempre se entiende ese concepto de cara al consumidor?
Lo primero es que como whisky maker entiendas lo que estás tratando de representar en esa expresión particular. Crear un whisky es muy personal, es subjetivo. Los fabricantes de whiskies hacemos lo posible por transmitir nuestra interpretación de la historia y también queremos que los consumidores finales tengan permiso para interpretarlo de la manera que ellos también quieran. Eso es importante, porque no me puedo sentar junto a ello y decirles si están en lo correcto o no con su interpretación.
Para mí termina cuando sé que interpreté la historia y traté de capturarla en el whisky desde la perspectiva del sabor. Pero la experiencia y la interpretación del consumidor puede ser diferente a la mía, según sus propias vivencias.
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